Vale la pena apostar
Ha pasado ya una semana de la entrega de premios del ‘II Concurso de Relato Corto Tino Mulas’. La iniciativa es, a mi parecer, un acierto en toda regla. Pero vamos por partes. Verdaderamente, no me gustaría que este concurso existiera, ya que sería señal de que Tino todavía estaría con nosotros y yo habría cumplido la última promesa que nos hicimos; que antes de que se jubilara, trabajaríamos juntos en el IES Los Albares. “Anda, no te quejes, que eres joven”. Eso fue lo que le respondí. Pero el sino imperante, y a veces acojonante, que no perdona y cumple su palabra a rajatabla, quiso que Tino se marchara pronto y de manera repentina, manifestándose una vez más que el tren solo pasa una vez.
Y para no olvidarnos del gran profesor, del imparable comunicador y del honesto compañero que fue, se decidió, desde este periódico, rendirle el homenaje que se merece, siendo recordado, año tras año, a través de la escritura, una actividad que él mismo desempeñaba con maestría, sentido común y con argumentos de autoridad que tenía por su profundo conocimiento; así son los historiadores e historiadoras, personas cultas que son capaces de llegar a explicar el sentido de todo. Y como reflejó Blas de Otero en su poema titulado Pido la paz y la palabra, Tino escribía en defensa de la justicia y en promoción de la cultura que algunos políticos se empeñan en destruir, porque no interesa un pueblo culto, ya que disfrazados de borregos estamos mejor.
Corren tiempos donde la cultura se está deteriorando; la inversión en este sector en España es nula si la comparamos con Austria, Alemania, Dinamarca y los Países Bajos. Vamos, que estamos en la cola de Europa, hasta el punto de que los que velamos para que la cultura no envejezca y muera asistimos a unas circunstancias en las que cada vez cuesta más llevar a cabo un proyecto cultural que atraiga a los más jóvenes, esos nativos digitales a los que solo se les salen los ojos de las órbitas cuando oyen palabras como Tik Tok o Instagram. Y no los culpo, es lo que han aprendido desde el momento en el que una pantalla cae en sus manos. Si a esto añadimos que no hay ningún aliciente por la falta de inversión y por los obstáculos y trabas que muchas veces te pone la administración, es lógico y preocupante que asistamos a un escenario donde los personajes van muriendo poco a poco.
Sin embargo, en lo que a literatura se refiere, hay que resaltar que todavía, muy a pesar de la digitalización que ha irrumpido en nuestras vidas, hay pequeños genios literarios capaces de componer textos enigmáticos, románticos, históricos y de una temática variada que puede llegar a sorprendernos y a emocionarnos. Y esa calidad literaria no puede dejarse atropellar e incluso morir por la consecuencia inmediata de las pantallas o de la dejadez de no fomentar iniciativas culturales que sirvan de imán para los jóvenes ingeniosos que tenemos.
Cuando les dices a los alumnos que hay un concurso, no son conscientes de lo importante que es su participación y prefieren poner como excusa que ellos no saben hacerlo. Pero no es así. Saben y mucho; sin embargo, la pereza, pretexto predilecto de nuestros jóvenes, ha incautado sus mentes, hasta el punto de que estos llegan a sepultar su talento a merced de una especie de encantamiento provocado por el pasatiempo favorito de ahora: las redes sociales o los videojuegos.
Y tienen talento, pero se trata de un talento bloqueado. Tampoco podemos obviar que también entra en juego otro factor: la motivación. Vivimos tiempos complicados, donde la chiquillada de la adolescencia tiene que ser entendida. Ajena a nuestra época, pero con un denominador común, los sentimientos que necesitan expresar a viva voz y plasmar en un papel, pero que reniegan tal vez porque piensen que no van a ser entendidos. Ahí entra en escena nuestra intervención, la de los docentes, quienes tenemos que asumir que los tiempos han cambiado y que tenemos que motivar a los jóvenes, ésta es crucial para que surja la inspiración, para que ellos puedan creer en que sí es posible.
Después de dos ediciones de este concurso, no me cabe la menor duda de que, desde este periódico y desde el centro en el que estoy ahora trabajando, vamos a seguir cultivando la cultura, vamos a intentar darle voz a todo aquel y aquella que se atreva a hablar o a escribir, porque si hay algo que envidio de esta generación de cristal, como dicen los mismos que han hecho que así sea, es que, a pesar de los estímulos, de la hiperprotección y de la burbuja de su alrededor, son capaces, si se lo proponen, de ser grandes genios. Y por ellos, vale la pena apostar.