Uno más en la familia, por Diego J. García Molina

Uno más de la familia

Recientemente ha entrado en vigor una nueva ley del régimen jurídico de los animales. Se puede leer que “a partir de ahora tendrán un tratamiento legal diferente a la de cualquier objeto inanimado. No podrán ser embargados, hipotecados, abandonados, maltratados o apartados de uno de sus dueños en caso de separación o divorcio sin tener en cuenta su bienestar o su protección.”. Me parece una noticia muy positiva. El legislar que sucede con los animalillos en caso de divorcio como si fueran niños me parece totalmente lógico al formar parte de la familia; o que tras el fallecimiento del dueño no queden abandonados. En el anteproyecto de ley se exigía un curso formativo para permitir tener animales en propiedad, dado que te pertenece, aunque no he podido encontrar que finalmente se haya incluido en la ley aprobada. Es importante lo del curso pues a veces se compra, adopta o recoge un animal sin tener clara la gran responsabilidad supone. Un animal pasa hambre, sufre, se estresa, y todo su bienestar, su vida, depende del trato y cuidado que le demos, puesto que no conoce otra cosa que el hogar que le hemos proporcionado y no es capaz, por tanto, de desenvolverse y sobrevivir por sí mismo. Sangrante fue el caso, por ejemplo, de un proyecto de esos bienintencionados, pero estúpidos, que surgen muchas veces, promovido en este caso por la Generalidad Valenciana; se empeñaron en soltar unos pobres burros por el monte sin hacerles seguimiento y cuando se dieron cuenta (porque lo denunciaron vecinos y asociaciones animalistas) más de 10 habían muerto de hambre y el resto estaban famélicos por no ser capaces de obtener por sí mismos la comida que estaban acostumbrados a recibir a diario por su antiguo dueño, a quien se los arrebataron, por cierto. Imaginen la angustia del animal días y días sin comer hasta su muerte.

La verdad es que casi siempre he tenido en casa algún compañero peludo, las más veces gatos; como bien precisó el escritor argentino Jorge Luis Borges y no puedo estar más de acuerdo: “Dios creó al gato para darle al hombre la oportunidad de acariciar un tigre”. Es impresionante cuando un felino te admite como su igual y el cariño que te puede llegar a coger; y tú a él, evidentemente. La ternura que da verlo seguirte a todas partes, dormirse encima de ti, pedirte comida, intentar amortiguar sus miedos, etc. Es por ello que me parece muy triste e inadmisible cuando se oyen casos de maltrato animal, tanto graves como leves. En el caso de los graves soy partidario incluso de aumentar las penas. No me refiero a una negligencia o accidente, sino a casos extremos como una persona que mutila a un animal, que es capaz de matarlo de una paliza, y cosas por el estilo. Se podría tratar de un verdadero psicópata y es mejor encerrarlo en ese momento antes de que pueda pensar en hacerlo con personas. Con respecto a los casos leves de maltrato continuado del animal, tampoco me parece algo aceptable. Quizás a alguien le pueda parecer adecuado y tolerable pegar a un animal, con la excusa de que es para educarlo o porque no me hace caso; sin darse cuenta de que es más o menos lo mismo que se decía hace años como motivación para enseñar a un niño (una bofetada a tiempo…), o cuando no te hace caso; o en la escuela, cuando el castigo físico era lo habitual; o incluso en una relación de pareja cuando hace años la sociedad no rechazaba como ahora el maltrato. Me imagino las reacciones de muchas personas leyendo esto – ¿no puedo pegarle una patada a mi perro porque se ha meado en el pasillo? Pues no caballero, lo que tiene que hacer es sacarlo a hacer sus necesidades más a menudo. ¿Y no pudo pegarle un manotazo a mi gato si lo pillo arañándome el sofá? Pues no señora, le compra usted rascadores para que el minino pueda afilarse las uñas o no tenga gato. Tampoco quiero decir con esto que un animal sea más importante que una persona, ni mucho menos, pero eso no implica que los animales no tengan derecho a una ley que los proteja del abuso.

Un animal no necesita del castigo físico para tener un comportamiento adecuado; y en todo caso, tiene sus instintos y su personalidad propia la cual requiere de un espacio vital y un trato correspondiente. Puede haber incluso un componente de antinatural si intentamos dominar y someter su comportamiento, sobre todo si es de forma violenta o estresante para el animal. O al volcar sobre el animal nuestras frustraciones y problemas usándolo como válvula de escape. ¿Que se gana al hacerles daño? Tener una mascota, repito, es una gran responsabilidad y se tienen para quererlas y cuidarlas, si no vas a ser capaz mejor no tenerlas. En todo caso, por muchas leyes que tengamos, depende de la moral y educación de cada uno, no puede haber un policía en cada casa. Hay que enseñar a los más jóvenes que un animal nunca será tan valioso como una vida humana, aunque merece también respeto. Vi hace poco una película, Marley, que realmente me emocionó. El protagonista es un perrito labrador adoptado por una pareja interpretada por Jennifer Aniston y Owen Wilson; el animal es un poco revoltoso, sin embargo, es parte de su encanto. La película sabe mostrar muy bien las dificultades de convivencia que tiene la pareja, y también con el perro, sobre todo cuando la familia crece con la llegada de varios niños. A pesar de las dificultades de todo tipo Marley pasa toda su vida junto a esta familia, que es la suya, y en ningún momento piensan en desprenderse de él a pesar de las dudas. Se trata de una película muy ilustrativa y en cierto modo educativa en la relación hombre-animal doméstico. Búsquenla, totalmente recomendable tanto para niños como adultos.

A pesar de todo, esta discusión tiene un alcance mucho mayor, hasta filosófico. ¿Tienen los animales alma como las personas? ¿Dónde ponemos el límite, en una hormiga? ¿Un ratón? ¿Una sardina? Claramente habría que empezar por las mascotas, los animales que hemos escogido para ser parte de nuestra familia; pero también por el resto de animales domesticados que nos sirven de ayuda y alimento, como ganado vacuno, ovino, porcino, equinos, etc. Sin embargo, ¿qué pasa con los animales salvajes? ¿Puede un pastor dañar a un lobo para proteger su ganado? ¿O a un zorro que acaba con un gallinero? ¿Debemos defender a las gacelas o cebras devoradas por los depredadores del escalón superior de la pirámide alimenticia? En fin, complicado, así que pasito a pasito. Esta nueva ley es otro avance más.

 

 

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