La Sierpe y el Laúd tributó un emotivo homenaje al escritor y poeta ciezano
Rosa Campos Gómez
El pasado jueves, 8 de mayo, celebramos el hecho de conocer a Ángel Almela y de aprender de y con él. El emblemático claustro del Convento de San Joaquín y San Pascual, que hoy forma parte de la Biblioteca Municipal de Cieza, nos acogió con calidez, mientras fuera llovía, generando un ambiente de buen presagio para futuras cosechas poéticas.
Los reconocimientos, si se hacen cuando la persona está en plena vigencia participativa y creadora, tienen un valor añadido, porque, de alguna manera, sientan precedente de que estos sucedan en ese tiempo que permite disfrutarlos a la vez que se sigue en activa brecha. Esto es lo que al rendir este homenaje a Ángel Almela Valchs, maestro y poeta, hemos querido brindar, como agradecimiento por su manera de ser y hacer, junto a todas las personas que hemos acudido a la Biblioteca Padre Salmerón. Homenaje en el que Miriam Salinas, presentadora y entrevistadora del acto, le fue planteando preguntas, tras cada sección del documental ‘Una vida de letras’, dirigido por Pedro Diego Gil López, con la intervención y apoyo de todo el grupo sierpero. El diálogo establecido entre Miriam y Ángel, al calor del contenido del video, fue vitalista, porque abrió las puertas de los procesos creativos del poeta, de los proyectos compartidos con el grupo y del compromiso con la cultura local y regional; fue nostálgico porque vinieron a la memoria miembros fundamentales, como Aurelio Guirao, Manuel Dato, Jesús A. Salmerón, Isabel Mascuñán, Bartolomé Marcos y Carmen Carrillo, que ya no están con nosotros, aunque sí su legado; y fue muy conmovedor porque así lo hicieron las palabras dedicadas por compañeros, escritores, amigas y amigos, demostrando el gran respeto, admiración y cariño que se le tiene, y muy especialmente por las sembradas en los comentarios, habitados de profundo humanismo, con los que él respondía a las preguntas de hondura y cercanía planteadas por Miriam Salinas, y por los poemas que recitó con su manera decir que inevitablemente impregna, entre otros el dedicado a su amada compañera y madre de sus hijos -José Ángel, Ana y Marta-, a quienes ha dedicado sus poemas.
ANA: “Hay una ciudad que lleva tu nombre, / un lugar en el que arden las palabras / como un gran propósito que enerva la tibieza / y donde lo urgente es tu calma / que aquilata el mundo y mi fe. (…)
Soy y seré / su pasajero accidental más constante / no el único huésped, lo sé, / pero guardo en la memoria, / el porvenir de tus calles adoquinadas / cuando quinceañera / madurabas la luz nocturna de la tarde.
Hay una ciudad que lleva tu nombre / Y en todos sus lugares quiero estar, / una ciudad que es mi voz / y en la que quiero / acabar dibujando los rezos que deseo / cuando por la noche, te acuestas / a mi lado”.
Ana Lucas, su esposa, tan importante en su vida, y tan querida por quienes integramos La Sierpe y el Laúd, porque sin ella, sin la maravillosa acogida que siempre nos ha deparado y sin su compañía en las actividades y encuentros, nada sería lo mismo.
Ángel Almela Valchs, diplomado en Magisterio y licenciado en Pedagogía, es un referente cultural local y allende nuestras fronteras. Inició su compromiso literario publicando en la Revista ‘El Caimán’ (1976-1978), hecho sobre el que escribió el ensayo ‘Conjurar el miedo con la palabra (El Caimán, una revista literaria en Cieza, en la transición española)’ (Cuadernos ciezanos, Tras Cieza, 2019), aunque su producción literaria está centrada en los poemarios ‘El silencio de un latido’, ‘Sabor a mar’, editados por la Revista Literaria La Sierpe y el Laúd, n.º 4 (1984) y n.º 9 (1991), respectivamente; ‘Equipaje Elemental’ (Editora Regional de Murcia, 2007); ‘En el tono de las cosas que importan’ (Editorial Tres Fronteras, 2009); ‘ Al otro lado yo’ (n.º 5 de Acanto, Ed. La Sierpe y el Laúd, 2010), ‘Muro de Carga’ (Ed. La Fea Burguesía, 2020) y ‘Los días en la Tierra’ (MurciaLibro, 2022).
Su trayectoria es amplia y activa, porque es un trabajador nato, lo ha demostrado siempre, y actualmente, en la reciente Feria del Libro, lo hemos podido ver en dos presentaciones de libros —‘The Beatles. Unas Notas’, junto a Juana Martínez Vázquez, y ‘El narrador y sus demonios’, junto a Federico de Arce, con un Recuerdo significativo a Bartolomé Marcos— en las que desde su percepción de lo leído hizo jugoso y rico bagaje con el que convocar a la lectura. Y aunque sea algo más particular que me concedo, no puedo dejar de citar el precioso e inspirador prólogo que escribió para el libro ‘De colores’ y la seguridad que me transmitió su compañía en la presentación.
Los recitales a los que hemos acudido, locales, regionales y de otras comunidades, han sido una fiesta en la que su voz ha puesto esa luz necesaria que los versos reclaman.
Mucho se podría decir de su poesía, pero es mejor que la leamos y que permitamos que ella nos hable de esas cosas que alimentan el vivir. Sírvanos como ejemplo estos poemas que tres compañeros leímos esa noche:
Despiertas
Me llamo Ángel y / despierto. /Posiblemente no me acordaré que he dormido / entre elementales luces y en el claroscuro /abrazando el tiempo y al cobijo / de las miradas de los hombres. No recordaré que desde el otro lado / He extendido mis girones de sombras / en una noche fría y lenta / que me he enfrentado al aliento de Dios / y que me he atrevido a tocar su cristal.
Despierto. / Posiblemente el día sea, será, / más siento ahora florecer la flor y el beso /en la ciudad que lleva tu nombre, / mientras me siento nube y mojo tu cama. (‘Al otro lado, Yo’).
Madurez
Hasta llegar a la madurez, / Las palabras son una fiesta / donde el tiempo es apenas una pompa de jabón / sin importancia, / donde al aire tibio/ es un lugar donde brotan paisajes/ de sal y agua. / hasta llegar a la madurez / puede que la realidad esté bordada en nuestros ojos/ y en el límite exacto de nuestros dedos, / una línea donde habitan voces cercanas, / el humo y el frío. / Esperar la salida del autobús/ y una bufanda de lana humedecida por el vaho / son espacios y rutinas que hoy recuerdo / con la tranquilidad torpe / de quien arrastra los pies por las calles.
Hasta llegar a la madurez / no cuenta la memoria sino la de sus sueños, las palabras no cuentan, Invocan.” (‘Los días en la Tierra’).
He tocado el viento. He salvado el monte que representa la palabra en un muro escrita. He sacado el futuro de una canción, y con la boca enjugada de sol, he sido.
En el origen el verbo tengo palpitaciones que no me impiden escribir sobre la interminable lista de los locos, y de todos mis opacos roles, quedan las chispas que tocan la razón, y el sentido de la luz en la cara.
He sido también en el viaje, en la señal que deja la huella en el camino y que uno mira receloso porque representa un tiempo ya gastado, he sido en el por qué y en el cuándo de mis poemas, de mis oraciones y monólogos. Como una hormiga laboriosa concluyo mis ideas que exaltan una fe ya meditada. Corro hacia el banco de mis pensamientos, como no confiando en mis propias dudas, tiemblo.
A pesar de todo esto, he sido pájaro, niebla, tormenta, luz, tiempo, árbol, y embrionariamente, he sido paciente de mí mismo.” (‘Equipaje Elemental’).
Ángel Almela nos invita a comprender que “podemos abrir la puerta a la luz / para que salga, / o dejar que ilumine los restos del incendio. / El miedo, al cabo de un tiempo, cansa, / y ya no tenemos tiempo, / este ha caducado” (‘Muro de carga’), porque las palabras, sentidamente dichas, no permiten que el miedo asedie, aunque dejen claro que hay sombras, también que estas saben convivir con las estelas luminosas.