Una serie no apta para niños, según María Bernal

Una serie no apta para niños

Mucho se habla de la repercusión que está teniendo la última adquisición de Netflix, El juego del calamar. La viral advertencia del prejuicio, que puede causar en los chavales, se ha convertido en una especie de grito de guerra para que los soldados, en lugar de atacar, no sigan esta estrategia de ofensiva y todo se quede en un simple juego. Pero está claro que este juego no puede quedar en la simpleza de lo tradicional, cuando las restricciones sobre sus normas brillan por su ausencia, permitiéndose todo tipo de violencia para lograr ser vencedor.

Se percibe por las redes sociales un desasosiego exacerbado sobre las consecuencias que puede tener la visualización de esta serie por parte de los pequeños. De hecho, hay un cartel que intenta expresar que es una serie no apta para niños; al parecer, en los colegios ya se ha empezado a poner en práctica este sistema de juego.

Teniendo en cuenta que los padres y madres de los menores deben controlar en todo momento lo que ven sus hijos, es de sentido común que no vean esa serie. Ahora bien, si los padres son de ese pensamiento tan atípico e incomprensible de que los niños tienen que verlo todo sentados al lado de un adulto, entonces sí es necesaria una campaña de concienciación que sea capaz de martillar la cabeza de esos adultos que más que neuronas, en mi opinión, solo tienen serrín.

Los niños no tienen que ver la serie, pero, ¿y los adultos? ¿Se han parado a analizar el significado que tiene? Porque uno de los dramas centrales es el tráfico de órganos, ya que aunque es ilegal, Internet se ha convertido en un mercado en el que buscar un riñón está al alcance de casi todas las personas sin tener que pasar por una lista de espera. Suena cruel, pero esta atrocidad también está ahí y, ante la desesperación, las personas son capaces de todo. Y ahí hallamos el quid de la serie: la desesperación.

Más de cuatrocientas personas con problemas económicos y con sus prestamistas ilícitos pisándoles los talones a punta de cañón, son convencidos por una banda de amantes y enfermos de los juegos de rol para participar en uno de ellos a cambio de ganar una inalcanzable suma de dinero, pero en las reglas del juego no tienen cabida los perdedores eliminados, ya que estos son aniquilados de un tiro, en lugar de expulsarlos. Todos participan, ya que están desesperados por saldar sus deudas.

Analizando bien los mensajes que se pueden descifrar de la serie, se puede llegar a la conclusión de que, en efecto, no es para niños, pero sí para muchos padres y madres, esclavos del capitalismo de este siglo y partícipes compulsivos del mundo de las apariencias por encima de todo, aunque para ello sea necesario hipotecar hasta la propia vida. Y es que a lo que sí hay que tenerle miedo es a la ambición, ese defecto que se apodera irrefrenablemente de tantas víctimas carentes de personalidad y ebrias de orgullo. Y lo más alarmante es que esta actitud es la herencia que les está quedando a los niños, por los que se pone el grito en el cielo por una serie que no deben ver, pero por los que no se preocupan cuando les dejan un teléfono móvil.

Conforme empieza el juego se observan dos escenarios: el de la avaricia humana, por no retirarse del juego y tener la opción de vivir, a costa de matar a otras personas, y el del compañerismo y la humildad que acaban haciendo a Seong Gi-Hun vencedor del juego, a pesar de querer rendirse en más de una ocasión por salvaguardar la vida de sus compañeros.

No le tengamos tanto miedo a esta serie porque simboliza el día a día al que nos enfrentamos. Mejor temamos a la sociedad que se transforma para mal, porque cada vez se respira más en el ambiente ese afán de querer ser más que nadie a costa de pisotear a todo aquel que se ponga por delante. Y este es uno de los mensajes del juego del calamar.

No nos echemos las manos a la cabeza por su emisión; en Internet hay vídeos e imágenes francamente perjudiciales, muchos más violentas e incluso pornográficas, sin embargo, pocos padres controlan el contenido al que acceden sus hijos. Y esto sí que no es idóneo para niños que a temprana edad saben manejar el teléfono móvil mejor que los adultos, y en lugar de preocuparse por ese juego, se preocupan por la emisión de una serie que, evidentemente, no es apta para niños.

 

 

One thought on “Una serie no apta para niños, según María Bernal

  1. JOSE LUIS SALMERON MARTINEZ

    Analizando bien los mensajes que se pueden descifrar de la serie, se puede llegar a la conclusión de que, en efecto, no es para niños, pero sí para muchos padres y madres, esclavos del capitalismo de este siglo.
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    Otra mas a apuntar en la lista de idiot@s que al ver la serie dicen:
    Es mejor vivir en Corea del Norte que en Corea del Sur.
    ¡Ande va a parar!

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