Una secuela de dolor para llegar a la Gloria, por Verónica Baños

   Imagen de Verónica Baños

Verónica Baños Franco, periodista y cofrade

 

Era 2019 en el mes de abril

cuando a los nazarenos y su sentir,

la lluvia y sus consecuencias decidieron herir.

 

Meses de trabajo para días de sufrir

que parecían hacernos resurgir,

como de las cenizas el ave fénix,

con una nueva Cuaresma por vivir.

 

Mas no lo vimos venir…

 

Aunque en origen pareciera lejano y baladí,

pronto la alerta copó todo el mapamundi,

las consecuencias se multiplicaron por mil,

y, sin apenas darnos cuenta, lo tuvimos aquí.

 

De entre todas las noticias que salían,

había una que todo cofrade intuía

pero nadie leerla quería:

Jesús, María y compañía,

otro año en casa y, ahora, sin feligresía.

 

No hay nazareno a quien la decisión no hunda,

mas de su necesidad no cabe duda.

Las medidas son claras y rotundas

para que pronto termine esta locura

y todos, juntos, ganemos esta cruel lucha.

 

Sin embargo, no deja de ser extremadamente difícil

que con el fin de superar esta grave crisis

haya que renunciar a lo que cada año nos hace sonreír.

 

Diez días de Pasión y revivir

que nos ayudan a reforzarnos, a seguir,

con el único propósito de que nunca llegue un fin.

 

Quizás debamos sacar una enseñanza de esta Cuaresma

para que el anhelo y la ilusión no sufran una merma,

porque no siempre desespera el que espera,

siempre que sea capaz de apartar la pena.

 

El objetivo es que sigamos todos en la lista,

así que, nazareno: si sales, calienta;

que mientras el enemigo veloz se resienta,

habrá que superar esta prueba de fe y paciencia;

este examen de responsabilidad y conciencia.

 

Dicen que no dejemos nuestra esperanza perdida,

que a la tercera va la vencida,

no sé… me gustaría estar convencida…

 

Encontrarle a esta situación una salida

y ponerle un final con hora y día;

saber que pronto volveremos a la vida,

a las calles, los contactos y la alegría.

 

Rezaremos porque pase todo esto,

ahora, o en cualquier momento.

Porque cesen los lamentos;

de los afectados, sus tormentos;

porque ellos recuperen el aliento…

 

Creamos en que acabará el confinamiento

y se incrementarán las órdenes de acercamiento.

 

Pasarán las cuarentenas

y subirán las condenas:

por atracos a abrazos armados,

por heridas de besos enamorados,

por hurtos de mimos robados…

 

Oraremos porque los únicos contagios sean de risas;

las ausencias, de despedidas;

los datos, de muchos turistas;

y los desplazamientos, para a la familia hacer visitas.

 

Rogaremos porque los estantes vistan sus calzas,

llenen su buche de caramelos y habas,

ensanchen su corazón e inunden su alma,

para con fuerza elevar los tronos al alza.

 

Pediremos porque la penitencia salga por fin de casa,

se colmen de cera las calzadas,

las túnicas pasen por la plancha,

y se cumplan todas las promesas descalzas.

 

Mientras, toca vivir la Pasión 2020 desde el interior,

aunque sea un ejercicio realmente duro,

para que el sentimiento sea superior

y alcancemos la Gloria en 2021.

 

 

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