Un pacto educativo, por Diego J. García Molina

Un pacto educativo

¿Es tan mala la educación pública en España? ¿Lo son sus resultados? En principio la respuesta debe ser afirmativa puesto que, por un lado, cada 5 años de media tenemos una nueva ley de educación, por lo que debemos suponer que la anterior no servía y necesitaba una reforma completa. Además, cuando los resultados a nivel OCDE siempre nos dejan en la cola de las clasificaciones a la altura de los países menos desarrollados del continente, evidentemente, algo no se está haciendo bien. Es más, analizando detenidamente estos resultados podemos concluir que los resultados educativos cada vez son peores a pesar de que los profesionales cada vez están mejor formados, disponen de mayores y mejores medios, tecnología y dinero. Solo habría que comparar el gasto en educación en los años 80, por ejemplo, con el actual, o los medios disponibles, que en muchas ocasiones se limitaban a una pizarra y tiza. También es cierto que hoy día hay muchos más alumnos escolarizados en proporción lo que contribuye a que sea difícil realizar comparaciones. No obstante, ese no es el objetivo del artículo, sino poner el foco en la actuación política sobre este campo.

Desde que vivimos en democracia hemos tenido 7 reformas de la ley de educación, dos del PP y 5 del PSOE. Aunque debemos considerar también que la LOCE, la ley que publicó el gobierno de Aznar solo estuvo vigente unos pocos meses pues al llegar al poder Rodríguez Zapatero en 2004 una de sus primeras acciones fue derogarla. La ley del 2006 de este gobierno socialista, la LOE, permitía que los alumnos pasaran de curso con dos asignaturas suspensas consiguiendo, de esa forma, bajar el nivel de exigencia mínimo aceptable. Con gran parte de la comunidad educativa en contra, incluyendo sindicatos como CCOO, ANPE o USO, la promoción en la ESO era una de las principales quejas. Dos leyes educativas después la situación no ha mejorado demasiado y esta última LOMLOE ha conseguido poner a casi todo el mundo de acuerdo en su contra: soluciona pocos problemas y crea otros nuevos. Hay pocas dudas de que el PP modificará, de nuevo, la ley educativa cuando alcance el poder, y a su vez, el PSOE, en desacuerdo con ellos, o bien la derogará directamente o volverá a trabajar en una propia. Parece el cuento de nunca acabar.

He oído y leído en muchas ocasiones que los socialistas buscan tener ciudadanos cada vez más burros y desinformados para que sean sujetos más simples y sencillos de manipular, consiguiendo así fácilmente su voto. No estoy en absoluto de acuerdo, no creo que sea ese el propósito final, aunque pueda ser una consecuencia indeseada. Mi opinión es que, en muchos casos la izquierda de este país ha quedado apresada en el antifranquismo, o piensan que es lo que busca su electorado, y no legislan buscando una mejora del bienestar común, sino en oponerse o en hacer lo contrario de lo que se hizo durante la dictadura. Es como si el esfuerzo, el trabajo y la exigencia en la etapa educativa fuera un vestigio del franquismo y no el único camino hacia la excelencia educativa. De ahí ese interés por que los alumnos no trabajen en casa y únicamente lo hagan en su centro educativo, permitirles pasar de curso a pesar de no estar preparados para la siguiente etapa, y otras medidas que lo único que consiguen es relajar la motivación de los alumnos consiguiendo alentar y justificar el fracaso escolar. Hablando en plata, que mandar deberes y hacer repetir curso a los alumnos es de fachas.

Afortunadamente, el amor por su trabajo de tantos docentes, el interés por labrarse una carrera profesional de una gran cantidad de alumnos y la búsqueda por parte de los padres de lo mejor para sus hijos, consigue que el sistema continúe funcionando, a pesar de los impedimentos. Aunque no todos lo consiguen; una familia con los dos progenitores trabajando (incluso así es complicado llegar a fin de mes en estos tiempos) lo normal es que no puedan dedicar suficiente atención a la evolución estudiantil de los hijos hasta que es demasiado tarde. Es importante reconocer que el mejor ascensor social siempre ha sido la educación: el acceso a una carrera universitaria, una oposición a una buena plaza, una buena formación profesional para poder ascender en una empresa gracias a méritos propios, montar un negocio propio… Sin embargo, para ello es imprescindible que los responsables de este desaguisado dejen de utilizar este pilar de una sociedad avanzada como arma arrojadiza y de una vez concreten, junto a especialistas del gremio, una ley educativa de consenso confeccionada para durar un mínimo de 20 años, en la cual se priorice el aprendizaje y la formación de los alumnos.

 

 

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