Tradiciones y leyendas de Cieza en la Noche de San Juan

Imágenes de José Olivares

En el presente artículo histórico se relatan las fabulosas tradiciones y leyendas originadas en la comarca durante esta noche mítica. Además, se cuenta la fascinante historia de la salida de los guerreros de la Cueva Encantada del Picacho

José Olivares

La Noche de San Juan, desde la antigüedad, ha estado profundamente arraigada en la cultura popular con  tradiciones y leyendas que le ha aportado un tono de misterio, convirtiéndola en una fecha única  desde el inicio de las civilizaciones. Coincidiendo con el inicio de este día, a las 12 de la noche del 24 de junio, se realizaban numerosos ritos y sortilegios, a través de los cuales, según la tradición, se averiguan sucesos futuros o se realizan hechos prodigiosos: curaciones, nombre de futuro novios, felicidad o adversidad durante el siguiente año, etc.

El origen de esta celebración se remonta a tiempos anteriores al cristianismo. En esa época, el fuego se encendía coincidiendo con el solsticio de verano con el objetivo de purificar y “dar fuerza” al sol, ya que a partir de entonces los días iban haciéndose más cortos hasta llegar al segundo solsticio, el de invierno.

Tras la aparición del cristianismo, las antiguas tradiciones fueron asimiladas dentro del calendario cristiano y la costumbre de encender hogueras quedó unida a la celebración del nacimiento de San Juan Bautista. Para muchas de las culturas antiguas, el solsticio de verano no era solo una excusa para festejar o rezar, se trataba de algo esencial para su existencia.

Asociado con la agricultura, el solsticio de verano era un recordatorio de que las cosechas habían llegado a su punto álgido, por lo que el calendario era muy importante,  mucho más de lo que lo es ahora.  “La gente quería saber qué era lo que iba a pasar, para poder estar preparados”.

Es la noche idónea para la recogida de plantas curativas en el ámbito de la etnobotánica, como la  hierba de San Juan (Hyperycum perforatum L). Las mujeres se lavaban la cara con el agua que dejaban en la calle durante toda la noche. También se ponían pétalos de rosa en un recipiente abierto y la dejaban al relente toda la noche, lavándose por la mañana con esa agua y así se creía que realzaba su belleza.

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Las solteras que querían encontrar novio, cogían varios papeles doblados con el nombre de los jóvenes que les gustaban, colocándolos debajo de la almohada y al amanecer del día de San Juan, cogía uno al azar y el nombre que salía, correspondía al futuro cónyuge.

Entre los huertanos, también era noche propicia para tratar de averiguar el tiempo que haría durante el año con la consiguiente repercusión en las cosechas: echaban un huevo en agua, si la clara tomaba forma de barco, era bueno el año; si se asemejaba a una torreta, malo.

La lluvia en San Juan no es beneficiosa, lo confirma un conocido refrán: “Agua en San Juan, quita el aceite, vino y no da pan”. La explicación sería no da pan porque el trigo en estas fechas está segado y al mojarse se estropea el grano, quita vino y aceite, porque la uva y la oliva están en esas fechas “cerniendo” (echando la flor) y si se moja deja de crecer. Se creía que plantando una rama de higuera en la noche de san Juan enraizaba seguro.

Curar las hernias de los niño/as también estaba extendido. En la mayoría de los pueblos intervenían dos personas que debían llamarse Juana y Juan; existiendo pequeñas diferencias en las fórmulas que usaban. En Jumilla: “Dámelo Juan. Tómalo Juana. Dámelo sano como una manzana”. En Villanueva del Río Segura: “Este niño te entrego quebrado. Sano me lo has de dar”. Tómalo Juana. Dámelo Juan así, cuando se dice “Tómalo Juana” se entrega el niño al hombre y viceversa. Se realizaba pasando tres veces el crío/a,  sobre la rama de una higuera, no obstante, había alguna excepción, como en Cieza, que era sobre un ciruelo.

También es noche de leyendas para la fantasía popular, como las de apariciones de “damas encantadas”, generalmente vestidas de blanco, que suelen proceder de alguna cueva o paraje natural. Como es el caso de la encantada de la Fuente del Ojo en la sierra de Ascoy, que por mal de amores permanece eternamente encerrada en lo más profundo del manantial, saliendo a la superficie de este sólo la noche de San Juan, llevándose con ella a los mozos que osaran  asomarse a esta  fuente.

En el Picacho (Picarcho), podemos encontrar otro lugar de interés estrechamente relacionado con esta noche mágica: La Cueva  de los Encantados. Se accede por una sinuosa pista forestal que tiene su inicio en el Puerto de la Mala Mujer.  Recorreremos un inmenso mar de esparto cruzando, ramblas ricas en especies vegetales como el romero y tomillo. En cuanto a la fauna destaca la tímida y esquiva Alondra Ricotí o de Dupont (Chersophilus duponti). Este ave esteparia,  hace notar su presencia pese a conocerse como “fantasma de las estepas”, en un territorio que se ha convertido en su esperanza para alejar la amenaza de extinción que pesa sobre ella. Deseamos que la iniciativa de declaración de ZEPA, que han promovido asociaciones medioambientales y culturales de Cieza y comarca, llegue a buen puerto en pro de su preservación.

Proliferan una serie de pequeños caminos en otros tiempos más frecuentados, que pueden dificultar la localización por lo que debemos dejarnos guía por la imagen, siempre majestuosa, del Picarcho que, con sus 745 metros sobre el nivel del mar, nos llevará hasta una pequeña explanada donde se inicia una tímida senda ascendente y algo tortuosa, y cuyo final nos presenta una gran boca de acceso que tendremos que escudriñar para localizar una escondida cornisa a través de la cual el descenso es relativamente cómodo.

Una vez dentro, se abre ante nosotros la sala principal con más de 25 metros de largo, decorada con una gran colada estalagmítica que tapiza la pared, enmascarando así la forma primigenia de la roca. Debido al cambio de luz, se hace difícil distinguir a simple vista cuál es su color original. Se pueden reconocer en su base tres insculturas de unos 50 cms de diámetro y 25 cms de profundidad. El agua que tiempo atrás rezumaba la colada se depositaba en estas cazoletas, lo que posibilitaba a pastores hispanorromanos abastecer su ganado, a juzgar por los materiales arqueológicos hasta ahora documentados en el interior de esta cavidad que son en su integridad de época romana.

Dirección sur, otra enorme colada litogénica hace acto de presencia deslizando su mineral suave y terso desde el techo a mas de 5 metros.  La caliza hace sugestivas formas  al sedimentar su carbonato, mientras el sol penetra por los resquicios que dejan libres las ondulantes ramas de la higuera que crece en la entrada, movidas por el generoso aire del Picacho, y es aquí donde el increíble espectáculo de la creación muestra sus encantos no deteniéndose ante ningún obstáculo y conjurando el reino mineral con el vegetal en una perfecta simbiosis.

Ya estamos sumergidos en su interior, imaginemos, sentados en círculo, rodeado de esa magia entre sombras y luces como fluyen los relatos de leyendas en torno a la gruta:

Tomás Escobedo entrevistó a varios habitantes y campesinos de la zona y recoge que en la cueva del Picacho, cuando nace o se pone el sol, durante el crepúsculo brotan una serie de sombras que luego se transformarán en guerreros que caminan en fila india, refulgen apenas sus armas con la luz horizontal del  astro rey. Su forma de avanzar es singular; los que van en cabeza se reintegran continuamente a la retaguardia y reinician el avance infatigable hasta la vanguardia. Unos dicen que salen diariamente y otros que sólo durante el día de San Juan, y una vez concluye su paso se refugian de nuevo en la cueva. Los campesinos afirman que no pueden aproximarse porque las siluetas se alejan o desvanecen.

Francisco Angosto cuenta que, el día de san Juan, mientras que están dando las doce del Sol al mediodía, en las inmediaciones de esta cueva, se produce un viento huracanado que trae sonidos de marcha militar.

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Mario Roso de Luna en su obra ‘Del Árbol de las Hespérides (Cuentos teosóficos españoles)’ recoge la leyenda  de La Cueva de los Encantados:  Un buen amigo me dice: “En el término de este pueblo existe una cueva de bastante extensión y altura, donde crece una higuera que jamás pierde la hoja ni echa fruto (sobre esta “siempre verde higuera” podría escribirse un extraño epígrafe, porque uno de los detalles más típicos, concomitante con ciertas vivencias astrales, es el de “la planta siempre verde y que gira vertiginosa”; pero hoy no es ocasión de abordar un problema psíquico tamaño que nos apartaría demasiado de los sencillos relatos objeto de este volumen), y es creencia general, apoyada por el testimonio de varios que dicen haberlo visto, que el día de San Juan, al despuntar el día, sale de esta cueva una gran cohorte militar de espectros con caballos de guerra ricamente enjaezados, guerreros que, precedidos de fantásticos estandartes, se dirigen hacia el Sur, despareciendo en la lontananza, cual si evocasen algún hecho lejano histórico por allí acaecido…”

Montes y Mengual recogen en  tierras jumillanas una versión  basada en la salida a galope desde el interior de la cueva de una centuria romana con gran estruendo y bullicio y los consiguientes destrozos en los cultivos próximos.

Y, por último, la versión recogida en Cieza, narra la historia de Bernardo del Carpio, caudillo y vencedor del Emperador Carlomagno en Roncesvalles. Tras derrotar a un ejército islámico se vanagloria de su triunfo, arrogante y orgulloso por sus victorias, declarando la guerra al mismo Dios, lo que le acarrea una mítica condena: Vivirá encantado hasta el día del Juicio Final en  la gruta del monte del Picacho. Pero le concede, misericordiosamente, una salida en el día de San Juan con toda su hueste y antes del alba debe regresar de nuevo a su rocoso cautiverio. Los campesinos comentan que a la mañana siguiente, aparecen todas las cosechas arrasadas y destruidas por los jinetes y soldados del legendario guerrero.

Es de interés  señalar el paralelismo de estos encantados de nuestro entorno con las encantadas, desde las perspectivas etnográficas son, quizás, una interesante variante de las leyendas encantadas extendida por toda la Península Ibérica. Podemos ver a golpe de vista que ambas son apariciones que surgen de cuevas en la que existe alguna fuente o manantial natural pero:

–Los encantados: son seres que surgen, caminan y desaparecen.

–Las encantadas: son seres peligrosos que hacen complicadas preguntas a quienes se cruzan en su camino y les plantean un dilema de elección en el que se juegan su alma. Han de elegir entre la bella encantada y el objeto que suele portar (peine o espejo normalmente) debiendo siempre escoger el objeto, ya que así se libera de su maldición, tanto el caminante como la encantada.

En todo caso, y de todas las maneras, es recomendable visitar y experimentar todas las sensaciones que, casi siempre, cuesta describir.

 

 

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