Top secret, por José Antonio Vergara Parra

Top secret

Piensa mal y acertarás, reiteraba quién yo me sé con pesimismo ontológico. Mientras me fue posible desoí el consejo pues, puestos a elegir, antes hieles traicioneras en carne propia que ofensas preventivas sobre espíritus inocentes.

No obstante, aquella recomendación es útil a veces pues el azar es tan escaso como copiosa la intencionalidad.  El mundo anda globalizado o eso dicen. Y debe ser cierto porque casi nada de cuanto sucede, por remotas que sean las coordenadas, nos es ajeno.

Las comunicaciones por tierra, mar y aire nos han acercado que es una barbaridad pero no sólo a nosotros sino también a unos bichitos que, según el día, nos usan como huéspedes o mártires.

De lo que nos cuenten creámonos la mitad de la mitad y lo que reste, en apariencia veraz, pongámoslo en cuarentena. No sé si me explico. La verdad interesa a muy pocos; acaso a un puñado de románticos que, por recompensa a su inconsciencia, hallarán el desprecio de ambos flancos y ningún provecho material. Los medios de comunicación pugnan por sus respectivos intereses y la verdad se convierte en plastilina con múltiples posibilidades.

Pero hay algo de lo que no pueden privarnos: de la lógica y la razón. Supongo que el padre intelectual de la lógica, Aristóteles, no estaría muy de acuerdo con Albert Einstein, cuando dijo aquello de que la lógica te lleva de A a B pero la imaginación nos lleva a todas partes. La razón vendría a ser el juicio aséptico de la realidad o la apreciación desapasionada de los hechos. Pero si en verdad queremos ser razonables, habremos de correr riesgos; incluso el de carecer de razón porque razones hay muchas y ninguna pura. Que se lo pregunten al prusiano Kant, que vio en la empírica una aliada necesaria del racionalismo.

Hablemos del coronavirus. Pongamos negro sobre blanco las pocas certezas que nos constan y después usemos la lógica, la razón y una pizca de imaginación albertiana.

Primera certeza. A mediados de diciembre, en la ciudad china de Wuhan, se detectan casos extraños de neumonía.

Segunda certeza. 31 de diciembre. Se comunica a la Organización Mundial de la Salud que 27 personas padecían neumonía de origen desconocido, y que la mayoría eran trabajadores del mercado de marisco de la ciudad de Wuhan; siete de ellos se encontraban en situación crítica.

Tercera certeza. 9 de enero. La OMS confirma que un nuevo tipo de coronavirus había sido aislado en una persona hospitalizada. Ese mismo día, el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades publica su primera valoración del riesgo en la que, entre otras cosas, dice: «Teniendo en cuenta que no hay indicios de transmisión de persona a persona y que no se detectan casos fuera de China, la probabilidad de introducción en la UE se considera baja, pero no puede excluirse» 

Cuarta certeza. 13 de enero. Tailandia confirma el primer caso de COVID-19 fuera de China. La afectada fue una mujer china de 61 años QUE NO HABÍA VISITADO el mercado de Wuhan.

Quinta certeza. 11 de marzo. La OMS califica la epidemia de coronavirus como pandemia.

A partir de estas premisas, que constituyen hechos irrefutables, hagámonos unas preguntas sencillas:

Primera.- Si el 9 de enero, el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades no excluyó totalmente el riesgo, ¿por qué no se tomaron medidas desde ese mismo instante para enervar esa eventual pero latente amenaza?

Segunda.-  Si cuatro días más tarde, el 13 de enero, el caso de Tailandia confirmó el contagio de persona a persona, ¿por qué la OMS tarda casi DOS MESES en declarar la pandemia?

Tercera.- ¿Por qué la OMS tarda todo ese tiempo en decretar la pandemia cuando hasta ese mismo día, 11 de marzo, constaban ya 125.865 casos de coronavirus y 4.584 fallecidos repartidos por CIENTO CATORCE países? ¿Qué más necesitaba saber?

Cuarta.- Países como Corea del Sur, Israel o la ciudad-estado de Singapur, desde el minuto uno, comprendieron la gravedad de la amenaza y aprobaron medidas muy drásticas, con unos resultados excelentes. ¿Por qué democracias y economías supuestamente avanzadas como Francia, Italia, España, Alemania, Gran Bretaña o EEUU, no tomaron idénticas medidas? ¿Acaso valoraron el riesgo con dispar criterio? ¿O es que la información que manejaban Corea del Sur, Israel o Singapur era distinta que la de las naciones citadas?

Quinta.- Desde una óptica más doméstica. ¿Por qué el ocho de marzo se celebran en España cientos, sino miles, de actos multitudinarios y veinticuatro horas después se decreta el estado de alarma? ¿Qué información determinante, desconocida hasta ese momento, fue revelada al gobierno en la madrugada del ocho al nueve de marzo, que justificara tan visceral cambio de actitud? *(1)

Respondan con honestidad, si así lo desean. ¿Qué datos de los aportados en este artículo son inciertos? ¿Hay alguna pregunta que les parezca impertinente? ¿Alguien cree que no tenemos derecho a plantear estas dudas, como otros la obligación de disiparlas? 0, ¿en qué consiste exactamente la democracia? ¿En censurar al oponente y aplaudir al propio sin que importen razones y hechos?

Según parece, la economía pesó más que la prudencia y esa imprudencia ha generado desmedido dolor y un daño colosal a la economía que, como de costumbre, afectará con mayor crudeza a los más vulnerables. No diré que la economía no es importante porque lo es pero la vida y la salud lo son más.

Como ciudadanos, y en la medida de nuestras respectivas capacidades, tenemos la obligación moral de arrimar el hombre. Pero nadie nos puede pedir que renunciemos a un cachito esencial de esa misma ciudadanía: la capacidad crítica, desde el respeto, las buenas formas y la humildad bien entendida; naturalmente.

Los políticos se presentan a las elecciones de manera libre y de manera libre los elige el pueblo. Los políticos deben saber que, como en toda moneda, hay cara y también cruz. Que pueden hallar gloria mas también censura. De sobra sé que hay muchos intereses en juego, lo cual explica muchas cosas; pero no hay un interés superior al del bien común y ninguna falacia debería nublar la verdad.

No dudo de las capacidades e inteligencia de mandamases y científicos. Lo que me pregunto es a quién sirven.

 

*Nota: El gobierno es quien, por razones obvias, manejaba la información y es el Gobierno el obligado a compartirla y a adoptar las decisiones políticas, legislativas y ejecutivas que correspondan. Ni VOX, ni los presidentes de los equipos de fútbol, ni los organizadores de eventos multitudinarios, ni siquiera yo, recibimos información de los servicios de inteligencia, de la OMS ni del Centro Europeo de Prevención de Enfermedades. Por más que he buscado en la bandeja de entrada de mi correo, no he hallado comunicaciones de los citados organismos.

 

 

One thought on “Top secret, por José Antonio Vergara Parra

  1. Ludovic

    Nota de interés: Señor Vergara, como es usted persona razonable y de buena disposición -nunca lo he dudado-, he de advertirle seriamente de un error que desmembra y desgrana todos sus argumentos, por lo menos los posteriores. En su pregunta quinta, y última, que figura en negrita para darle cierto énfasis, comete el extraordinario error de decir que el Gobierno cambió de opinión radicalmente 24 horas después de permitir las manifestaciones -y partidos de toda clase de deportes, y funciones de teatro, de cine, etc… incluso reuniones de ciertos partidos políticos que ahora acusan-, del día ocho al nueve, y entonces decretó, para ese mismo día nueve de marzo, el estado de alarma. Pues bien: o yo estoy ya totalmente desconcertado debido a este confinamiento, o es cierto que se ha equivocado.
    El estado de alarma se decretó el día quince de marzo de 2020. Me parece que la opinión del Gobierno, así como la de muchos de nosotros -la mayoría, efectivamente- fue cambiando a lo largo de la semana. No nos lo podíamos creer, y quien diga lo contrario miente descaradamente, a sabiendas.
    Usted no miente, señor Vergara, sólo se ha dejado llevar por su propio despiste.

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