Solo sí es sí, por José Antonio Vergara Parra

“Sólo sí es sí”

La ley así conocida, tras ser aprobada en el consejo de ministros, anda de trasiego parlamentario. Sin entrar en la letra menuda, que pudiera sufrir modificaciones, el espíritu y arquitectura global de dicha norma me parecen bien, pues bien está toda ley que prime a la víctima sobre el verdugo. De perogrullo, ¿verdad?

Mas, como todo es susceptible de mejora, me he permitido mandar a todos los grupos parlamentarios una propuesta para endurecer los correctivos del tipo penal de agresión sexual,  en el caso de que concurran determinadas agravantes de la responsabilidad criminal. Helo aquí.

Artículo tropecientos bis

Quien, quebrantando e/o ignorando la inequívoca voluntad de la agredida/o/e, cometiere agresión sexual, será castigado con la pena de PRISIÓN PERMANENTE NO REVISABLE.

Si concurriese alguno de los supuestos que, a continuación, se detallan, el agresor o agresores (o lo que quede de ellos) serán entregados a las familias de los damnificados para que dispongan como plazcan:

-Si en la agresión sexual se empleare una violencia extrema.

-Si dicha conducta se hubiese perpetrado de forma grupal.

-Si hubiere resultado de muerte.

-O si se cometiere contra un menor de edad o una persona con discapacidad intelectual.

En el caso de que la víctima de agresión sexual fuese un bebé, el condenado será cebado con una dieta compuesta de maíz blanco o amarillo, sorgo, arroz, trigo, cebada y quinoa. Cuando el reo hubiere alcanzado el punto óptimo de maduración, su carnaza, todavía palpitante, servirá de comida a una piara de cerdos muy hambrientos, deliberadamente famélicos.

Exposición de motivos sui generis:

No es posible eliminar el mal de este mundo. La pena, por severa que fuere, no borrará el daño causado pero aun reconociendo esta evidencia, hay cosas que sí podemos y debemos hacer. Los leguleyos de biblioteca atribuyen a la pena dos únicas finalidades:

a) La expiación del mal cometido.

b) Y la rehabilitación del penado.

Yo, que no soy leguleyo ni ratón de biblioteca, añadiría un tercero y no menos capital propósito:

c) El de disuadir a potenciales delincuentes.

La expiación y la disuasión serán eficaces en la medida en que las penas sean lo suficientemente temibles. En el caso que nos ocupa, y por la extrema gravedad del tipo penal, sólo Dios podrá comprobar la rehabilitación del penado una vez haya sido enviado a su presencia. Se aconseja anticipar la fecha del juicio divino antes de que prescriba, no vaya a ser que esta escoria se ría de Dios como del mismo hombre.

Decía antes que el mal consumado no tiene enmienda mas, teniendo en cuenta el alto porcentaje de reincidencia de estos depredadores sexuales, hemos de asegurarnos que quien lo hizo una vez no tenga una segunda oportunidad.

La sevillana Marta del Castillo contaba con diecisiete años cuando la carroña, tras prolegómenos que se presumen y estremecen a partes iguales, acabó con su vida. Corría el año dos mil nueve y hoy, trece años después, los padres de Marta todavía no han podido dar cristiana sepultura a su hija. Este caso, junto al de las niñas de Alcasser, vapuleó el alma de las gentes de bien de España que, según tengo entendido, somos la inmensa mayoría.

Antes de que las vísceras se enfríen, se hace enteramente necesario interrogar en caliente; con la suficiente privacidad, naturalmente. Hemos de asegurarnos que los culpables declarados por sentencia judicial firme canten La Traviata con cuanta afinación y fidelidad a la letra sean posibles.  Miguel Carcaño ha dado hasta siete versiones distintas de los hechos y ha señalado dispares localizaciones sobre los restos de Marta. Para esta sabandija, el asesinato de unas niñas no colma su depravación  y se permite el lujo de reírse a carcajadas de la Ley y sus agentes y, lo que es peor, del dolor de las familias.

Para ser honesto, no puedo imaginar la impotencia y desamparo de los padres de Marta y de tantos otros que, como ellos, han pasado y pasan por tan lacerantes trances. Los focos y micrófonos se apagan con celeridad pero las familias, quebradas de por vida, siguen dando pasos dolorosos que nadie escucha y nadie ve. Una sociedad, políticos incluidos, que ni ve ni oye y que sólo comprende la magnitud del dolor cuando les toca de cerca. Una sociedad huérfana de empatía y sobrada de prejuicios éticos inoculados por paladines decadentes y fútiles.

Nuestra democracia, ya talludita, pronto cumplirá cuarenta y cuatro años y todavía no hemos entendido su significado. Etimológicamente hablando, democracia sería el gobierno del pueblo. La voz gobierno proviene de una palabra griega que vendría a significar algo así como el pilotaje de un barco. A su vez, teniendo en cuenta sus orígenes etimológicos y en absoluto pacíficos, por pueblo podríamos entender el conjunto de ciudadanos. Se colige, por tanto, que los pasajeros (pueblo) eligen una tripulación (gobierno) para que guie la nave a puerto seguro, sorteando los peligros y trampas de la travesía. Pos eso, queridos. Gánense el sueldo de una puñetera vez y protejan a la gente de bien.

Las pancartitas, los bancos lilas, las “manis” chachipirulis y toda esta parafernalia de artificio suscitan hilaridad e indiferencia en los canallas que sólo piensan en cobrarse la siguiente presa. Para ser honestos, sí sirven. Para enmudecer o clamar según sea el oficio o nacionalidad del agresor sexual. Para concentrarse o diluirse según quién sea el agredido/a/e  pues, hasta en esto, son unos fanáticos impresentables.  O para vivir del cuento, subvenciones clientelares mediante.

Dicen que un imputado, hoy investigado (suena menos putesco), tiene derecho a mentir como un poseso. Confío que a un servidor le permitan idéntico derecho pues, para nada, deben tomarse en serio lo manifestado.  Considérenlo como una trola licenciosa aunque terapéutica. Sólo pensaba en voz alta antes de que pensar y alzar la voz sean delitos de lesa humanidad.

Lo juro por Snoopy y el Pato Donald.

 

 

Escribir un comentario