Solo se oye el viento, un relato de Pascual Martínez Pérez

Pascual Martínez Pérez (IES Los Albares)-2º Premio de la Categoría 1 (de 1º a 3º de ESO)

Amanece en Ghana. El sol temprano no llega a calentar los fríos cuerpos de los que viajan. Mientras andan, los recuerdos y la tristeza los invade, recuerdan a sus familiares, padres, madres, hermanos, los dejan atrás con la esperanza de encontrar en Europa un lugar mejor donde vivir.

Varios vehículos con decenas de personas los transportan de Accra a Nigeria y de Nigeria a Níger, “solo se oye el viento”. Tras varias semanas, el cansancio y el hambre hacen mella y la gente comienza a enfermar. Los conductores los abandonan en el desierto y les dicen: “Debéis encontrar el camino”. No tienen apenas comida, ni ropa para soportar las frías noches, ni agua para calmar el sol del día. Tan solo la esperanza de llegar a Europa, y que todo lo que están sufriendo cese.

Una mujer muy enferma coge del brazo a María Arthur que viaja con su marido y le susurra con una voz melancólica: “Cuando muera, cuida de mis hijos”. Con el reflejo del enlagrimado rostro de María en sus pupilas, aquella mujer, murió. Andan desde Níger a Libia, de Libia a Argelia y de Argelia a Marruecos. María Arthur reza todas las noches, lleva consigo un ángel que su madre le regaló para que les proteja.

Una noche, mientras duermen, les quitan lo poco que tenían en la frontera de Marruecos, incluso la esperanza. María está exhausta, le dice a su marido Félix: “Vámonos, si nos deportan a Ghana lo prefiero”. Pero Félix le recuerda todo lo que han luchado, lo que han soportado, todos los esfuerzos que han hecho para ahora estar allí, le recuerda que van a encontrar un mejor lugar para vivir; ella asiente y continúan con su viaje.

No saben cómo cruzar la frontera, cómo llegar a Europa, están cansados, muchos enfermos. Llegan a la altísima valla y con mucho dolor y esfuerzo consiguen pasarla. En España se les aceptó como refugiados, allí María pide que la lleven a un hospital, le hacen un reconocimiento y descubren que está embarazada. María junto con su marido pasa tres angustiosos meses en Melilla antes de que los mandaran a Bilbao; no tenían nada, un pastor de iglesia los ayudó mucho. Cuando nació el bebé de María y Félix lo llamaron Iñaki, como el hombre que tanto los ayudó. Después, seis años más tarde, llegaría su hermano, Nico.

Han ido pasando los años y aquellos niños son hoy futbolistas profesionales. Su historia y la de su familia van unidas al sufrimiento por lograr una vida mejor. Ninguno olvida sus orígenes, y ello los ha convertido en hombres compasivos y humildes. Ellos y sus padres son un ejemplo de lucha, un ejemplo para todas las personas que hemos tenido la suerte de nacer en un lugar donde hoy, la democracia nos protege en todos los sentidos.

Las personas tenemos las mismas necesidades en la vida, sin importar nuestro lugar de origen, sea cual sea nuestro color de piel, religión o lengua, y todos debemos tener los mismos derechos y el mismo futuro. Hay demasiadas historias que acaban mal, lejos de los sueños iniciales. El mundo y su riqueza o no debería ser de nadie, o debería ser de todos.