Sí; no se puede
El hecho de preguntar a bote pronto a alumnos y alumnas de 6º de Primaria la diferencia entre investigar y condenar no es fácil. Puede venir después alguien muy enrabietado/a y chillarte a la salida del cole: “¡Apología, Apología! ¡Teólogo socialista ramplón!” Cuando no, ver a lo lejos a míster látigo negro que viene muy encabronado, echando humo por la nariz, a cantarte las cuarenta o cincuenta, aprovechando la salida del cole y en presencia de padres y madres y colegas de curro en pro de mayor escarnio.
Una pregunta así puede escalar a alturas consideradas como líneas rojas. Atravesarlas, atreverte a dar el paso, te puede llevar a la ruina, al destierro educativo. Aun así, hay valientes que se atreven con la semántica, a sabiendas de que eruditos de mucho bombo y platillo, sentenciadores sociales encumbrados al rango de virtuosos de la pluma y la palabra por ser un disco duro de bibliografía y citas preciosas, te van a colocar, porque te conocen y han comido en tu casa, en el grupo de maestros satánicos.
En el aula se tiene muy claro, digan lo que digan los que levitan y se alejan de los cerebros de corto alcance, y te circunscriben en una de esas dos mitades en las que, a cuchillo demoníaco, se divide el mundo de las hormigas. Ellos pertenecen a otra estirpe: la estirpe de la nube, la que divisa desde las alturas los movimientos neuronales de enanos mundanos; ellos y ellas no votan, exentos de ideología y de no amamantarse de las ubres de la modernidad. Es posible que caguen, no digo que no, que le venga de cuando en cuando a la garganta un regusto a ajo y mandarinas, pero no se confundan; están muy por encima del profundo corte que nos divide entre satánicos dominados por la teología socialista y liberales de pelvis rasurada.
No es lo mismo investigado que condenado. Punto. E incluso se dice, se contesta en clase, que hay personas que tienden a considerar a un investigado/a como si ya estuviera condenado/a. ¿Las razones? Porque cae mal, porque es pobre, porque no va nunca de vacaciones, porque estuvo en prisión, porque es más feo que un caballito de mar con gafas.
Esto no se dijo en clase. No, por Dios, podría ser letal. Esto se lo dijo la profesora de Ciencias Sociales a su hija en casa. Condenado, condenado como tal el Partido Popular, por el tema de las obras en su sede en la calle Génova; mira: “El Supremo confirma la condena al PP como responsable civil por el pago en negro de la obra de la sede de Génova” (Fuente: diario El País, 15 noviembre 2024). Investigada, la mujer del presidente Sánchez, investigado, el hermano del presidente Sánchez. La diferencia es mucho más que notable. Pero desde que se dejó de emitir Barrio Sésamo se ha ido acortando la diferencia semántica hasta al punto de que ambas palabras signifiquen casi lo mismo. Esto forma parte del mundo mundano, de aquí abajo.
De hecho, sabiendo que no existe diferencia notable para esa parte de la opinión publica in-elástica, entre investigado/a y condenado/a, y también, entre declaraciones que apuntan sin pruebas a hechos presuntamente corruptos pero ya condenados/as a priori (la cantata elevada a rango de analítica de heces y orina), entre investigaciones periodísticas que confunden a una señora de Cantabria con la mujer de presidente del Gobierno, o que el hermano de Pedro Sánchez tenía en el banco 1,4 millones de euros, se aprovecha la coyuntura para no esperar resoluciones judiciales ¿Y eso por qué? Porque si huele a mierda es que se han cagado; no puede ser otra cosa.
Y, por supuesto, se da por hecho que la tendencia ciudadana hormiguera es tomar caminito hacia la impasibilidad, unos y unas con los dedos haciendo pinza en la nariz a la hora de votar, con ese cinismo a medio gas de aquel señor o señora liberal que viene de descargar un camión de embutidos cuando en realidad no era mierda, era fosfato de alumbre con baba de caracol. Otros y otras, al contrario, con la boca abierta como polluelos esperando la miguita de lo estafado por los suyos (ideológicamente); una estafa, por merecimiento y de golpe de pecho, por lo que pasó cuando las roscas pasaban de largo de sus bocas, ya resentidas desde el nacimiento. Ahora quedaría muy bien citar a alguien, no sé, a Gonzalo de Berceo, pero no sé ninguna cita.
Si la toma de decisiones por parte de los seres humanos se rigiera única, y exclusivamente por la razón, sería muy difícil de explicar por qué las personas siguen votando a partidos corruptos, y sentenciados, como el Partido Popular. Pero, ojo, la razón de la exposición que viene a continuación puede albergar resentimiento y envidia. Se sabe, claro que se sabe, anda que no se sabe, se sabe y muy bien sabido, porque las personas que afirman que el rencor anida en las mentes socialistas han estado pasando el plumero contigo en casa. Ergo, seguirás, erre que erre, la estela de una mano abducida por las mieles de socialismo, por pura venganza.
Hay una muy larga, larguísima y muy atractiva, lista de casos ya sentenciados, y los que quedan, que están ahí a ver si se produce una combustión espontánea y desaparecen, que ha llevado a ministros y consejeros de distintas administraciones a la cárcel. Todos del Partido Popular.
De igual manera, tendríamos que tachar de la lista de partidos a votar al PSOE, que también acumula lo suyo en cuanto a sentencias firmes y condenatorias.
Tendríamos que basar el voto en un partido Z, bajo la premisa razonada de que es el que menos sentencias por corrupción tiene en sus filas y menos dinero ha defraudado.
Nadie votaría, como primera elección, ni al Partido Popular ni al PSOE siguiendo esta lógica. Sin embargo, en cualquier toma de decisiones, aparecen sí o sí, unas cosas (permítanme) llamadas: emociones.
A veces, la emoción es tan grande que, cerrándote tu centro de salud habitual en tus mismos morros, sigues votando al partido político que te ha cerrado el ambulatorio. ¿Por qué? Porque te emociona; porque te da alas. Estás a lágrima viva sintiendo que el dinero que podría ir destinado a la financiación del centro de salud lo han derivado a publicidad institucional en medios de comunicación que escupen basura caliente. Es tal la emoción, el erizado de tu piel, que no hay Dios que te baje del burro y seguirás votando a los mismos; vayan o no en contra de tus intereses.
Hay personas que intentan colonizarte la cabeza con la pregunta: ¿Qué más tiene que pasar para que habrás lo ojos? Te piden que abras los ojos, mientras que lo que revolotea en su discernir emocionado es la teoría del hombre tuerto. En la teoría del hombre tuerto no existe, por ejemplo, el presidente de la Generalitat Valenciana. No hay Gurtel que valga. No hay papales de Bárcenas. No hay policía patriótica. Sí hay Begoña Gómez. Sí hay ERE´s. Sí hay Koldo. No miran a más partidos políticos menos corruptos, como sería lo lógico, y si les dices: Ezquerra Republicana, por ejemplo, te dicen que esos son los más ladrones de los ladrones mundiales. Eso sí, sin sentencias firmes; solo la emoción a raudales saltando las presas destruidas por el Gobierno. Y así sí; no se puede.