Sentimientos y derechos, Franco y la vaquita de Lalachús
Las campanadas de La 1 de Radio Televisión Española advirtieron cómo será 2025: UN MONUMENTAL SEÑUELO. Hablemos de ello pues la batalla intelectual e ideológica es insoslayable.
Joaquín Bosch, quien fuera portavoz de Jueces para la Democracia desde 2012 hasta 2016, en un tuit fechado en septiembre de 2024, dejó escrito:
“………Las leyes penales han de proteger el derecho a practicar una religión y no los estados de ánimo de los creyentes. Deben protegerse los derechos y no los sentimientos”. Los estafeteros gubernamentales han desempolvado esta reflexión para justificar la vaquita de Lalachús.
Se entiende la despenalización de la sedición pues la sublevación pública para impedir la aplicación de las leyes por la fuerza fue un mero sentimiento nacionalista catalán. Ya puestos, deberían derogarse los delitos contra la Hacienda Pública, de defraudación del fluido eléctrico y análogas o el de obstrucción a la Justicia, verbigracia.
Verá, señor Bosch. Hay un sentimiento de hostilidad, muy generalizado entre los españoles, contra la Hacienda pública. Una hacienda que noquea al españolito de a pié hasta dejarle exhausto y que, el mismo tiempo, pacta con los grandísimos defraudadores en un inmoral intercambio de cromos: pasta por libertad. Una Hacienda que esquilma el sudor del pueblo para disfrute de golfos públicos y tímidos laborales. La defraudación del fluido eléctrico tiene su origen en un doble sentimiento de pobreza y primera necesidad. Para las adulteraciones de subastas eléctricas, multas. Para las defraudaciones ciudadanas, penas. En cuanto a la obstrucción a la Justicia, estoy pensando en el todavía Fiscal General del Estado. No cambió de móvil ni borró los mensajes para obstruir la acción a la Justicia. En absoluto. Tal vez fue pasto de sentimientos de renovación tecnológica y limpieza digital. Como ve, señor Bosch, tiene usted razón y estos SENTIMIENTOS, que no derechos, debieran ser ignorados por el Código Penal.
Sarcasmos aparte, que ayudan a sobrellevar su paupérrima reflexión, hay sentimientos que pueden y deben ser elevados a la categoría de derechos. Naturalmente que sí. Positivación normativa que varía a la par que las circunstancias y tiempo histórico concretos. Hay derechos fundamentales (como el derecho a la vida), derechos puros, derechos-deber (como el derecho al voto), derechos cuya conculcación puede sustanciarse en un juzgado y derechos que, en realidad, marcan el camino a los poderes legislativos y ejecutivo (como el derecho a la vivienda o al trabajo). El derecho al honor, a la salvaguarda de la propia imagen o al respeto de las convicciones ideológicas o religiosas, antes que derechos, son PENSAMIENTOS SENTIDOS o, si lo prefiere, SENTIMIENTOS PENSADOS. La Ley Natural precede a la ley positiva como los sentimientos a los derechos. Estos últimos no dejan de ser convenciones sociales mientras que los sentimientos son consustanciales al ser humano.
No todos los sentimientos son respetables y no todos los respetables meritan protección jurídica. Y respecto de los que sí merecen el amparo del legislador, solo la violación de los más capitales demandan respuesta punitiva. La estampita de Lalachús no merece reproche penal aunque sí condescendencia y alguna que otra oración por su alma ¿Recuerdan el asalto a la capilla de la Complutense al grito de ‘vamos a quemar la conferencia episcopal, menos rosarios y más bolas chinas, contra el Vaticano poder clitoriano o sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios’?
¿O aquella procesión del Santo Coño Insumiso donde, con un lenguaje que emocionaría al mismísimo Cervantes, reivindicaban la soberanía de sus respectivos chuminos sobre el patriarcado cojonesco?
Señor Bosch. Algunos sentimientos son derechos, en realidad. Y algunos aparentes derechos desmerecen tal nombre pues una religión que difunda y promueva ideas contrarias a la democracia, la libertad o al respeto de los derechos fundamentales no debe ser tolerada. Me refiero a esas otras religiones contra las que ni broncanos, lalachuses o wyominguines osarían parodiar. Ya saben. El humor torna en delito de odio dependiendo del ofensor y del ofendido.
Como ve, aunque por diferentes razones, estamos de acuerdo en que el Código Penal no está para estampitas de la vaca que ríe, Sagrado Corazón mediante. Lalachús, como otras u otros muchos, por carecer de méritos y talento, se ve compelida a tirar de manual. Es decir, a ejercer de bufona para una corte, la ‘sanchista’, que agradece los servicios prestados y paga bien.
A diferencia de esos agnósticos y/o ateos níveos y puros, que advinieron a este mundo libres de pecado original, yo me reconozco como un cristiano defectuoso y un pésimo católico, apostólico y romano. Y desde este almenar mío, afirmo que las afrentas de las lalachuses o los willitoledianos de turno me las trae al pairo. Militante indiferencia que igualmente profeso respecto de quienes miccionan agua bendita; o de aquellos otros que, desde una patológica militancia partidista, marcan a las personas como quien hierra a las reses. A fuego candente y materia gris ausente.
Creo que sobra mala baba y escasea el respeto. Creo que los prejuicios se desvanecen en las distancias cortas y que algunas certidumbres dadas por descontadas se tambalean cuando la vida nos embiste. Creo que dudar es una aconsejable forma de aprender y que apenas sabemos algo. Creo que hay tanta mediocridad amplificada como talento silenciado pues el proselitismo es tan valorado como temido el criterio. Creo que unos y otros hemos caído en las redes de quienes en realidad mecen la cuna. Creo que una sociedad que quiera mirarse al espejo sin sonrojarse, no debe esperar a que el juez de guardia marque sus límites. No hay nada de noble en reírse de sentimientos y convicciones políticas, religiosas o morales cuando éstas no atentan contra otros ideales tan distintos como igualmente respetables. Creo que todo poder, al cabo de un tiempo, tiende a embrutecerse. Creo que ese poder, llegado a este punto y sirviéndose de una red clientelar hábil y mezquinamente tejida, arroja carnaza al mar. A un mar revuelto donde peces grandes y chicos pugnan por un trocito del reclamo mientras el patrón del yate toma el sol en cubierta y se sirve un glacial champán.
2025 será el año de Franco. 100 actos para recordar a un dictador que lleva 50 AÑOS MUERTO. Mientras peces grandes y chicos olisquean la nueva carnaza, allende los mares, hay un dictador muy vivo que cae muy bien a Zapatero y a Sánchez. Nunca sabremos por qué aunque lo imaginamos. Los yates y el buen champán cuestan una pasta.