Se acabó el año del coronavirus, por Diego J. García Molina

Se acabó el año del coronavirus

Ya ha terminado este aciago año para tantas personas que ha sido el 2020. Año de Olimpiadas, de Eurocopa en lo futbolístico, el año que por fin Pedro Sánchez fue presidente tras ganar unas elecciones, aunque no pegara ojo por las noches debido a su incómodo socio, como él mismo proclamó. Por estas mismas fechas hace12 meses ya teníamos noticias del virus chino que estaba arrasando el sureste asiático y todavía nos preguntábamos si llegaría a nuestro continente. Estaban al orden del día las bromas y chanzas sobre esta lejana amenaza y las informaciones en nuestro país eran tranquilizadoras, incluso cuando nuestra vecina y querida Italia era presa de un confinamiento feroz debido a la alta incidencia de esta terrible enfermedad; pocos días tardó en llegar a nuestro país, efectos de la globalización, que ya sufrieron nuestros ancestros con la gripe española, coetánea a la primera guerra mundial, o la peste bubónica, que arrasó en la edad media Europa y el mundo, perdiendo más de un tercio de su población. Las estimaciones oscilan entre los 65 y 85 millones de muertos en total, comparen con los efectos de la pandemia actual.

No hay duda de que este periodo de tiempo quedará grabado en nuestro imaginario por diferentes motivos; sobre todo las personas que hayan perdido seres queridos por esta causa, perdido sus trabajos, negocios, u otros motivos. Los profesionales sanitarios también quedarán marcados por esta trágica situación de forma señalada, por el miedo que habrán pasado, miedo a morir, evidentemente, y por la cantidad de gente que habrán visto pasar por los hospitales y centros de salud afectados por la enfermedad. Nunca olvidaremos este año, además, por el duro confinamiento al que nos vimos sometidos, con mayor o menor fortuna en función de la comodidad de la residencia, acceso a jardines o terrazas, número de familiares convivientes o incluso la soledad a la que muchos se enfrentaron en este periodo de tiempo.

Se habla de olvidar el 2020, borrarlo (no sé de dónde), darle una patada, u otras expresiones; entiendo la intención, pero, además de ser imposible, no podemos despreciar todo lo vivido este año, 365 días de nuestra existencia. Además, no todo ha sido negativo: hay gente que ha aprovechado para ponerse en forma, empezar una dieta, culturizarse ya sea con libros, series o películas, etc.  En mi caso personal, después de 6 años comiendo en una oficina, volver a comer a diario con mi familia durante el arresto domiciliario ha sido una experiencia inigualable. A veces las pequeñas cosas pueden ser las que más nos satisfagan. Mientras pequeños comercios han aguantado como han podido la consabida bajada de ventas, y restaurantes, bares, hoteles o locales de ocio no han tenido más remedio que echar el cierre, otros sectores, como el farmacéutico, químico o de limpieza han multiplicado su producción. A veces la tristeza de unos es la alegría de otros. Junto con el paréntesis que ha significado los sucesivos confinamientos y restricciones sobre la actividad económica, la cual esperemos que fructifique en un rebote en los años venideros de forma similar a la que se produjo tras las guerras mundiales.

En definitiva, son tiempos de cambio para las personas del llamado primer mundo, puesto que hemos visto alterado nuestro modo de vida, el cual creíamos inquebrantable, a salvo de cualquier imprevisto. Aún así, seguimos siendo privilegiados si lo comparamos con otros países donde las privaciones y la inseguridad son una constante en las vidas de sus habitantes. No podemos olvidar la situación de Siria, por ejemplo, en guerra civil desde hace años, Irak, en permanente conflicto desde los años 80, la implosión de un país rico como Venezuela, la situación del África subsahariana, de la cual ni siquiera tenemos noticias, etc. Espero que aprendamos algo de este toque de atención; si algo nos enseña la historia, es que nada es invariable, y cualquier situación inesperada puede alterar nuestras vidas de forma considerable. Se va el 2020 y llega el 2021, aunque nada cambiará de un día para otro. Empiezan a llegar las primeras vacunas, un instrumento de esperanza que gracias a los avances tecnológicos vamos a tener a nuestra disposición en tiempo récord. Mientras tanto, carpe diem, pues la noche, de momento, tendrá que esperar.

 

 

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