Reiniciando el año, por Diego J. García Molina

Reiniciando el año

Habrán pasado 70 u 80 años desde que la televisión entró en nuestras vidas y si a algo son aficionados los programadores de contenidos es a repetir una fórmula que funciona. Es por ello que hay muchas películas que son consideradas como típicas de una época concreta, en este caso de la Navidad, uno de los periodos cuando más televisión se consume, como por ejemplo ‘Grease’, ‘Que bello es vivir’, ‘Gremlins’, ‘La jungla de cristal’, ‘La gran familia’, ‘Solo en casa’, especiales de ‘Martes y 13’ o ‘Cruz y raya’, etc. Es raro el año que no emiten varias de estas películas o programas al terminar el año. A mí, personalmente, hay una que siempre me ha encantado y hace un par de días, aprovechando las vacaciones, la volví a ver. Ya ni me acuerdo de cuantas veces la he disfrutado; se trata de ‘Los fantasmas atacan al jefe’, ‘Scrooged’ en versión original. Tiene ese título en inglés porque, obviamente, se trata de una actualización de la obra de Charles Dickens ‘Cuento de Navidad’ y porque al protagonista “le hacen un Scrooge” (Ebenezer Scrooge es el protagonista de la versión victoriana de la historia). Dickens fue una persona preocupada por la situación de pobreza y condiciones de trabajo en la que vivían gran cantidad de niños ingleses es esa época, muchos de ellos vagando por las calles o hacinados en orfanatos. Así que una de las intenciones de su obra fue concienciar a la sociedad sobre estos problemas y no se le ocurrió mejor manera que con un cuento emotivo navideño. Cierto es, y así lo creía él, que las emociones son un arma mucho más efectiva para llegar a las personas que cualquier discurso o ensayo político, y si no que se lo digan a nuestra clase política, que en eso son especialistas.

El personaje del gran Bill Murray es un alto ejecutivo de televisión a quien todos temen, que ha llegado a lo más alto a costa de sacrificar su vida personal: hermano, pareja, amigos, e incluso su dignidad y principios. Se ha convertido en un ser despiadado sin corazón ni conciencia capaz de despedir a un empleado la víspera de Navidad por un simple comentario. El cuento de Dickens se centraba más en la avaricia del personaje, aunque en este caso es más la ambición lo que le condena. Al final, tras ver su futuro y su propia muerte, y de comprobar lo fútil que ha sido su existencia con tanta renuncia para conseguir sus fines, consigue redimirse, cambia por completo de actitud hacia los demás, revirtiendo la situación en la que estaba su vida. Porque de eso trata la obra de Dickens, de la redención cristiana, hasta las peores personas en cualquier momento de su vida, incluso al final, tienen la oportunidad de arrepentirse y cambiar, de empezar de cero, un nuevo reinicio. Son conocidos casos de ateos recalcitrantes que en su último momento han pedido el sacramento de la extremaunción, como por ejemplo La Pasionaria; supongo que no cuesta nada, por si acaso.

En la vida política sucede algo parecido, por mucho que se haya hecho, siempre se está a tiempo de reconocer el error y cambiar, intentando ayudar a solucionar los desafíos a los que se enfrenta un país en cada momento. El mismo rey Felipe VI emplazaba, sin nombrarlos, a nuestra clase política a “realizar un ejercicio de responsabilidad y reflexionar de manera constructiva sobre las consecuencias que ignorar esos riesgos puede tener para nuestra unión, para nuestra convivencia y nuestras instituciones”. Y añadía que “un país o una sociedad dividida o enfrentada no avanza, no progresa ni resuelve bien sus problemas, no genera confianza. La división hace más frágiles a las democracias; la unión, todo lo contrario, las fortalece. En España lo sabemos por experiencia propia. Nuestra Constitución, fruto del diálogo y del entendimiento, representa la unión lograda entre los españoles, como apuesta de futuro, de diversidad y de concordia…”. Creo que más claro no se puede decir. El riesgo más importante al que se enfrenta nuestro país es el del virus del nacionalismo, el cual ataca a las instituciones sobre todo en la comunidad vasca y Cataluña, aunque también en menor medida en Galicia, Valencia y Baleares. Lamentablemente, los partidos de gobierno han unido su destino a los partidos nacionalistas para alcanzar el poder, aun siendo conscientes de que trabajan (porque cobran, y muy bien) para desgastar nuestro país. Porque es así, cuanto más debilitada esté España más cerca estarán ellos de alcanzar su objetivo declarado que no es otro que la secesión, ya sea por la fuerza, como ya intentaron en Cataluña hace unos años, o de forma ilegal, con un referéndum que la Constitución no permite. Esperemos que finalmente reine la cordura y el sanchismo haga propósito de enmienda volviendo a la senda constitucional, pero de verdad, sin engaños como ha hecho en ocasiones anteriores. En todo caso, aprovechen, si pueden, el tiempo libre que tengan para visionar esta estupenda película; vayan hasta la hora y 25 minutos y escuchen ese monólogo final una y otra vez, háganle caso a Bill Murray, que de esto entiende un rato: llamen a un amigo que hace tiempo que no ven, a un compañero de colegio, visiten a un familiar querido, se lo agradecerán. Y tratemos de ser mejores personas, siempre estamos a tiempo, y la Navidad es tan buen momento como otro para “reiniciarnos”. Así que, como dijo Tiny Tim en el libro de Dickens y el pequeño Calvin en la película dirigida por Richard Donner: ¡Que Dios nos bendiga a todos, a cada uno de nosotros! Y… ¡Feliz Año Nuevo!