Rebuleando
¿Qué razones puede tener una persona para propagar una sexta “información” sin reflexionar? Sin mirar por aquí y por allá, una idea escrita en forma de “noticia” en cueros, sin sustento ni sostén, porque lo digo yo, que huele mal con solo mirarla (y mira que es difícil), que emana en origen desde la misma persona que en su día emitió un primer bulo, comprobado a posteriori por arriba y por abajo en los juzgados, dónde si no, y aun así, con su correspondiente luz de lo sucedido realmente, con su correspondiente multa, en tres golpes de teclado (pim, pam, pum) le da una persona a reenviar como quien pide un café con leche y media de tomate y atún
Imaginad que yo soy la fuente primaria emisora de un primer bulo. Escribo en mi semanario apoyado económicamente por una subvención pública: El alcalde y su mujer, viajan en un yet privado, con coste a cargo del ayuntamiento; a Andorra, a por cartones de Malboro, calculadoras Casio y relojes de la misma marca, toallas de baño y espárragos trigueros. Es más, con la ayuda de mi amigo Segismundo ‘el tuerto’ hacemos una factura falsa y la sacamos a todo color junto con la narración: Yet privado Margarito Martínez con CIF tal, a fecha cual, firma. El alcalde y su mujer me desmontan el bulo. En esas fechas estaban viendo a su nieta en el baile de fin de curso. Pero no queda ahí la cosa. En el bulo aparece, como hemos dicho, la factura con cargo al Consistorio. Así que el alcalde me denuncia. El juzgado y su juez no tardan ni medio segundo en comprobar la falsificación, “perronera” a más no poder, no como en otros casos donde la factura se mete en una maceta con tierra y con agua a ver si crece en verdad y realidad con el tiempo. Me multan con 2.500 euros. “Más caro que prostituir a menores, le digo al juez, no lo entiendo”. “Vaya, me dice el juez, no sabía que eras ahora como Charles Bronson”.
Ese bulo había corrido como la espuma en redes sociales, pero, como yo no tengo sentido del ridículo, y eso que no he tenido ningún accidente que me golpeara alguna zona en la cabeza donde residen esas emociones, es decir, soy así porque me siento seguro y libre como el gran leopardo de las nieves, y voy a la tele hecho un erudito por la legitimidad que me otorgan mis fieles propietarios del medio, emito una sexta “información”, que es un pedazo de bulo más grande que el universo en expansión. El alcalde, para no gastar butano en su casa se ducha en el ayuntamiento, es más, también cocina en el ayuntamiento y se lleva lo cocinado a casa y, además, aprovecha y les fotocopia a sus siete hijas, todas estudiantes universitarias, los libros que hagan falta. Y termino: “Ojito con el ‘fisio’” (esta vez no hay factura).
Aquí, en este punto, en este sexto bulo, por decir algo que se parezca a las repescas de exámenes anteriormente suspensos, cuando ya se sabe que el primero (el bulo) se nos vino abajo como un alud de excrementos en modo boomerang que nos manchó de mierda pura hasta por detrás de los ojos, al igual que los posteriores, es ahí, digo, que no entiendo qué “razones” puede tener una persona para propagarlo también. Hemos dado, creo, suficiente margen.
¿Lo leerán? ¿Será que le dan a reenviar o compartir porque únicamente ven el nombre del emisor, al que siguen como se sigue al líder o lideresa de una secta en la que tú ya estás en ese espacio en blanco donde ni siquiera sientes cómo te entra la panocha?
Asunto complicado. Miente que algo queda, se puede decir a grandes rasgos. Confunde, que a río revuelto ganancia de hijos e hijas de la madre patria (¿cómo?).
Me pregunto por el ciudadano consumidor de a pie. Los que cortan y pegan la noticia falsa, los que se afanan por compartir demonios como un galgo persiguiendo un conejo. ¿Qué se les pasa por la cabeza al propagar bulos? ¿Piensan en esto? Hemos dicho que lo mismo no leen el contenido y, al ver el nombre de su líder o lideresa, reenvían y punto. ¿Pero es eso y nada más? Pero esto tampoco termina de darnos luz a este episodio. ¿Se siente que exista algún problema? ¿Y el número de reenvíos, los niveles de difusión, que, además, coinciden con tus ideas por el tema de los algoritmos bonicos que saben lo que te gusta, anda que no, (a mí me gusta la gasolina), pero no en tanto en cuanto al mensaje dirigido, el bulo en sí mismo, sino a quien o quienes se dirigen? La IA sabe a quién odias, a quién temes. Inmigrantes, por ejemplo, personas que cobran el ingreso mínimo vital, políticos al otro lado de tus emociones, presidentes de gobierno, mujeres, tu ex. Esta podría ser una explicación de porqué se le da al botón de reenviar una noticia falsa, por acumulación orgásmica. Primero: porque aunque sea mentira no se siente la falsedad ante la presencia instantánea de un gustazo terrible. Es la campanilla de Paulov al imaginar cómo sufre, o va a sufrir, tu odiado colectivo humano, tu odiado personaje, un gustazo que afianza tus coordenadas sobre la vida en sociedad y vida privada, te aporta confianza al no sentirte huérfano en la cruzada. Segundo: porque no tragas a las personas o persona dianas de la falsedad, por tanto, como si los queman en la pira funeraria junto a todo su séquito.
¿Y la sensación de impunidad al reenviar una noticia falsa por muy escabrosa que sea? Tú piensas, es un decir, que, imagino, que el que se va a llevar el golpe es el promotor de la noticia en última instancia. Tú te lavas las manos pase lo que pase por ese grado magistral de conciencia cívica donde se piensa que hay acciones sin efectos.
Conciencia tranquila, hoy cenamos asado que es sábado. Y mañana domingo, un paseo por el campo con los niños, una buena ducha y a seguir propagando bulos, a ver si el lunes llenamos todos los hospitales públicos con todos los colectivos que nos caen mal para hacer más legítima la apertura al sector privado ante la avalancha de heridos a piedras gordas.