Progresar significa mejorar, crecer, según Diego J. García Molina

Progresar significa mejorar, crecer

La Unión Europea y España, que forma parte de ella aunque tome muchas veces decisiones poco compatibles con la doctrina oficial de la Unión, se encuentran en una encrucijada compleja, puesto que su crecimiento está estancado desde hace más de 20 años y las principales economías del mundo, como los Estados Unidos de América o China nos han dejado atrás y a mucha distancia. ¿Afecta esto a nuestra vida diaria? Obviamente. Solo miren su bolsillo, cuenta corriente o nómina (quien la tenga). Un estado no tiene obligación de proporcionarnos una casa, un trabajo, o una paga; de lo que si es responsable de favorecer y propiciar las mejores condiciones para que empresas, particulares, y otros organismos si puedan hacerlo. Mantener una economía de mercado sana, con reglas justas y conocidas y estables que genere empleo de calidad atrayendo inversiones. Unas leyes de vivienda coherentes y prácticas que consiga liberalizar suelo para construir vivienda a precios asequibles y adecuados a la realidad. No solo por parte del gobierno, también por autonomías y ayuntamientos. Eso sí, el estado protege a los suyos, y desde hace décadas existe un complemento económico para huérfanos, viudas, accidentados de diversa índole, y más recientemente, dependientes y otros colectivos necesitados de apoyo. El problema es que, cuando no hay dinero, cuando el estado no dispone de medios suficientes, la capacidad de revalorizar estas partidas se diluye. O desaparece. Y es responsabilidad del estado conseguir ese dinero de alguna forma, no endeudándonos de forma compulsiva año tras año, sino por otros medios de sobra conocidos.

El ministro del ramo declaró públicamente hace unos días que las nuevas medidas “verdes” que se iban a aplicar a empresas nos harían “más competitivos”. Oiga, pues no. Podrán mejorar el impacto ambiental que producen esas empresas, aunque sea prácticamente inapreciable y no sirva para nada puesto que otros países no hacen más que aumentar sus emisiones, y mucho más contaminantes. Al fin y al cabo, todos vivimos en el mismo planeta y lo que se contamina a nivel global nos afecta a todos. Lo que si es cierto, es que dichas medidas aumentarán los costes de producción y de gestión, entre otros gastos e inversiones, lo que convertirá a esas empresas en justo lo contrario, en menos competitivas. Muchas terminarán cerrando. Cientos de miles de empresas han cerrado en los últimos años; por la crisis, por la pandemia, por la globalización… escojan motivo. ¿Creen que no hay drama detrás de ello? El dinero y los bienes materiales desperdiciados, inversiones, trabajadores al paro que dejan de cotizar y pasan a cobrar un subsidio, etc. El año pasado más de 700.000 pequeñas y medianas empresas terminaron el año con pérdidas. ¿Cuántas aguantarán otro año? ¿Podrán subir el sueldo a sus empleados en esas condiciones? ¿O reducirles la jornada de trabajo a cuatro días pagándoles lo mismo? España consiguió convertirse en un país rico con mucho esfuerzo y está dejando de serlo gracias a la ineptitud y mala praxis de nuestros gobernantes. Todos, desde hace demasiado tiempo, mas en los últimos años estamos batiendo récords. Todo lo propuesto parece que sale al revés, bien por estupidez ideológica o bien por modas o apuestas que resultan fallidas. Por ejemplo, con el cierre de las nucleares y la inversión desaforada en producción de energía eólica y fotovoltaica. ¿Por qué no la hidráulica? Es la más eficiente y la menos contaminante. Pero quizá no tan buen negocio para algunos. O la imposición del coche eléctrico, en vez de permitir que sea el mercado y los consumidores los que poco a poco lo fueran asimilando.

Al final, pérdidas de empleo en el sector automovilístico, cierres de fábricas, y millones desperdiciados en inversiones y subvenciones. Y el coste de la energía, a precios inasumibles, aunque ya nadie hable de ello. Por cierto, que la ministra socialista responsable del cierre de las nucleares en España, ha sido nombrada comisaria europea y ahora si está a favor de las nucleares. En fin. Hay que tener en cuenta también que la subida del precio de la energía afecta al precio del combustible. Y la subida de ambos afecta a la subida de precios de absolutamente todo. De ahí los años de inflación que estamos soportando; a pesar de que la subida de precios se haya atenuado, no deja de seguir subiendo. No así los sueldos, por lo que el resultado de la ecuación no es otra que empobrecimiento. Progreso es ir hacia delante. Es avance, evolución, desarrollo, crecimiento. Lo contrario es retroceso, involución. Progresar significa mejorar, avanzar, prosperar, crecer. Lo contrario es empeorar, retroceder. Blanco y en botella. Uno de los principales objetivos del régimen totalitario descrito en 1984 por George Orwell era despojar a las palabras de su significado. ¿Cómo puede denominarse un progresista partidario de estas políticas que nos están abonando al decrecimiento y la miseria? La inoperancia del gobierno es total. No es ya que no puedan aprobar leyes por la dependencia de sus socios, quienes solo piensan en qué más pueden obtener del estado, es que cuando consiguen aprobar alguna el resultado suele ser el contrario de lo que pretendían. Véase ley de solo si es si (terminan soltando violadores y reduciendo condenas), ley de vivienda (aumento de precios de alquiler y reducción del parque de viviendas disponible), ley animalista (incremento del abandono de animales), etc. En todo caso, en estos momentos, con tapar la corrupción que les enfanga tienen bastante en su día a día. Por nuestra parte, poco a poco, seguimos avanzando como democracia y aprenderemos al final a distinguir entre apoyar a los partidos políticos como si fuéramos hinchas de un equipo de fútbol, y lo que realmente nos conviene como sociedad, lo cual puede ser distinto en cada ocasión. Como dice el refranero, “se aprende a base de palos” o “la letra con sangre entra”.

Coda: “Ando sobre rastrojos de difuntos, / y sin calor de nadie y sin consuelo / voy de mi corazón a mis asuntos”.