Pilar Eyre: “Yo he llegado a amar Cieza sin haberla conocido”

ENTREVISTA

La escritora y periodista hace a una ciezana la protagonista de su nuevo libro

Miriam Salinas Guirao

La Cieza que quedó a medio: en lo burbujeante de comienzos de siglo y el cisma que paró el tiempo y redobló el esparto, la Cieza de la manos rudas y la barriga vacía, de las verbenas de verano y los desayunos de la cena anterior. De allí partió Amparo Cortés López, un personaje destacado en la última novela de la escritora y periodista Pilar Eyre, ‘Un perfecto caballero’, quién tirando de memoria y de hemeroteca ha reconstruido “la letra pequeña de la historia”.

Pregunta: La entrada de  Mauricio Casasnovas Feliu con las tropas de Franco a Barcelona, aquel “requeté, medio rubio y guapo, con ojos de pupilas febriles y pestañas tan largas como las de una mujer”, marca el comienzo de una novela que ahonda en un episodio del que mucha gente todavía no quiere hablar, o que ya no puede. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de la novela?

Respuesta: Es una novela que ha ido madurando dentro de mí durante muchos años, porque está hecha de recuerdos de infancia, de personas que conocí, de miembros de mi familia, historias que se contaban medio a escondidas y que la niña curiosa que yo era escuchaba sin que se dieran cuenta… he escrito 22 libros, cuando me di cuenta de que ya tenía el instrumento lo suficientemente afinado, ahí fue cuando decidí escribirla.

P: El hambre se entremezcla en las páginas de la novela. Una chiquilla pronuncia “Vull pa” en el comienzo y le regalan una estampa que acaba por meterse a la boca. Cuando se introduce a los murcianos se les describe como “un grupo de hombres desharrapados y renegridos, con alpargatas rotas”, personas que huían de “la miseria”. ¿Qué significó la llegada de murcianos a Barcelona durante la posguerra?

Tres mujeres preparando rollos de maroma de esparto en la Región de Murcia

R: He querido presentar mi libro en lugares pequeños de Catalunya, algo que nunca había hecho, zonas donde se asentaban las antiguas fábricas, como las que salen en mi libro… Y me emocionó ver como acudían los hijos y nietos de aquellos murcianos, hablando catalán, o no (yo soy castellanoparlante), médicos, concejales, profesores, periodistas… emocionados por las historias que cuento en el libro. He llorado mucho escuchando sus vivencias, cómo llegaban caminando, levantaban sus barracas en la cuenca del río, dormían en cuevas… trabajaba toda la familia; luego se trajeron a los abuelos para que cuidaran a los nietos. En Catalunya somos los que somos porque nos hemos apoyado en hombros de gigantes, aquella generación que lo dio todo con honradez y valentía… Quiero creer que han sido recompensados y que les valió la pena.

P: El trauma de la guerra es una constante en toda la obra. Los que volvieron, los que no y los que no fueron se mezclan. El suegro del protagonista llega a decir: “Los que tenéis estudios y habéis ido al frente no habéis luchado para defender esta tierra, o la libertad, ¡qué va, hombre!, eso déjaselo al proletariado, ellos son unos inocentones que se creen cualquier paparrucha”. ¿Cómo condiciona la guerra, los vencedores y vencidos, la vida de Mauricio?

R: Mira, yo creo que en este país no se puede hablar de otra cosa que no sea de la guerra… no hay nada mas importante, que nos haya marcado más. Yo vengo del bando de los vencedores, pero también ha sido determinante en mi familia, porque, como quiero dejar claro en el libro, en ambos bandos hubo héroes y canallas. Mis padres ganaron la guerra, pero eran gente honrada, no se enriquecieron, y yo también tengo muertos en la familia que no sé dónde están… Somos herederos de aquello, y esa marca la vamos a llevar en el ADN para siempre.

P: Se describen situaciones pequeñas dentro de una gran historia, la historia de la posguerra española. ¿Qué supone virar la mirada a estos localismos?

R: Es que a mí es lo que me interesa… Los grandes hechos ya los cuentan los historiadores en multitud de libros buenísimos, yo quiero la historia humana, las cosas pequeñas… el orgullo de la amante, que no quiere lujos, la compañía del perrillo, esos peliculeros que quieren hacer un documental, los entresijos de las visitas de Franco… Ir a buscar a tu hermano al puerto, cuando sabes que ya ha muerto… Las historias al pie de página son las que dan medida de los seres humanos.

P: José Roca Medina, alias ‘el Germinal’, tiene un contrapunto definitorio en la trama. Él llega a Cieza para fundar una Escuela Moderna y sale de ella como “un sujeto de cuidado”, condenado a 30 años de prisión ¿Qué significó la educación para la dictadura franquista? ¿Qué significado tiene ‘la escuela’ en la novela?

R: Eran personas con unos ideales muy arraigados, sin mucha formación, pero con una visión utópica de la vida, muchas veces irrealizable… como la de los hippies del ‘haz el amor y no la guerra…’ Los libertarios eran pacifistas en su ideario, aunque había muchos elementos violentos en su seno que los arrastraron a cometer acciones indignas y terribles, como explico en el libro. Pero ‘Germinal’ se opuso, como lo hicieron muchos, por eso no tenía nadie que lo defendiese, ni dentro de la cárcel ni fuera.

Imágenes de los años 40-50 en Cataluña (cedida por la escritora).

P: Amparo Cortés López, la ciezana, entra en escena como una mujer fuerte, vestida de hombre, con una mella en los dientes, gloriosamente distinguida en la inmensidad. ¿Cómo se formó este personaje? ¿Qué hay de cierto en su historia?

R: Había una mujer muy guapa, obrera de una fábrica. Murciana. El empresario, que era amigo de mis padres, no solo se “lió” con ella, sino que se enamoró de ella, que fue lo que escandalizaba en la sociedad de la época. Le puso un piso, ahí, en la zona que describo. Tenía a su marido en prisión. Ella desapareció un día y nunca más se supo. A partir de esos mimbres de verdad he construido una historia de mentira.

P: Cieza se enreda en la novela a través de la vida anterior de Amparo, que llegó a Barcelona caminando con un hatillo al hombro y un perro que se llamaba Lucero. Se describe una Cieza tenebrosa, de crímenes, en breves pinceladas, durante la guerra, y una Cieza apacible, de esparto y escuela gratuita. ¿Qué supone el lugar de origen de Amparo en la novela? ¿Y usted, ha podido conocer la ciudad?

R: Verás, yo he llegado a amar Cieza, como amo a Amparo, Mauricio y al pobre ‘Germinal’, sin haberlos conocido… Me he tenido que documentar bastante acerca de Cieza, el contexto histórico es real, como sabéis, algunos nombres también… No la conozco, pero es como si la conociera. Y, quién sabe, algún día a lo mejor voy y en una revuelta del camino, se me acerca una muchacha bellísima y me dice: “Soy Amparo”.

 

 

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