Piezas claves de los institutos, según María Bernal

Piezas claves de los institutos

Dentro de la comunidad educativa, todos los departamentos son importantes e imprescindibles; todos los compañeros (docentes y no docentes) somos únicos e irremplazables, porque cada uno aporta su esfuerzo, su trabajo y su paciencia con el fin de que los alumnos, objetivo exclusivo de la vocación docente, tengan derecho a progresar y puedan llegar a ser buenas personas en esta vida que cada vez más complicada se está poniendo. Por lo que si no les inculcamos valores, si no les enseñamos la importancia de las palabras respetar, ayudar y comprender, no estamos haciendo bien nuestro trabajo enseñando únicamente nuestra materia.

A nuestros centros acuden todos los días centenares o miles de alumnos, cada uno de una madre y de un padre distinto y lo que es tremendamente cruel, cada uno víctima de circunstancias familiares repulsivas que jamás llegaríamos a conocer si no fuera por la labor tan admirable que realizan los departamentos de Orientación, tan olvidados y tan poco valorados en tantas y tantas ocasiones.

Los docentes, que no todo lo hacemos mal,  somos presos de un sistema cargado de burocracia y de leyes absurdas que no nos dejan tiempo para poder comprobar qué es lo que le puede suceder a un alumno o a una alumna que presenta dificultades; mucho menos recibimos la formación pedagógica necesaria para dar respuesta educativa a todas las necesidades a las que nos enfrentamos, por tanto, ¿por qué no utilizar los recursos que nos ofrece el Departamento de Orientación?

Siendo un departamento muy señalado tal vez por su incesante, pero a su vez comprensible exigencia de trámites que abarca desde los múltiples PTI, pasando por todo tipo de adaptaciones, informes, anexos hasta llegar a las miles de actividades que nos programan para las sesiones de tutoría, es cierto que sin Orientación nuestra labor resultaría bastante caótica.

A los alumnos no hay que suspenderlos, sino enseñarlos cuando las circunstancias lo permitan. He aquí un enunciado fácil de pronunciar y difícil de aplicar, cuyo trasfondo no es ni más ni menos que una especie de oda a la oportunidad dentro del marco educativo, al tratamiento por iguales, primero como personas, después como estudiantes, porque Dios, si es que existe, solo hay uno y porque la perfección es una parcela de la realidad a la que nadie puede llegar. Ya lo dijo Dalí: “No temas la perfección, nunca la alcanzarás”. Por tanto, pensemos que los genios somos todos por el simple hecho de ser y de esforzarnos.

Y ese rol de perfección que tienen asumido muchos padres y madres e incluso algunos docentes queda en stand-by cuando se topan con el Departamento de Orientación, ese que, sin miedo al qué dirán, nos pone rápidamente las cartas sobre la mesa.

Sin pelos en la lengua( esas que han sido y son mis compañeras) porque no son partidarias de normalizar nada que se desvíe de la normativa, y con la ley en la mano como escudo de justificación irremediable para defender el derecho a la educación de todas las personas, las compañeras del Departamento de Orientación luchan por preservar el bienestar de todos los alumnos del centro, por garantizar que todos aprendan y por gestionar la manera de trabajar según los distintos ritmos de las personas.

Pero es que van más allá y sobrepasan cualquier línea que sea necesaria para cumplir sus objetivos. No les importa el menosprecio del que han sido protagonistas en muchas ocasiones, porque ellas trabajan por y para ellas, sin intención de agradar a nadie, ni de hacer amigos, sino con el fin de que todo el mundo pueda estudiar. Y claro, como esto supone doble trabajo para nosotros, mientras ellas se están limando las uñas y no hacen prácticamente nada, como muchos dicen, pues fastidia. También nos importuna que nos digan cómo tenemos que organizar nuestras sesiones, pero es que esto no es así; solo se limitan a asesorarnos por nuestra seguridad ante cualquier posible reclamación.

Las he visto hacer de madres, de maestras y de profesoras, de psicólogas, de animadoras, de cuidadoras. Las he visto llamando por teléfono a padres y madres durante horas y horas en horario no lectivo. Han sido ese hombro sobre el que llorar de tantas y tantas personas, el desahogo de muchos compañeros y las portavoces para dirigir conversaciones bastante susceptibles con el fin de buscar soluciones y alternativas ante familias de diversa índole.

Con Orientación se aprende que una nota no define el intelecto de una persona, que hay que abrir el abanico de instrumentos de evaluación, que hay que dejarse asesorar sin tener el obsoleto prejuicio de “a mí nadie me dice cómo tengo que trabajar”, que hay que diversificar nuestros conocimientos y que hay que visitar más el Departamento de Orientación, ya que aunque muchas personas piensan que están todo el día de manicura, es cierto que se arreglan las uñas para tener que sacarlas cada vez que tengan que defender a cualquier alumno que lo necesite.

Yo no soy de halago fácil, sino de halago sincero y en esta ocasión, mis compañeras de las que he aprendido muchísimo este curso, merecen ser reconocidas como una pieza clave en los institutos.

 

 

Escribir un comentario