EL SILENCIO DE LAS OVEJAS NEGRAS
Una de las frases que le dicen a Clarice en El silencio de los corderos antes de conocer a su contacto es: “Créeme, no quieres a Hannibal Lecter dentro de tu cabeza. Sólo haz tu trabajo. Nunca olvides lo que es.” Y luego, al acabar todo, te sientas, recapacitas y piensas que tremendo spoiler te han soltado. Porque todo ese canibalismo no es otra cosa que una metáfora de lo que se llama hoy en día ser un vampiro emocional. Esa gente que te hace creer que, a fin de cuentas, la depresión es el estado natural del ser humano. Hannibal es una persona capaz de hacerte confiar en él, creer en lo que dice y basar todos tus pensamientos a raíz de haber devorado tu cerebro.
Claro que hay otra versión que puede llegar a ser incluso más peligrosa todavía. Los vampiros ideológicos, que hay en todos lados actualmente, y que con sus babas esparcen un discurso que trastoca a mucha gente. Y esa gente se deja comer. Y no paran de hablar y de hablar, y tienen opiniones concisas sobre cualquier tema. Y yo me siento en mi butrón y me imagino a todas esas personas con su radio enchufada, con la tele a las tres, esperando la nueva frase que debe adoptar de cara a la sociedad. No sé cómo la gente puede tener un discurso tan marcado sin titubear. Se piensan que son fanes y son fanáticos.
Hay veces que me siento tan condicionado a entrar dentro de los cánones sociales que me olvido completamente de lo que me disgustan.
El conflicto es el motor del cambio personal. No hay que temer a contradecirse. Hay que replantearse demasiadas cosas como para que tu discurso solo sean afirmaciones. A mí cada día me cuesta más conseguir esa seguridad para abrir la boca en situaciones sociales. Y gente de mi entorno me expresa lo mismo. ¿Para qué? No quiero acabar este artículo de manera negativa, no lo suelo hacer. Pero veo auge del fascismo, apogeo de nacionalismos que no paran de crear conflictos, fanatismos chocando entre sí, y yo aquí en medio conmigo mismo.
La oveja negra, los corderos no guardan silencio.