Patada a la libertad, por Andrés Martínez

Patada a la libertad

Duros tiempos estos que nos ha tocado vivir, en los que la vida humana no tiene valor, una época en la que, sin ir más lejos, decir lo que piensas, molesta, y lo peor de todo, molesta a esa gente que se llena la boca de gritar «viva la libertad de expresión».

Hace unas semanas hablaba del rey de la mentira. Ahora, aun sabiendo que no es políticamente correcto, voy a hablar de los reyes del barrio: la okupación.

La okupación es la viva imagen de la no contribución. Por supuesto hablo de aquellos que piensan que el tema de hacer crecer la sociedad no va con ellos, aquellos que se creen con la capacidad de usurpar una propiedad ajena. Eso sí, no les toques lo suyo, porque por otro lado, se saben muy bien los «derechos» que los protegen.

El movimiento «okupa» nace de un desconocimiento total de nuestra constitución. El artículo 47 de la Constitución Española reza textualmente: «Todos los españoles tienen derecho a una vivienda digna y adecuada, los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho.» Esto no significa bajo ningún concepto que «puedo dar una patada a una puerta y ya tengo vivienda». Como dice el historiador Douglas North, la propiedad privada debe ser sagrada (The Rise of the Western World).

La organización económica eficiente es clave para el crecimiento; el desarrollo de una organización fuerte asegura el establecimiento de acuerdos institucionales sobre la propiedad privada, que crean y priman el esfuerzo económico de cada individuo.

La propiedad es la única manera que tenemos los ciudadanos de ser libres y realizarnos, y sólo a través de nosotros mismos, defendiéndola, seremos capaces de alcanzar esa ansiada libertad.

En este sentido, las leyes españolas sobreprotegen, de una manera sobresaliente, a estos usurpadores de la propiedad, frente a sus legítimos propietarios.

Bajo mi humilde, siempre opinión, las leyes deberían de ser bastante más concretas, directas y concisas, para que protejan a estos propietarios de sufrir ese calvario, esa pesadilla en la que se ven o se pueden ver inmersos.

Nos roban la libertad.

 

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