Pan dormido, que la torta ya la traemos de casa, por Higinio Morote

Pan dormido, que la torta ya la traemos de casa

Piensa esto: cuando nos regalan un reloj, nos regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No nos dan solamente el reloj; que te dure mucho porque es de una estupenda firma: Suiza con áncoras de rubíes. Ah vale, vamos bien, nos regalan ese menudo picapedrero que ataremos a la muñeca como un cruel recordatorio, nos regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben -que nos regalan un nuevo pedazo de frágil y precario nosotros mismos; algo que es nuestro, pero no es nuestro cuerpo que hay que atar a nuestro cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de nuestra muñeca. La necesidad de darle cuerda a diario para que siga siendo un reloj. Nos regalan la obsesión de atender la hora exacta, la hora exacta: que nos recuerda que hoy en la calle sobra mascarillas y faltan capuces. Nos recuerda todo lo que hemos perdido este año, sobre todo tiempo, sobre todo brillo, sobre todo y sobre nada… Semana Santa.

Este “señor” que les escribe ama y odia la Semana Santa con la misma intensidad.

Supongo que así se escriben las historias de amor ( del bueno)

Ama y odia a la vez el recorte de la luz de una vela sobre un trono.

Ama y odia a la vez también la suerte de joyeros de las vírgenes en sus camarines.

Ama y odia a la vez el estruendo y el silencio…a la vez.

Pero creo que estamos en el tiempo: de que hace mucho tiempo que las cosas dejaron de ser como eran, para ser como son.

Por tanto mucha “Virgen del Valle” para el alma.

Y recordad nadie nos ha regalado un reloj,  nosotros somos lo regalado y lo ofrecido para el cumpleaños de ese reloj, mientras tanto el minutero nos redoblará como tambores en los oscuros recodos de la memoria…

 

 

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