Okupación, por Diego J. García Molina

Okupación

Se ha viralizado -ya está en la RAE la nueva acepción para esta palabra con el significado de difusión rápida en redes sociales (o temporas, o mores)- el vídeo de un chaval que utiliza la vivienda de otra persona como domicilio habitual de forma ilícita, un okupa, vamos. En la entrevista que le realizan para televisión, el muchacho, con gorra de la marca Jordan, camiseta de baloncesto de los Lakers y los brazos llenos de caros tatuajes, dice que se siente propietario del chalet porque ha pagado 2.000 euros por las llaves. Así, por todo el morro. Le preguntan a quien le pagó el dinero y dice que a una persona. Está claro que el negocio de reventar casas para cambiar la cerradura y vendérsela a algún jeta se ha convertido en un negocio bastante lucrativo en nuestro país, anomalía mundial como en tantas otras cosas, unas buenas, otras no tanto. Ah, y que no paga luz, por lo que no tendrá ningún escrúpulo en tener el aire acondicionado todo el día conectado a baja temperatura, véase la ironía, mientras a nosotros nos piden esfuerzos continuamente, ahora con el gasto energético. Hace años se justificaba esta práctica para usar como espacios sociales o culturales locales abandonados propiedad de administraciones de todo ámbito o ante la imposibilidad de los padres de mantener a su prole bajo techo y que así no tuvieran que dormir en la calle. No sé si dichas prácticas tienen justificación moral, lo que si está claro es que este problema se ha generalizado de tal manera que se producen casos como el anterior: personas que simplemente se aprovechan de la situación para vivir gratis en una casa de lujo, mafias que se dedican a esta actividad ilegal en exclusiva con pingües beneficios, viviendas destrozadas tras el paso de inquilinos desaprensivos y juzgados que no dan abasto para dar solución. Junto a gobiernos que no son capaces de acabar con esta práctica; quizá habría que fijarse en las leyes de otros países de nuestro entorno.

El caso es que hay partidos populistas apoyan esta práctica, mientras que otros populismos de signo opuesto proponen soluciones fáciles de decir, pero imagino que de complicada aplicación legal en vista de la situación en la que nos encontramos. Lo cierto es que es responsabilidad del gobierno aplicar la ley y proteger a los ciudadanos, es parte del trato. Y proponer nuevas leyes si las actuales no funcionan o no son adecuadas a la coyuntura actual. Si una familia tiene un problema transitorio o crónico, lo debe solventar el Estado o benefactores privados. ¿Por qué tiene que pagar las consecuencias un propietario en su hogar, en su casa de vacaciones que ha adquirido con el esfuerzo de años o en la inversión en vivienda que ha realizado para alquilar, para venta o para futura vivienda de un hijo? No quiero dar ideas, pero imaginen que pasara lo mismo con los coches; que una persona necesitara vehículo y como tú tienes dos pues se lleva uno para su uso personal mientras sigues pagando seguro, ITV y resto de impuestos a la circulación. Es que me hace falta para ir a trabajar – argumentarían. Y mientras un juez no dijera lo contrario seguiría usándolo a su antojo, tiempo que podría ser un año o tres, y a saber en las condiciones en que lo devolvería tras ese tiempo, total, no es suyo. Lo que debería estar fuera de toda duda es que la propiedad privada es un derecho natural, principio de la civilización, el origen del comercio y la riqueza, lo que nos diferencia de la tribu ancestral. Ni siquiera el comunismo ni Marx en su obra se oponen al derecho a la propiedad privada obtenida con el trabajo personal. Por ello, no se entiende ese desamparo deliberado de muchos propietarios que sufren esta lacra.

Uno de los eslóganes del foro económico mundial es: “En 2030 no tendrás nada y serás feliz.” Añadiendo: “Cualquier cosa que quieras alquilar, te la llevará un dron a casa”. Es una afirmación muy bonita y que incluso ya se produce con muchos bienes de consumo. Sin embargo, la realidad es que las personas ansían poseer cosas. Siempre ansiarás más, ya sea con nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, mediante el delito como la ocupación o el robo, la guerra; cualquier método se utiliza para obtener lo que deseamos. Siempre un poquito más, el ir más allá, el plus ultra, es lo que espolea a la humanidad en los avances exponenciales que se consiguen siglo a siglo. ¿Qué sino impulsaba a los marinos a adentrarse en océanos inconmensurables y desconocidos sobre cáscaras de nuez? ¿Qué nos impulsa a querer colonizar la Luna, el planeta Marte, a querer viajar a las estrellas y buscar sitios habitables a millones de años luz a sabiendas que nunca podremos llegar? Cuando Estados Unidos tenga una base en la Luna y China otra, ¿cuánto tardaran en reclamar territorios para su país? Y, por supuesto, en explotar los minerales y riquezas que allí puedan encontrar. El deseo de posesión es innato al ser humano; es inútil querer luchar contra nuestros instintos. Quizá sería mejor intentar aprovechar nuestros impulsos naturales en beneficio de la humanidad.

 

 

3 thoughts on “Okupación, por Diego J. García Molina

  1. JOSE LUIS SALMERON MARTINEZ

    Cuando las políticas «progres» pervirtieron la palabra «propiedad» ahí empezó el lío.
    Difícil de desenliar debido a las políticas progres que procuran que los líos sigan siendo graves líos para quien los padecen debido a sus malas políticas.
    Triste…peo es así.

    1. Alba Popule

      Está usted acertado, claro, pero ese progre del que habla, de dónde deriva tanta miseria moral que ha pervertido el concepto de propiedad, se llama M. Rajoy. A ver si se entera. Y a ver si nos enteramos también que un juez desaloja una ocupación, con papeles legales de propiedad, en dos o tres días. Lo que pasa es que los medios de comunicación de este país mueven mucho este tema asustaviejas y, acto seguido, lanzándose o tres anuncios de alarmas de seguridad. Con eso, y con los pseudópodos fascistoides que se dedican a estas mentiras, estamos apañados.

  2. JOSE LUIS SALMERON MARTINEZ

    Antes se decía que mi casanes mi castillo. Ahora se teme que mi castillo sea la casa de otros.
    De ahí el miedo entre castillantes paganos de los inevitables gastos y daños provocados por los invasores.
    ¿Soy racista?…si… a mucho orgullo.
    Visto lo visto.

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