Nueva remesa de los articulillos sueltos e independientes de Antonio Balsalobre

Bocanadas

Apoyado en la barandilla del muro que se asoma al río y al monte, un joven de pelo oscuro, con mochila a la espalda y cigarrillo encendido entre los dedos, contempla, soñador, la huerta y los perfiles de las sierras. Pasea su mirada de La Atalaya al Segura, del Segura al Menjú, de la huerta al valle que se encajona en Bolbax, y entretanto se lleva el pitillo a la boca y le da una calada tan honda, tan profunda, tan intensa, que tiene el poder de embriagarme hasta mí mismo. Hay muchas formas de saborear la vida. Y tragar humo fue para ese muchacho una de ellas. Hace tiempo que dejó de escuchar ese canto de sirena, pero sigue intacto su convencimiento de que la vida lo es todo. De que, como decía Bretch, hay que beberla a grandes tragos, porque no nos bastará cuando hayamos de perderla.

26 millones

Si como decía Ramón Gómez de la Serna en una de sus mejores greguerías, el cañón, cuando dispara, retrocede asustado por lo que acaba de hacer, podemos imaginar el estremecimiento y el pavor de 26 millones de fusiles disparando a 26 millones de españoles. El pavor de los fusiles, no de quienes estarían apretando el gatillo, tan fanáticos, abyectos y deshumanizados que ni se inmutarían. «No queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta» ha dejado escrito Francisco Beca Casanova, exgeneral de división del Ejército del Aire, en un grupo de chat de extrema derecha. No ha tardado Vox en reconocerlos como de los suyos. Pero la parlamentaria que se ha apuntado a esta orgía sangrienta no ha retrocedido, asustada, por lo que acababa de hacer sino que se ha pavoneado en el Congreso de los diputados.

Constitucionalista

Voté sí a la Constitución una fría mañana de invierno, un año después me fui a hacer la mili, sin entusiasmo pero sin buscar escaquearme, y el 23 de febrero de 1981 hice lo que estaba en mi mano para que fracasara el intento de golpe de Estado perpetrado por mandos militares de extrema derecha. Voté sí a esta Constitución hace 42 años y la sigo defendiendo aunque haya algunas cosas en ella que me gustaría cambiar. Entre otras, la parte relativa a la jefatura del Estado. Una posibilidad de reforma que contempla la propia Carta Magna si se hace de acuerdo con lo establecido. De modo que me basto a mí mismo, creo que por méritos propios, para considerarme lo que me dé la gana, y por ende, constitucionalista, sin que venga ningún pipiolo hijo político del franquismo o de sus valedores para determinar con sus PCR’s falsificadas mi pureza de sangre.

Árbitro y parte

No creo que sea bueno para el rey seguir guardando silencio ante el intento de un grupo de militares retirados de instrumentalizar su figura e involucrarlo en un golpe de estado. De exmilitares de extrema derecha que lamentan no poder repetir en estos momentos el levantamiento del 36, o sea, la guerra civil, y muestran su deseo de fusilar a “26 millones de españoles” para solucionar los problemas de España que tanto les preocupan. Una desvelo, por cierto,  que comparte la presidenta de la Comunidad de Madrid en su “literalidad”. No seré yo quien niegue la dificultad de ser mediador en un partido tan marrullero y cainita. Pero ojo. Si el rey sigue callado y ausente mientras PP y Vox lo utilizan como ariete para desacreditar y desgastar políticamente al Gobierno progresista de la nación, algunos pueden empezar a pensar que es árbitro y parte.

 

 

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