Mal de corazón
Preguntado Hernán Cortés por la obsesión que mostraban los españoles por acumular oro, contestó: “Tenemos yo y mis compañeros mal de corazón, enfermedad que sana con ello”. Esa leyenda negra nos viene persiguiendo desde entonces como si la codicia fuera un atributo especialmente ibérico. Curiosamente, la palabra “rico” no viene del latín ni del griego, como la inmensa mayoría de las que usamos, sino que tiene raíz germánica “rik” que significa “poderoso” y que acabó derivando en “adinerado”, como si las dos cosas fueran inseparables. Una riqueza y un poder, por cierto, que se acumulan cada vez más en menos manos y nos hacen más desiguales. Los gigantes tecnológicos GAFA, las multinacionales, los bancos son hoy en día, entre otros, los nuevos conquistadores desbocados. Y para desgracia nuestra, algo me dice que “el mal de corazón” de Cortés es una enfermedad que no se cura ni siquiera con “ello”.
Inacabado
El gobierno “repitajos” de Miras surgido tras la fallida moción de censura en el que no faltan tránsfugas, arribistas o apóstatas que pusieron a prueba las costuras del propio sistema, hace más agua que el Titanic. Si sigue zozobrando este buque variopinto y hasta folclórico, sumergido en la incoherencia, la inoperancia y el abuso (con la adjudicación de la televisión autonómica como punta del iceberg) es, digámoslo con toda claridad, por la sólida base ciudadana que la derecha y la extrema derecha tienen en la Región, que de momento, quizá por el efecto antisanchismo, todo se lo permite y todo se lo perdona. No se entiende si no que se asista a este carrusel de dimisiones (Celdrán, Consejería de Hacienda, Moreno, Presidencia… con sustituciones que se eternizan) con la misma indiferencia que si ocurrieran en Kazajistán. Ejecutivo regional de repitajos sí, pero también inacabado, y si me apuran, apuntando a fallido.
Concordia
Durante la jornada ‘Concordia, Constitución y Patriotismo’ (sic), organizada en Ávila por el PP, alguien, un exministro de UCD y expolítico de Vox, dejó caer, “sin querer hurgar en el pasado”, que en 1936 no se produjo un golpe de Estado y que la culpa de la Guerra Civil no fue de los sublevados, “apoyados por organizaciones fascistas”, contra el régimen democrático sino del Gobierno de la II República “que lo hizo muy mal”. Casado cayó. Y quién sabe si también asintió. Así es como una parte de la derecha busca blanquear el fascismo y reescribir la historia de España. Todo esto ocurre mientras el gobierno aprueba la Ley de Memoria que busca impulsar el reconocimiento, la reparación y la dignificación de las víctimas del franquismo. Una ley homologable a las que existen en los países democráticos de nuestro entorno. Esa es, en mi opinión, la verdadera concordia.
Carmen Conde
Mientras oigo “el estribillo de las olas” frente al mar, que diría Chateaubriand, me sumerjo en un libro nuestro y universal, cercano y erudito: ‘Carmen Conde, desde su edén’, del Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Murcia Francisco Javier Díez de Revenga. Me dejo embaucar por la figura y obra de una mujer excepcional, nacida en Cartagena, poeta, novelista, dramaturga, ensayista, cuya vida, apasionada y transgresora, es la viva imagen de ese siglo XX murciano y español, con sus grandezas e infortunios, por el que transita. Me zambullo en la profusa y magnífica escritura que en forma de ensayo, cartas, reflexiones, análisis, fragmentos poéticos, va desplegando el autor, con el inmenso saber que atesora y la agilidad de su prosa. Todo un conjunto biográfico y bibliográfico destinado a dar cuenta de la importancia de la obra de Conde pero también de su amistad y relación con escritores de la talla de Juan Ramón Jiménez, Gabriela Mistral, Miguel Hernández y tantos otros. Literatura, amistad, amor, exilio interior son el estribillo de las olas de este mar que durante la lectura acaba confundiéndose con el otro, que Conde llamó “gran sueño con orillas”.