No te rindas, por María Bernal

No te rindas

“No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda…”. Mario Benedetti, el poeta uruguayo perteneciente a la Generación del 45, escribía estos versos enmascarado tras ese yo lírico que pretendía evocar un canto a la valentía de la mente y del corazón que entierra sus miedos para reiniciar el vuelo de vivir y no quedarse anclado en el tiempo.

El destinatario de Benedetti, al leer esos versos y desde la más íntima emoción, podía ser capaz de reactivarse y volver a sentir, volver a vivir y, por ende, volver a ser feliz. Son solo palabras, son únicamente versos, pero ante todo, es literatura, una de las artes con las que el ser humano es capaz de disfrutar y de experimentar todo cambio ineludible para ser feliz identificándose a veces con el sentido de un poema, con la trama policial de una novela o con la interpretación emotiva de los personajes de una obra de teatro.

Es la literatura esa medicina prescrita para sanar prejuicios, para curar heridas y para teletransportarnos a una realidad lejana en la que podemos llegar a conocernos y, en consecuencia, buscar y quedarnos con que verdaderamente nos hace tener los depósitos de la fortaleza llenos.

Vivimos rodeados de convencionalismo, bien por ser artífices de ellos, bien por recibir los daños colaterales de estos, sin darnos cuenta de que  estos son esos demonios que, junto a un cúmulo de circunstancias, arrojan a las personas a un pozo sin fondo donde todo es de color negro y del que parece que nunca se va a salir.

En ese pozo, y por desgracia, se caen muchas personas día tras día. Unas veces habrá un motivo que te lance, otras no, pero está claro que hay mucha gente que necesita un oído que fusilar a palabras de la zozobra que los consume, y un hombro para llorar toda esa angustia existencial de la que no son capaces de escapar por sí solos.

Si hay una necesidad apremiante que necesitamos, esta tiene un nombre que nos da miedo pronunciar, la psiquiatría. Sería un avance colosal  dejar de lado tantos prejuicios y tabúes que lo único que están consiguiendo es destruir todavía más a la raza humana. Cuando la salud mental se agrava, como lo hace, por ejemplo, una gripe  que no es tratada, no es cuestión de dejar pasar el tiempo, ya que esta desacertada actitud lo único que provoca es desestabilizar  nuestra mente, dándole rienda a la ansiedad y a la depresión para que campen a sus anchas.

Y es que la mayor  asignatura pendiente es la de la salud mental. Cada vez son más los suspensos en esta materia que supone el motor de nuestra vida. Sin embargo, en lugar de tomar cartas en el asunto, nos atemoriza nombrar la palabra psiquiatra, como si fuera un ser maquiavélico que lo único que va a hacer es atiborrarnos a pastillas para controlar nuestra mente. Claro, como si el traumatólogo nos calmara el dolor de una lesión con una varita mágica; o el cardiólogo nos recetara gominolas sin azúcar en lugar de betabloqueantes cardioselectivos para disminuir nuestra presión arterial. Espabilen, que hablamos de médicos, no de políticos; hablamos de ángeles de la guarda, no de monstruos que nos van a hacer desaparecer.

Pero no, decidir ir a un psiquiatra parece ser la antesala de convertirse en un ser demente marginado al que van a mirar por encima del hombro. Y esto es producto de la ignorancia suma en la que vivimos sumergidos, una ignorancia a la que nos agarramos a la par que destruimos nuestro propio bienestar, a la par que le damos la bienvenida a ataques de pánico y a la par que bloqueamos nuestra respuesta ante un miedo.

Nos faltan muchos baños de psiquiatría, muchas lecciones pronunciadas por boca de los psiquiatras; los especialistas de la mente que cada vez se deteriora de manera más precoz por culpa de una sociedad que se embarcó hace siglos en esta aventura de los prejuicios de lo políticamente aceptado y que al final nos convierte en víctimas de una sufrimiento existencial del que sí se puede salir.

Tópicos tan arcaicos y tan carentes de fundamento científico como “el psiquiatra te medica para que vayas hecho un zombi todo el día” son los que demuestran que somos masocas de la presión social que, inminente, nos aboca al fracaso

Escribía Mario Benedetti que “aunque el sol se esconda, aún hay fuego en el alma y vida en los sueños “. Somos nosotros los responsables de seguir avivando esa llama para ser felices y  seguir viviendo para cumplir sueños, esos que, una vez que hemos caído en el pozo negro y pedimos ayuda a un médico psiquiatra, estos se llegan a hacer realidad.

Dedicado con mucho cariño a Eladio Aparicio, un genio y mago que una vez, así por casualidad, me dijo que conduciría coches de carrera si me convertía en piloto, ya que ahora no solo conduzco coches de carrera, sino que me monto en una nave espacial con tal de alcanzar lo que sea, porque si tres palabras me tatuó en lo más profundo de mi ser, alguna vez que coincidimos, estas fueron las de “no te rindas”.