Monteorégano
Han tenido que pasar algunos años para que por fin se haya levantado el secreto de sumario del caso Pérez. Por fin se han podido ver las imágenes y escuchar el audio de la declaración en sede judicial de Julián, exalcalde de Monteorégano, denunciado por haber “metido a dedo” a su supuesta hija como oficial administrativa de la empresa pública Aguas de Monteorégano.
La escandalera mediática, política y judicial removió al pueblo y lo puso boca abajo como si fuera un salero. Algunos ilustrados vecinos pintaron en la fachada de la casa del alcalde una frase de lo más ecuánime: “La próxima te va a votar tus muertos pisados”.
Hace no menos de tres meses, el teniente Álvarez, de la brigada especial libre, se presentó en casa del juez Pascual. Se sentó en el sofá y puso los pies sobre la mesa de café, emulando a aquel gran visionario. Se encendió un puro de dos palmos al tiempo que se acomodaba los huevos con la otra mano. Álvarez, conocido como “gran mandíbula”, le dijo al juez Pascual que no había caso. El juez Pascual le dijo al teniente Álvarez que ya lo sabía.
Ni que decir tiene que durante este tiempo, desde el segundo 30, tras ser admitida a trámite la denuncia, Julián Pérez dejó de ser alcalde de Monteorégano ante las embestidas reiteradas de un puñado de animales cornudos violentos que sabían muy bien donde frenar para volver a empujar, unido a las no menos importantes zancadillas de su propio partido, por si las moscas, por eso de los daños colaterales, entiéndaseme.
Al ahora exalcalde se le ve sentado en mitad de una sala pequeña, risueño por genética, pero con cara de estar un pelo incómodo, algo temeroso, de ahí esa sonrisilla a modo de mecanismo de defensa y la impronta como de petición de clemencia celestial. El juez ha sido muy claro desde el primer momento: “Usted habla cuando yo se lo diga, usted se mueve cuando yo se lo ordene”. Es una cosa que aprendió en los tiempos de la mili y que saca a colación siempre que puede, aunque nadie hable o se mueva, como quien habla sólo por la calle.
Lo que sucede después, según declaraciones posteriores del exalcalde: “Estoy todavía en tratamiento, el médico nada más me vio me diagnosticó. Llevo para adelante cuatro cajas de pastillas distintas, seroquel, entre ellas, no sé para qué, etc. Estoy todavía con el pánico instalado mi sangre; vuelvo a la granja de mi abuelo”.
El juez llama a su mesa a todos/as los/as abogados y abogadas, fiscal, ayudantes, y han empezado a desnudarse; el primero el juez Pascual. Después se aprecia vivamente en las imágenes un aquelarre sexual de primer orden, una estampa dionisiaca de altos vuelos donde la orgía romana de tiempos de Calígula se queda ahora en mantillas de pelo de rata; penetraciones, lametones, gemidos, gritos de Sade, Sade, Grecia, Grecia, Roma, Roma. El alcalde intenta escapar de la sala ante lo que cree que se le viene encima en forma de pergamino fálico, pero las fuerzas de seguridad del estado se lo prohíben.
“Usted no se va hasta que no se corra el juez”, resuena en la sala.
Acaba la sesión pornográfica y muy democrática, en cuanto al culmen de satisfacciones, todos y todas vuelven a sus puestos iniciales desnudos y sudorosos, aspecto que no impide proseguir con el proceso con la solemnidad y rigor propio de una institución avanzada. La abogada de la acusación popular, aún con unos colores en las mejillas y una piel lozana y tersa que le han quitado cinco años de encima, pide que se le haga de nuevo la prueba de paternidad al exalcalde.
El exalcalde otra vez intenta salir de la sala. Se lo impiden las fuerzas de coerción y mantenimiento del orden, del que sea en cada momento, pero para los mismos de siempre, no vaya a ser que se rompa el botijo de porcelana china. Después de lo visto, solicitar una prueba de paternidad podría implicar servir de conejillo de indias para cualquier cosa rara.
No se admite la propuesta.
El juez, desnudo y muy tranquilo, pide a Julián Pérez que se levante.
“Bajo el mandato que la Constitución y demás leyes me confieren, puedo asegurar y aseguro, que no ha habido tráfico de influencias por parte del denunciado ya que éste no tiene hijos ni hijas. Y según informe pericial de 25 de septiembre de 2022 no puede ni podrá tenerlos. El tiempo de demora no se le puede imputar a este tribunal, sino a la máquina de contraste de ADN, cuya pieza faltante hubo que pedirla a Alemania.
Se suspende la sesión.
Preguntado el presidente del gran consejo por la puesta en escena de la sesión en sede judicial, éste ha declarado que no ve ningún fundamento jurídico de reprobación. Cada juez es libre de realizar cuantas actuaciones estime oportunas en su juzgado de instrucción, y llama a la calma. Calma, calma. Califica las actuaciones como correctas y ajustadas a derecho. Iba todo el mundo protegido y nadie se ha extralimitado en sus funciones. Desde algunas asociaciones de jueces, según los comunicados de prensa, tampoco se atisba falta alguna en la forma del proceder del tribunal, apelando a la autonomía e independencia que la Constitución les confiere. La asociación más beligerante con esta independencia y autonomía ha declarado: “Cómo si se quiere sacrificar en sede judicial a una gallina viva en honor a Temis y bailar al corro chirimbolo. Es más que evidente que desde algunos sectores de política y del Gobierno nos quieren obedientes al dictado del pensamiento único. Es un auténtico atentado a la separación de poderes. ¿Qué es esto, un carnaval?”
Desde otros sectores políticos la línea discursiva es clara: “Los ataques a la justicia no son más que el pataleo pueril del que sabe que la debe”.
Algún reducto menor, pero importante, de la sociedad civil según las encuestas, piensa que no se puede demonizar a todo un poder del Estado por una simple orgía pasajera. Los tribunales y sus miembros están en su perfecto derecho de llegar al debate, e información de las diligencias practicadas, de la mejor manera posible y sin tensiones, como si se quieren fumar un San Pedro.
Por aquí, evidentemente, tampoco hay caso.