Mirando al suelo, por Pep Marín

Mirando al suelo

Llevamos más de un mes tomándonos muy en serio lo que nos dijo Rafael sobre la separación de poderes. Oír, ver y callar, y luego dijo: Oíd, ved y callad, porque no se podía utilizar el infinitivo como imperativo que se acordaba él de la escuela, y a ver si nos íbamos a pensar nosotros que por no tener ninguna titulación académica no iba a saber decir las cosas bien dichas y bien claritas. A continuación, puso los brazos en jarras en plan sargento de hierro y dijo que se cagaba en nuestros ancestros y vidas actuales, y que le daba igual ochocientos que cero, que si tenía que poner a alguien en la calle lo iba hacer sin temblarle el pulso.

“Sin que me tiemble el pulso lo juro por mis abuelos, que en paz descansen”, y entre sus labios y dedo gordo sonó un beso como hueco, y pisó la tierra mojada con el pie derecho tras escupir en señal de cumplimiento obligado de lo decretado verbalmente como si fuera una venganza que a mí me hizo mirar abajo al suelo.

Que si no hay separación de poderes, continuó, y el/la compañero/a empieza a querer tomarle el pulso al rol del otro/a y a gustar. No os vayáis a pensar, cerdos, mentes calenturientas, que no sabéis ni lo que es un símil, a gustar, digo, eso de frotar la cebolleta en conejo ajeno, se va el negocio abajo, el ensamblaje, la torre del dominó. Esto no es una orgía en cama redonda y sábanas blanco satén y música de cadencia polvo vecina reguetón cochinero. Que os pongo la tilde con un martillo en la cabeza si os salís de la línea, porreros alienados por el videojuego, que quién es quién aquí para tomar partido y criticar lo que ha dicho o ha hecho el otro/a, y hacer la guerra por su cuenta sin tener en la sesera a la comunidad, al equipo, a la alianza unida por los lazos invisibles pero fuertes del sentimiento de pueblo, de empresa común, Limpiezas Rafael, para servirles, sabemos lo que es el jaspe, queremos enseñarte lo que es el jaspe, véalo; de mi propia cosecha, farsantes del opio, hooligans de la prevaricación, se quedó muerto el publicista cuando le dije el eslogan, materia fina, me dijo. Abejorros del libertinaje; que si uno va a váteres, esdrújula por motivos obvios y con tilde siempre, va a váteres, no se mete con lavabos, no habla de lavabos, no crítica la misión del que tiene lavabos, llana y sin tilde por acabar en vocal n o s, y en cualquier caso, si ve algo raro, o el que viene detrás a fregar está frenado por un antifordista vegano perezoso y mariguano con barba y ropa ancha, me lo dice a mí, a mí, coño, a mí, no va por ahí aireando polémicas a la luz pública y diciendo que ahora me gusta la sopa de mariscos y mañana que no me gusta la sopa de mariscos (aquí puso el puño cerrado en los labios y se notaba que tenía los dientes muy apretados en señal de una rabia que a ver tú a cuento de qué un lunes a las siete y media de la mañana y nosotros sin abrir la boca como si estuviéramos en un mitin). Que nada más que os gusta el porno, a lo fácil ¡eh!, adictos al meme y al vibrador de culos, dijo, todo el siglo XIX tirado a la basura, maldita sea.

Hacéis que me quede sin palabras, sin diptongos ni hiatos, sin una mala diéresis de postre que llevarme a la boca, boniatos de la corrupción que no sabéis ni esconderos. Qué es eso de abrazarse a las farolas cuando os ilumina una respuesta judicial que os agrada y luego os meáis en las mismas farolas cuando vienen sentencias que no contempláis en vuestras cabezas llenas de mono como un adicto a la lima limón con cristal líquido, de odio y de poder. ¿Creéis que sois eternos? Brillantes mamarrachos sin criterio propio, respondiendo como papagayos lo que no se os pregunta, erre que erre, impunes entre una multitud mareada y sin nombre.

Y qué pasó hace más un mes con el amoniaco perfumado. ¿Y con las nuevas bayetas? Os agujereo la rodilla con un taladro y os cuelgo un punto y coma, con taco y alcayata, a quién vuelva hablar de corrupción de la lejía o de las tres brujas santas cuando sé a ciencia cierta que se estaba llevando las muestras de perfume para venderlas por ahí y luego invertirlas en criptomonedas por Internet, un demonio, un satanás posmoderno. Ya hay que tener rostro para llenarse la boca de pulcritud procedimental y estar hecho un cuatrero a escondidas; denunciad antes de hablar, y mirarse, mirarse no, qué digo, perdóname Garcilaso, miraos bien vosotros mismos las uñas de los pies antes de dar un paso en falso para confundir a los alcornoques, encima de lo tristes que están porque ya nadie hace caso al corcho.

Porque hay instancias superiores, recursos, apelaciones, que la cosa no se queda ahí aunque en primera instancia nos duela, incluso con vaselina y trombocid. Lo que no se puede hacer es desmontar el tinglado y utilizar el clásico de la doble moral y creer que no se va oler a mierda después de cagar en el trabajo porque eches al éter colonia barata. Votar una cosa y luego decir en público la contraria. Entonces, ¿qué hacemos?, ¿a qué nos atenemos?, ¿nos vemos en bucle todo el fin de semana la naranja mecánica? Critícame encima y dime que llevo una dieta bajísima en proteínas y omega 3 y 6, cuando te estas comiendo el mejor emperador del Mar Mediterráneo.

Tuvimos que actuar rápido, muy rápido. Tras hablar de la Comunidad de Madrid, de la Fiscalía, pero, sobre todo, del Tribunal Supremo, a Rafael le dio un ataque por verborrea lunera, llevándolo inconsciente al suelo y soltando espumarajo por la boca que parecía un pez de mirada fija asfixiado. ¿Qué hacemos?, dijo mi compañero de váteres. ¿Salimos corriendo? Sin lugar a dudas era el más próximo a los acérrimos del antiestado, un Milton Friedman, su puta madre, sin saberlo ni por asomo; pensaba que ya llegaría de una manera u otra la ayuda por arte de magia. ¡Qué vas a salir corriendo, buitrero! Y entre los dos le hicimos la reanimación, tal y como nos acordábamos de un video que vimos en el curso de protección de riesgos laborales, mientras Paco llamaba a emergencias. No sin esfuerzo y algún que otro rezo, conseguimos reanimarle, y Rafael quería seguir hablando de la separación de poderes y qué pasa cuando todo se confunde, cuando todo se mezcla como en un potaje, pero no pudo, no le salían las palabras, aunque se le entendía debido a las ganas y la pasión que puso. El resultado fueron tres costillas rotas, porque la maniobra de reanimación no fue del todo técnica. Pero le habíamos salvado la vida. Eso nos dijo la doctora de la ambulancia mientras yo no hacía más que mirar al suelo.