Lo de Errejón no fue un hecho aislado. La impostura cabalgó de nuevo. Un cinismo corporativo sólo repudiado cuando la mierda desborda las rotativas. Y digo bien; corporativo pues, de ordinario, el gremio oculta las inmundicias de los suyos, no por motivaciones filantrópicas para con el farsante y sus potenciales víctimas sino para proteger los intereses del sindicato.
Recuerden las monsergas del Rey Juan Carlos por Nochebuena. Con la cena todavía humeante, se colaba en nuestros salones para decirnos que “la salud moral de una sociedad se define por el nivel del comportamiento ético” o que “asumo las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad”. O cuando hablaba del valor de la familia o de la igualdad de los españoles ante la Ley. Hay que tener cuajo.
¡Cómo olvidar el momento estelar de la otrora Secretaria General del PP! “La indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido. Y como fue una indemnización indifi… en diferido, en forma, efectivamente, de simulación de…, simulación, o de…. lo que hubiera sido en diferido en partes de una…, de lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social”.
Así, entre balbuceos que llevaron al clímax a la genovesa sala de prensa, explicaba María Dolores de Cospedal las exequias retributivas de Bárcenas. Toda una abogada del Estado (con patronímico precedido de la preposición de cómo señuelo de una noble ascendencia) haciendo el más bochornoso de los ridículos. El PP denostaba a Bárcenas como el PSOE lo hace hoy con Aldama. No es azaroso que las organizaciones criminales suelan ser derrocadas por el contable o el tesorero-repartidor.
¿Encontraron ya las armas de destrucción masiva en Irak? ¿Puede Sánchez conciliar por fin el sueño tras aliarse con Bildu? Los indultos y ulteriores amnistías para los más graves delitos que un político puede cometer, ¿pasaron de ser inconstitucionales a interesantes?
Sirvan estos pocos ejemplos para demostrar que la trola y el delito no conocen fronteras; ni posadas. Tristes cohortes de fanáticos que ningunean la viga en ojo propio y magnifican la brizna de paja en los ajenos. Tontos útiles al dictado de golfos sin fronteras. Así nos va. Los políticos decentes, que los hay, callan y validan las fechorías de sus cuadros; por miedo, para no truncar sus prometedoras carreras, por mil razones que nada aportan a la decencia y la democracia y sí a la persistencia del hedor. Silencio que torna en complicidad.
A esos politicuchos de tres al cuarto les daré un consejo. Y gratis. Cuando les acerquen una alcachofa o se entronicen a un ambón mitinero, deberían imaginar que los maestros de su infancia, sus padres y la propia consciencia andan de oyentes. Tal vez, sólo tal vez, se lo pensarían dos veces antes de mentir como bellacos. Hemos de suponer que tuvieron maestros antes que profesores, que bebieron de las vidas ejemplares de sus padres y que todavía preservan un ápice de consciencia. O, dicho de otra manera, que retienen la capacidad de someter los propios actos a un juicio moral y ético.
Lo sé. Pido y espero demasiado de un mundo gobernado desde la superficialidad y el materialismo más determinantes. Desvergonzados que para sí avían suculentos retiros mientras alertan de la insostenibilidad del sistema público de pensiones. Fariseos terminales donde sus propias vidas contradicen los valores y principios que dicen defender. Ecpáticos que viven en urbanizaciones arcadianas y que, por sus dolosas cesantías, condenan al pueblo más humilde a sobrevivir entre la violencia, el delito, las drogas y la inmundicia.
Fantoches que, por cada seis de diciembre, brindan por la Constitución del 78 mientras, de facto et de iure, la arrastran por el fango un día sí y otro también. Canallas que, desdeñando el significado del honor y la justicia, ultrajan la memoria de los muertos para abrazarse a los verdugos. Según parece, la utilidad de los seis votos de EH-BILDU pesa más que la sangre de 853 HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS ESPAÑOLES, QUEDANDO, A DÍA DE HOY, 379 ASESINATOS SIN RESOLVER.
Se colige que los 7 diputados de JUNTS, los 5 del PNV y los 7 del Grupo Republicano catalán son más convenientes para el interés general de España que los 137 del PP y los 33 de VOX. Lo diré de otra manera. El conglomerado de golpistas, secesionistas y demás enemigos confesos de la patria española (que en las pasadas elecciones generales representaron el 6% de los votos emitidos) tienen más influencia en los asuntos de los españoles que el 45,40% que suman PP y VOX.
La Constitución Española y la Ley del Régimen Electoral General no son tablas mosaicas y necesitan de una revisión urgente para salvaguardar a nuestra patria de polizones que reniegan y viven de ella con idéntico descaro. El Parlamento Español no puede ni debe dar cobijo a quienes sólo buscan el debilitamiento y desaparición de la PATRIA COMÚN. Es tan sencillo y lógico que sonroja tener que explicarlo. Por otro lado, no votan los territorios sino los ciudadanos y, en consecuencia, cada voto debe tener idéntico valor. El kilogramo de diputado nacional ha de costar lo mismo en cualquier lonja de España.
Tal es el nivel de degradación intelectual y política que, a quienes postulamos esto último, nos tildan de reaccionarios. Tampoco me incomoda demasiado pues, en efecto, conviene reaccionar frente a esta ola de relativismo ideológico que amenaza con llevárselo todo por delante. Los ahijados de Pinocho, además de mentir como posesos, acostumbran a etiquetar a quienes disentimos públicamente de esa especie de prontuario nihilista con ínfulas de catecismo laico.
Va a ser que no. El individuo está llamado a buscar la verdad; siempre y en todo lugar. La verdad es poliédrica y esquiva. Lo sé. Y adquiere aristas insospechadas a la lo largo de nuestras vidas. Y está bien que así sea pero una cosa es esa y otra aceptar gato por liebre.
Para ser sinceros, la alta política acostumbra a mentir sin piedad pero se espera que los contrapesos de la democracia enerven los excesos y desviaciones de poder de los primeros. No corren buenos tiempos para la lírica; en absoluto. A día de hoy, la hegemonía de la democracia, que es tanto como decir el futuro de nuestros hijos, depende de cuatro jueces valerosos y de un puñado de periodistas dispuestos a varear las malolientes alfombras de Moncloa.