Melancolía, según Diego J. García Molina

Melancolía

No es extraño, al menos para mí, que aquella energía con la que empezaba año natural hace un par de semanas casi se haya extinguido. Tiene el mes de septiembre algo de melancólico que no sabría explicar. La situación en España y en el mundo no se ha relajado durante las vacaciones estivales, sino que continúa empeorando lenta, pero inexorablemente. Otro intento de asesinato del candidato republicano a las elecciones de los EEUU de América: la eliminación física del rival político no es una solución, por mucho que detestes al personaje. La guerra de Ucrania que no ceja, acorralando cada vez más a Putin con el peligro que conlleva. La tiranía venezolana ha perdido todo viso de legitimidad, si es que alguna vez la tuvo, para desgracia del pueblo venezolano puesto que la intrincada red de alianzas internacionales les deja solos, a merced del dictador, para vergüenza de los españoles de que un expresidente español sea el principal colaborador del régimen; por cierto, en la votación del congreso de los diputados para reconocer al legítimo ganador de las elecciones venezolanas, Edmundo González, el PSOE votó en contra. La guerra de autodefensa de Israel roza por momentos la deflagración hacía los países árabes limítrofes (colaboradores necesarios del terrorismo iraní); por cierto, ¿cómo terminó la guerra de Siria? ¿Acabó? ¿Sigue mandando el dictador heredero de los al-Ásad? Para desgracia de los sirios, la actualidad informativa destierra al olvido los conflictos anteriores, como la rebelión cívica de hace un par de años en Cuba o los problemas del África subsahariana con la corrupción y el neocolonialismo de Francia, sustituido ahora por el ruso. Creemos que todo esto ocurre muy lejos y en nada nos afecta, mas en este mundo globalizado, todo influye. Y tampoco se hace necesaria tanta globalización. En el verano de 1914 nadie pensó que el asesinato del sobrino del emperador austrohúngaro en Sarajevo promovido por nacionalistas serbios iba a causar la devastación que sobrevino a continuación, en un efecto dominó horripilante de potencias militares declarándose la guerra una tras otra. En España, sigue el sanchismo con su plan totalitario intentando eludir la corrupción, además de perpetuarse en el poder, como a ellos mismos se les ha escapado en alguna ocasión, embistiendo ahora contra la libertad de prensa con una nueva ley que recuerda al franquismo, más que a algo progresista, la verdad. No obstante, ya veremos si llegan a aprobarla, dado que este martes, de nuevo, una ley propuesta por el gobierno resultó rechazada en el parlamento. No tienen mayoría y sus supuestos socios votan en contra de sus propias leyes. Suma (dicho sin ironía) y sigue.

El regreso a la rutina tiene otras consecuencias. La vuelta al colegio o instituto cuando eras niño, acabando con esa libertad veraniega: vuelta a los zapatos y a la ropa de abrigo, las primeras lluvias anunciando el otoño, la despedida de los amigos del verano, las nuevas experiencias, el descubrimiento. Cuando creces, la vuelta al trabajo, se acaba la feria, vuelven las obligaciones. Melancolía. Como cantaba Green Day en su éxito del disco American Idiot, “despiértame cuando acabe septiembre”. Este año, en Murcia, una vez más, nos encontramos con un inicio de curso caótico, con falta de profesores, de recursos y de inversión. Como decía el lema de la campaña electoral de Clinton años ha: “es la economía, estúpidos”. Es muy sencillo, si no hay dinero, el margen de actuación se restringe. Según ha calculado el sindicato CSIF con los datos del ministerio, los recortes en materia de educación desde 2010 son de casi 300 euros por alumno. Hagan las cuentas por clase, luego por curso, y luego por colegio o instituto. Multipliquen. Y eso no es todo, ¿creen ustedes que el dinero invertido en las insolidarias Cataluña y País Vasco se ha reducido o ha aumentado? Para ellos siempre hay dinero debido al chantaje político que constantemente han aceptado PP y PSOE con tal de gobernar; aunque lo del sanchismo ya sobrepasa todos los límites de la decencia. Por tanto, dichos recortes todavía son más acentuados en comunidades desfavorecidas y sin ningún poder de persuasión como Murcia. ¿Y saben para qué? Pues para nada útil para la sociedad. No tienen más que revisar los resultados del último informe Pisa. De las tres competencias evaluadas, cabe destacar lectura, donde País Vasco y Cataluña ¡son las últimas! (sin contar Ceuta y Melilla); y ciencias, donde País Vasco es la última y Cataluña la quinta por la cola. Por debajo de Murcia en ambos casos. Un exitazo la inmersión lingüística. En matemáticas se defienden un poquito mejor, País Vasco en la media de la OCDE, la novena de 17, mientras Cataluña la sexta por la cola. Por poner un ejemplo más concreto, el País Vasco, con poco más de medio millón de habitantes más que Murcia (2,1 millones vs 1,5 millones) gasta en secundaria y formación profesional más del doble que Murcia. Bonito, ¿verdad? Todos los españoles somos iguales, sí, sí. Luego pensamos que las políticas que se deciden en Madrid y los chanchullos que arreglan bajo la mesa para gobernar no nos afectan. Cuando les den cita para dentro de 6 meses en el hospital pregúntense también cuánto se invierte allí en sanidad; o en transporte público, o en cualquier otra materia… por ejemplo su pensión. Aquí recortarán; para ellos no faltará.

Resumiendo nuestro éxito como país, hemos aumentado la inversión en ciertas autonomías, disminuyéndola en otras, para obtener unos resultados penosos en ambos grupos. Esas autonomías han profundizado en su empeño lingüístico en el sistema educativo, cuyo único objetivo es tener al electorado cautivo. Nunca habrá independencia, esta historia se alargará todo lo que se pueda mientras puedan seguir trincando. Lo que nos lleva a confirmar que el dinero es importante, sin embargo, más valor tiene todavía saber cómo y dónde gastarlo, en vez de despilfarrarlo en delirios identitarios sin sentido y/o en corruptelas; creo que en este punto ya está casi todo el mundo de acuerdo y se ha caído la venda. Solo falta que los votantes entiendan que todo esto se ha convertido en un negocio de los que muchos viven a cuerpo de rey, mientras fastidian a todos: a unos, porque no les permiten estudiar en su idioma materno, y a otros porque dicha inmersión se ha confirmado como un fracaso educativo. Mientras ellos llevan a sus hijos a carísimos colegios privados donde, por supuesto, se estudia español. Cuando se trata de la educación de tus hijos, o la asistencia sanitaria de tus padres, o de disponer de unas buenas infraestructuras, se debería dejar de votar con el corazón para pasar a votar con la cabeza. ¿Qué me conviene más a mí y a mi familia? Pero no para que gobiernen unos u otros, sino para que analicemos que tal han funcionado las políticas de quien está gobernando, investigar que ofrece la competencia, y votar en consecuencia. No porque toda la vida haya «pertenecido» a tal o cual partido no puedo cambiar mi voto. Por cierto, en uno de los párrafos de la canción de Green Day también habla de que en septiembre vuelve otra vez la lluvia. Quizá no es solo sensación mía, y siempre me vienen a la mente los siguientes versos: “Una tarde parda y fría/ de invierno. Los colegiales /estudian. Monotonía /de la lluvia en los cristales.” Melancolía, añado yo.