María Parra homenajea a Pepe Trueno, la pasión nazarena

Pepe Trueno, pasión nazarena

Queridos lectores,

sigo vislumbrando desde mi cumbre una profunda quietud que tiene aterida a esta mi Atalaya, pues en las calles de Cieza reina la ausencia, y la soledad es la única que se atreve a recorrerlas. Mientras tanto, la primavera se pasea por este valle henchida de esos bellos colores con los que se viste la naturaleza en esta época, bañada estos días por esas gotas de lluvia con las que las nubes nos obsequian.

Con la Cuaresma ha llegado ya el tan ansiado por los ciezanos Viernes de Dolores, envuelto en un nuevo abril, y con él el tiempo de Pascua, pero, desafortunadamente, y por primera vez en sus muchos años de historia, en esta ocasión, Cieza no vivirá su Semana Santa con esa fidelidad bíblica que tanto la caracteriza.

Los dulces caramelos no serán lanzados a los expectantes niños. Los solemnes tronos no serán adornados con ánforas llenas de rosas, claveles, gladiolos, nardos o lirios. Los cirios no prenderán su llama. Los consagrados Santos no serán ataviados con manos fervorosas para procesionar. Las coronas no serán encumbradas, ni los bellos mantos de las Vírgenes nos protegerán amorosamente. Las túnicas no serán lucidas con orgullo por los nazarenos de los Pasos. Los escudos no servirán como vanguardias de las Hermandades junto con los estandartes bordados de oro y seda entre faroles de plata. Los costaleros no podrán sentir sobre sus hombros el monumental peso de la devoción en su lento caminar acompasado, ni vivirán la fraternidad que reina entre los compañeros de vara que se reparten la dura carga. Los pies desnudos de los penitentes no sufrirán profundas heridas que curen sus corazones. Las delicadas mantillas de blonda o chantilly negro no bailarán al son del viento envolviendo las cabezas de las Hijas de María durante el velatorio. Las saetas no saldrán sostenidas por afligidas voces a los balcones adornados con bellos mantones. Las Iglesias no abrirán sus capillas para recibir a sus devotos durante la Vigilia. No habrá momentos de miradas de recogimiento entre un tú santo y un yo mortal. Las calles no olerán a incienso. La tropa de los Armaos no afilará sus espadas para empuñarlas al viento, ni habrá ojos agolpados admirando cómo desfilan en hilera formando el caracol mientras suenan sus secas cornetas. Las trompetas y los tambores, compungidos, permanecerán callados, pues no podrán desplegar por Cieza sus sonidos brillantes con los que marcar esas marchas procesionales de las Cofradías en las que se funden la vida y la muerte a base de acordes, despertando una profunda pasión entre todos los ciezanos y visitantes.

Pues esas marchas son las que siempre han acompañado a los fervientes cofrades, elevando sus corazones hasta el Reino de Cielos, como le ocurría a José Salmerón Salmerón, conocido entre sus amigos como Pepe Trueno. Pepe era un hombre devoto, de carácter vehemente, de gran inteligencia. Su trato justo le hacía estar rodeado siempre de buenos amigos con los que le gustaba compartir ratos de tertulia, en las que siempre su elocuencia acaparaba todas las atenciones, habilidad que le dotó de gran prestigio social. No realizó estudios superiores, pero a los pocos años de su nacimiento, allá por el año 1923, ya demostraba su gran avidez de conocimientos, con los que fue alimentando esa memoria prodigiosa que le permitía recordar fechas exactas de los sucesos históricos que habían ido sucediendo y escribir sobre ello. Albergaba un profundo amor por su patria, pero ante todo amaba a Leonor, su fiel compañera de la que no se separaría nunca. Cuando llegaba la Navidad él ya hablaba de Semana Santa. Le empezaba a hervir la sangre, pues pronto sería Viernes de Dolores, y mientras añoraba el momento de vestir su sagrada túnica de Los Dormis, sabía que tenía que comenzar ya a realizar los preparativos para que todo estuviese listo. Por eso, no dudó en realizar esfuerzos y sacrificios para que salieran siempre los tronos en procesión envueltos en un ambiente cargado de valor sacro y piadoso. Su implicación personal en estos lares y su pragmatismo le llevó a ocupar, durante algunos años, puestos en la directiva de la Cofradía de la Oración del Huerto y el Santo Sepulcro o en la Junta de Hermandades Pasionarias. Fue en esa época cuando emprendió actuaciones que hoy día son seña de identidad de nuestra Semana Santa, como fueron el Domingo de Pasión con un tradicional Pregón, los báculos con baterías o el concurso de carteles. Asimismo, con su ejemplo y su labor consiguió algo que sería decisivo para que la Semana Santa trascendiera más allá de nuestro municipio, inculcar un profundo sentimiento de unidad entre las distintas hermandades ciezanas, lo que permitió comenzar a estrechar vínculos entre las dieciocho cofradías y emprender una provechosa colaboración mancomunada entre ellas.

Por fortuna, quiso el destino que pudiese vivir como un semanasantero apasionado la feliz noticia de que la Semana Santa de Cieza había sido declarada de Interés Turístico Regional en el año 1993, aquello fue para él una inmensa recompensa a tantos esfuerzos por dar a conocer a todos cómo se vivía la Pasión de Cristo en Cieza, pero aún le hizo más feliz saber que su Semana Santa había sido declarada de Interés Turístico Nacional aquel 17 de noviembre de 2011.

El gozo fue inmenso, las lágrimas se escapaban de sus ya desgastados ojos, recorriendo los surcos que se habían ido acumulando en su rostro a lo largo de sus 88 años. Aquel día su corazón palpitaba con latidos atronadores y, aunque sus brazos ya eran demasiado débiles, fue capaz de remar en el tiempo buscando los recuerdos de aquella procesión de Miércoles Santo en la que los costaleros marcaban el paso recorriendo la calle Mesones, mientras se desplegaban los acordes de la marcha de la Virgen del Valle o la marcha de La Semana Santa de Cieza de su paisano el maestro Gómez Villa.

O el recuerdo de ese Jueves Santo en el que la oscuridad se abría paso gracias a la solemnidad de marchas como Mektub, Mater Mea o Pescador de Hombres en el Santo Entierro. Cómo no iba él, un Nazareno del Año, un Dormi fundador, a revivir con las campanadas de la media noche ese resquebrajarse que sentía cuando veía salir por la puerta de la Iglesia de la Asunción a ese Santísimo Cristo de la Agonía mientras sonaba esa sentida marcha de Cristo de la Agonía o la marcha Fúnebre o La muerte.

Y cómo no evocar aquella mañana de Viernes Santo en la que el sol alumbraba hasta hacer brillar los cabellos de los devotos que esperaban con ansia en la Esquina del Convento la llegada de los santos anunciada por esa apoteósica marcha de Nuestro Padre Jesús.

Y, sobre todo, cómo iba a olvidar ese olor a pólvora que reinaba en el ambiente mezclado con el eco de los estruendos desacompasados de las carretillas, los petardos y los mixtos de trueno que inundaban las calles de Cieza en la noche del Sábado de Gloria. Todo el mundo sabía que Pepe Trueno era un gran amante de este festejo, pues era el que suministraba y custodiaba los explosivos, de ahí su mote. También fue capaz de remar hacia el recuerdo de que el Sábado de Gloria siempre era la noche en la que comenzaba la celebración del Domingo de Resurrección, en el que se ponía el broche a la Semana Santa de Cieza con esa marcha de La Cortesía, con la que el maestro Gómez Villa daba voz al júbilo y la alegría ante la resurrección que se celebraba con el encuentro entre la Virgen y su Hijo acompañados por los ángeles custodios en La Esquina del Convento, mientras la multitud se agolpaba para no perderse el festejo.

Cuando Pepe Trueno nos dejó el 5 de octubre de 2013, murió con la satisfacción de haber contribuido a avivar en los corazones de los ciezanos el amor semanasantero y de haberle impregnado a nuestra Semana Santa la solemnidad y la sacralidad que se merece, pero jamás imaginó que el curso de la historia de la Semana Santa de Cieza se iba a ver truncado por motivos de una cruenta pandemia. Con lo bien que mis paredes rocosas lo conocían, pues visitó esta mi Atalaya en multitud de ocasiones con su amigo el doctor Fulgencio Serra Peña con la finalidad de impulsar la creación en mi collado del Santuario de la Virgen del Buen Suceso, que para mi consuelo lograron que desde 1962 me acompañara, estoy segura de que ante esta dura situación, que todo el mundo está atravesando, Pepe Trueno estaría orgulloso de ver cómo en estos momentos tan dramáticos que nos azotan todos los ciezanos se mantienen unidos y se alientan unos a otros, al igual que los hermanos cofrades lo hacen para vivir juntos intensamente en amor fraternal los días de Pasión.

 

 

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