Margarita Lozano, una lorquina de leyenda

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Análisis de la carrera de la excelsa actriz murciana

Javier Mateo Hidalgo

El mundo de la cultura volvía a ponerse de luto en estos últimos días. Al reciente fallecimiento del escritor Fernando Marías, se une el de Margarita Lozano. El primero, autor de una novela emblemática como es La luz prodigiosa; la segunda, habiéndose despedido de las tablas con La casa de Bernarda Alba. Federico Garcia Lorca les uniría, por tanto, a través de dos ficciones. Marías fabulaba en su historia sobre la posibilidad de que el escritor granadino no hubiese muerto. Lozano vistió las prendas negras del duelo interminable presente en la obra teatral con la que parecía cerrarse el espíritu trágico abierto por los griegos en el teatro. Antes, Lozano había hecho de madre del dramaturgo en Lorca, muerte de un poeta (Juan Antonio Bardem, 1987).

Esa muerte que parece pendular siempre en el autor del Romancero gitano ha huido de la ficción para caer con su impacto certero e inevitable, privándonos de dos figuras irrepetibles de las artes y las letras de nuestro país. La marcha de Lozano, “lorquina” y “lorquiana”, se ha producido el pasado 7 de febrero, con la discreción de la que ella misma hizo gala durante su vida. Ha sido en Puntas de Calnegre, municipio murciano de Lorca, donde pasó sus últimos veinte años de vida. Hace sólo unos meses, el 23 de junio, había recibido la Medalla de Oro de las Bellas Artes por su trayectoria en cine y teatro. 90 años de una biografía intensa y extensa que inició en 1931. Hija de militar, Lozano nace en Tetuán aunque pasa su infancia y juventud en Lorca, que la acabaría nombrando “hija adoptiva” en 2014.

Algo había en su personalidad que la hacía una figura magnética y mágica, como decían de ella quienes la conocieron. No obstante, para ella, el pulso hipnótico vino del mundo de la interpretación. Ya desde niña el mundo del teatro le empujaba, cuando con cuatro años se escondía tras las cortinas de su casa y gritaba: “¡Va a salir la artista!” Aunque llegó a Madrid con la idea de estudiar moda y diseño, la “voz de la sangre” le llevó a comenzar de meritoria en el Teatro María Guerrero, con Luis Escobar. De entre todos los autores a los que dio voz a través de sus interpretaciones, fue Unamuno su predilecto, reconociendo que le había “bienmaleducado en la rebeldía”.

Después llegó el cine, con algunas películas como Manicomio (primer acercamiento de Fernando Fernán-Gómez a la dirección). No obstante, será su papel de la criada Ramona en ese monumento cinematográfico de Luis Buñuel que es Viridiana (1961) el que alzaría su leyenda como actriz. La escena final, donde acaba jugando a las cartas con Paco Rabal y Silvia Pinal, resultó un absoluto gol por la escuadra a la censura, quien no imaginó que tras tan inocente juego el cineasta de Calanda ocultaba un provocativo Ménage à trois. Y de Buñuel, Lozano pasó a trabajar a las órdenes de Sergio Leone en Por un puñado de dólares (1964) -compartiendo plano con Clint Eastwood -o de Pier Paolo Pasolini en Pocilga (1969). Con Mario Camus participará en Los farsantes (1963) y con Francisco Rovira Beleta en Los Tarantos (1963).

Tras retirarse voluntariamente de la interpretación, serán los hermanos Taviani quienes la recuperen en la década de los ochenta para filmes como La noche de San Lorenzo (1982), mientras que Manuel Gutiérrez Aragón le brinda un papel en La mitad del cielo (1986) con el que obtendrá el premio ACE a la mejor actriz de reparto.

Lozano siempre llevó la libertad por bandera, incluso eligiendo sus propios vestidos en las películas. Así sucedió con La misa ha terminado (Nani Moretti, 1985), cuando decidió comprar su propio traje para hacérselo lucir a su personaje de ficción. Del mismo modo, consiguió lo que nadie pudo: hacerle abandonar su pose histriónica a Dalí, diciéndole: “Conmigo puede quitarse usted todos los disfraces. A mí la que me gusta es la gente sencilla”. Y es que Lozano era mucha Lozano, pero su grandeza estuvo también en la necesidad de no ser necesaria ni de necesitarlo.

Margarita nos ha dejado desde su “Casa Azul” que construyó con su marido, el italiano Sandro Magno, siguiendo un estilo mediterráneo y africano. Como dijo Kavafis, reemprenderá su camino a Ítaca, por ese mediterráneo lleno de luz y misterio.

 

 

One thought on “Margarita Lozano, una lorquina de leyenda

  1. Francisco López Porcal

    Magnífica reseña!!! Bravo!

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