Malos tiempos para la lírica
No queda más remedio que dedicar este artículo al desgraciado acontecimiento sucedido hace apenas 15 días en Valencia. Hay mucho que puntualizar puesto que parece que el espíritu de Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi quien acuñó la frase: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, ha poseído a la totalidad de sector político-periodístico español. Cualquiera diría que solo importa el relato; no qué sucedió y así aprender de cara a futuros casos, sino como enfocar la información para sacar tajada política y debilitar al adversario. Para empezar, desde el gobierno, ahora se achaca este fenómeno al cambio climático. Sin embargo, es algo que se repite de forma recurrente desde hace siglos. Se podría decir que desde hace milenios, si atendemos a la formación geológica de esta parte de la península. ¿Entonces? Muy sencillo, es una excusa perfecta para quien se la quiera tragar; como cualquier otra, lo que hubiera dicho habría sido consumido por sus fieles con fruición y repetido con entusiasmo en cualquier tertulia, ya que la culpa siempre es de otro. Dejemos las cosas claras de una vez, en las teorías climáticas más catastrofistas, la temperatura subiría un grado o grado y medio en los próximos 100 años. ¿De verdad hemos llegado a ese grado de histeria colectiva? Se trata solo de un negocio, sigan la pista del dinero, como siempre. Revisen la trayectoria de Al Gore, si ha acertado en alguna de sus predicciones al mismo tiempo que su cuenta corriente aumentaba hasta niveles estratosféricos. Pero bueno, no nos desviemos y ciñámonos a este suceso luctuoso. No para dejar mal a Sánchez Pérez-Castejón, eso ya lo hace él solito; de hecho, ya está amortizado, solo es cuestión de tiempo que el peor presidente habido y por haber deje paso a alguien que de verdad quiera gobernar por y para los españoles. Como servidor público, con plena dedicación, como un privilegio que es lo que supone ocupar la más alta magistratura del Estado.
Debe queda claro para todo el mundo que este fenómeno natural ha sucedido, sucede, y sucederá, y además son inevitables las consecuencias, dado que con esos niveles de precipitaciones concentradas en barrancos y ríos colindantes a zonas inundables es imposible encauzar toda el agua hacia el mar. Es decir, los coches se hubieran estropeado igual, las casas se hubieran dañado igual, el barro habría inundado las calles igual. La única diferencia es que ni se tomaron medidas preventivas, ni se tomaron medidas paliativas. Con respecto a la prevención, no hace falta decir mucho, la dejadez de funciones es palmaria desde hace años; y esa dejadez cuesta vidas. Es más, comprando el discurso de la emergencia climática, ¿por qué no planificar una respuesta adecuada antes estos fenómenos si cada vez son más violentos? Nada, hacemos todo lo contrario. Por ejemplo, construir presas en esa zona para prevenir lluvias torrenciales es algo previsto desde hace décadas. Estuvo incluido en un primer proyecto cuando todavía gobernaba Felipe González. Estaba previsto en el plan hidrológico nacional de José María Aznar, el cual quedó inmediatamente derogado por motivos ideológicos y por exigencias de los nacionalistas catalanes por Rodríguez Zapatero en cuánto alcanzó el poder. Por cierto, ahora como entonces, los nacionalistas en todas las salsas, ni comiendo, ni dejando comer. Han paralizado el desarrollo en su región y, encima, no dejan evolucionar a otras. Infórmense sobre el boicot que están realizando a la ampliación del puerto de valencia para que no compita con el de Barcelona. En todo caso, si no gustaba en su totalidad el plan hidrológico el PP, porque era del PP, pues se cambia lo se considere y adelante. Además de que era financiado por la Unión Europea, pero nada, ni gratis. Donde esté la ideología trasnochada, el chantaje nacionalista y la incompetencia que se quite todo lo demás. Las consecuencias, siempre, para los de abajo. En tiempos más recientes el proyecto seguía encima de la mesa; en este caso, la ínclita Teresa Ribera fue la que dio carpetazo en 2021 a la obra de ingeniería aprobada y considerada como prioritaria por la confederación hidrográfica del Júcar. Apreció el gobierno que era demasiado cara para el beneficio que se podía obtener. Viendo como despilfarran el dinero público constantemente se trata de un insulto descarado a los contribuyentes.
Luego tenemos otros problemas, los cuales agravan la situación de forma preventiva, antes de suceder la catástrofe, como son la falta de limpieza de las riberas de los ríos, de los cauces de barrancos y ramblas; a pesar de estar solicitada por los ayuntamientos, el ministerio de transición ecológica y reto demográfico (vaya nombre) ignoró dichas peticiones. No solo no se toman medidas que ayudan a prevenir estas desgracias, es que encima multan a agricultores que lo hacen por su cuenta. Y todo por un falso ecologismo sin sentido. Así, la maraña de cañas, ramas, árboles, y otros restos son arrastrados por la corriente derrumbando puentes, realizando tapones en las canalizaciones provocando que se desborde el agua, etc. Y no se crean que es por falta de dinero, gran parte del presupuesto de la confederación se diluía en otras causas. Investiguen, es fácil con Internet. Y por supuesto, da ganas de llorar el análisis de la falta de coordinación entre los distintos organismos involucrados, unos dependientes del estado, otros de la comunidad autónoma, otros de la diputación y otros de los ayuntamientos. Poco nos pasa. ¿Se creerían que estuvieron casi una hora redactando el mensaje de alerta enviado a la población para que no fuera muy alarmante y debatiendo si lo traducían al valenciano o no?
Por último, queda hablar de las medidas paliativas, los esfuerzos realizados para minimizar el daño producido por la gota fría. Quizá lo más impactante y doloroso de este caso. Alguien duda de que, si diez mil militares con maquinaria pesada hubieran estado al día siguiente, a los dos días, a los 3 días, mucha gente habría salvado la vida. Es indignante escuchar hablar a la ministra de interior sobre el terremoto sucedido en otro país diciendo que las primeras 24 horas son cruciales y enviar a cientos de militares a ayudar. Mientras aquí, tres o cuatro días después, con media sonrisilla en la boca, todavía decía que el ejército no está para esas cosas. ¡Qué valor! O a los políticos repartiéndose los despojos de televisión española mientras la gente moría. O el tacticismo político y la inacción con tal de perjudicar al adversario por ser de otro partido político. Nunca olvidaremos al presidente decir, hasta tres veces en la misma comparecencia, que si querían ayuda la pidieran, cuando el estado puede intervenir cuando quiera, no hay ninguna invasión de competencias en una emergencia nacional. O como han rechazado ayuda internacional de otros países puesta a nuestra disposición al día siguiente. ¡Cómo se atreven a despreciar así la vida humana! Esto puede servir de recordatorio para toda aquella gente que dice que no le interesa la política, que todos los políticos son iguales, etc. Pues bien, ni todos son iguales, y, aunque queramos huir de la política, esta nos persigue inmisericorde, no se puede escapar puesto que regula absolutamente todos los aspectos de nuestras vidas, y cada vez más. Aunque para mucha gente de Valencia es ya tarde. No obstante, si hubo algo positivo entre tanta mezquindad y mediocridad: la emoción de ver a miles de voluntarios andando cargados con escobas, víveres, por ese puente, yendo a ayudar a sus amigos, a sus vecinos, o a desconocidos compatriotas; tengo que reconocer que me emocionó. Me quebró el ánimo mientras al mismo tiempo me daba esperanza. “Cuando me lo contaron sentí el frío /de una hoja de acero en las entrañas, /me apoyé contra el muro, /y un instante /la conciencia perdí de dónde estaba. /Cayó sobre mi espíritu la noche /en ira y en piedad se anegó el alma ¡y entonces comprendí por qué se llora!”