Malditos bastardos, por María Bernal

Malditos bastardos

Hace dos años leí Patria, de Fernando Aramburu. Podría indicar de ella muchos aspectos interesantes, pero quiero destacar que lo que está increíblemente conseguido por medio del personaje de Bittori, viuda de un empresario asesinado por ETA, es el dolor, la impotencia y la búsqueda de respuestas que todavía muchos familiares de las víctimas del terrorismo siguen buscando.

Fueron años de un calvario fatigoso y casi interminable y para colmo, las medidas antiterroristas siempre parecían favorecer más a etarras y familiares, que a los de las propias víctimas. Recordemos las órdenes de acercamiento de los presos al País Vasco por parte del gobierno de José María Aznar o por el de José Luis Rodríguez Zapatero después de que los presos de ETA fueran dispersados por las cárceles de todo el país. Recordemos cómo hubo asociaciones pacifistas que denunciaban esa dispersión por afectar a las familias de los componentes de la banda. Me hace gracia tanto compasión, para tanto traidor. Esos terroristas y esas familias deberían dar gracias por tener la oportunidad de haber seguido vivos, porque la fortuna se posicionó más de su parte que la del resto de españoles.

Pero claro, las negociaciones dependían de las actuaciones de los distintos gobiernos, y era preciso mostrarse flexible dialogando, con el fin de acabar con el derramamiento de sangre.

Este mes de septiembre se cumplen diez años del cese de sus acciones armadas ofensivas. Hace diez años se iniciaba un proceso de negociaciones que duraría once meses hasta el fin de la actuación homicida de ETA, en octubre de 2011. Se celebraba el alto al fuego que había comenzado en los años 60, pero que resultó insuficiente para el gobierno ante la insistencia de seguir dialogando para el beneficio político de la ilegalizada Batusana.

En toda su infame y condenable trayectoria, la banda dejó a más de ochocientos muertos, más de tres mil heridos y ochenta y seis secuestros que para nuestra memoria queden. Además de familias destrozadas y de un país conmocionado y con ira por ver cómo estos asesinos aún pedían condiciones y favoritismos.

Y ahora en el Congreso tenemos un partido incomprensiblemente legalizado, cuando su ideario se sigue basando en la independencia, como si el resto de compatriotas fuéramos unos apestados con los que no quieren convivir, y cuando todavía hablan de no haberse solucionado el conflicto vasco.

Por eso resulta improcedente que se les diera la oportunidad de constituir una formación política, es inadmisible que sacaran representación en el Congreso, y por último, fastidia que el actual presidente del gobierno pactara con ellos repitiéndose, a mi entender, esa dependencia de hace diez años. Y aunque la legitimidad de sus filas les da el derecho a formarse políticamente en un estado democrático, es cierto que por las vidas que sus colegas se cargaron, no merecen la oportunidad de salirse con la suya. Pero claro, si no se pactaba, no se gobernaba.

Y ya, el colmo de los colmos es que hace unos días, Pedro Sánchez lamentaba la muerte del preso etarra Igor González Sola, que según las investigaciones se suicidó en prisión. Moralmente, puede considerarse como un acto humano y diplomático. Realmente, que descanse en la paz que no tuvieron las víctimas de su comando. Es decir, uno menos. Y, ¿por qué estas connotaciones despiadadas? Porque ellos no se lo pensaban dos veces para apretar el gatillo o para hacer explotar la dinamita que tantas vidas exterminó. Dejaron huérfanos a muchas familias, por lo que lo único que merecen es pudrirse en la cárcel hasta el fin de sus días.

Supongo que es de sentido común, independientemente de los ideales políticos, condenar el lamento de Sánchez, cuya actitud respondería, desde mi punto de vista, a la búsqueda del apoyo para poder aprobar los próximos Presupuestos Generales. Porque si no, no se entiende apenarse por la muerte de un asesino juzgado por un tribunal que lo condenó a veinte años de prisión. Pocos son.

Pero ahora viene lo mejor. El portavoz de EH-Bildu ya se había pronunciado unos días antes sobre el problema de los presos de ETA, llegando a decir que “era imposible avanzar en la paz en el País Vasco”, mientras no hubiese negociaciones sobre los reclusos. ¡Qué pacifistas se han vuelto ahora! Y en qué poca paz pensaban para los secuestrados que tanto tuvieron que sufrir.

Lo que debería condenarse es el trágico escenario que estos malditos bastardos dejaban, el que haya familias que todavía buscan el porqué de la muerte de algún familiar. Hay muchas Bittoris que merecen una respuesta por parte de los que ahora tienen un inmerecido sillón en el Congreso.

Yo sí lamento a todas esas Bittoris, a esas familias que por culpa de una política fanática perdieron a sus seres queridos. La independencia territorial solo es el preludio de escenarios violentos, tanto con armas, como sin ellas. Y si no, que se lo digan también a los catalanes independentistas y sus disturbios en Cataluña.

Pedro Sánchez se equivocó en su discurso, porque estoy segura de que ningún español, ni de su propio partido, ni de la oposición,  compartirá esta pena repentina sobre uno de los fanáticos despreciables que acampó a sus anchas sin compasión de nadie.

Lamento por las víctimas porque los verdugos no tienen perdón alguno.

 

 

One thought on “Malditos bastardos, por María Bernal

  1. Jose Luis Salmeron

    He leído el artículo y solo puedo decir, bienvenida a la realidad.
    Eso si, con tu conocido sectarismo socialista en las siguientes elecciones seguro que seguirás votando al indolente psicópata que tenemos por presidente.

Responder a Jose Luis Salmeron Cancelar la respuesta