Luisa Carnés, escritora con compromiso social

Rosa Campos Gómez

Luisa Carnés nació un 3 de enero 1905 en el madrileño barrio de Las Letras. Su padre era barbero y también colaboraba como practicante de la Beneficencia Municipal y su madre cosía en una sastrería, aunque tuvo que dejarlo para trabajar en casa cuidando de la numerosa familia y lavando ropa ajena. Luisa, la mayor de los seis hermanos, para aportar a la precaria economía familiar tuvo que dejar la escuela para ponerse a trabajar a los 11 años en un taller de sombreros.

La lectura fue su válvula de escape para poder conllevar una vida de mucho trabajo y poco salario. Fueron su principal refugio cultural los libros de la biblioteca de su barrio, los que compraba de segunda mano, las novelas más baratas y los periódicos, donde aparecían obras de escritores que, junto a Cervantes, pasó a tener como referentes: Tolstói, cuyas novelas se fueron apareciendo en folletones en España desde principios del siglo XX, y Dostoievski, de quien el periódico El Sol fue publicando en 1925 Los Hermanos Karamazov, facilitando que la gran literatura rusa fuera accesible a lectores de bajo poder adquisitivo.

Este aprendizaje y disfrute literario llevó a Luisa a aspirar a ser escritora, era su manera de dar a la sociedad a través de la palabra escrita todo lo que ella estaba recibiendo, iniciándose a los 18 años con cuentos, el primero fue publicado en el diario vespertino La Voz. En 1928 Babel editó su primer libro, Peregrinos del calvario, y en 1930 la novela Natacha, en la Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP), donde trabajaba desde hacía más de un año, tras ser contratada como mecanógrafa.

Corría 1931 cuando la CIAP, arrastrada por la crisis de 1929, quebró. Luisa Carnés y Ramón Puyol, ilustrador, que formaban pareja y tenían un hijo recién nacido, se quedaron sin empleo y decidieron ir a tierras andaluzas, donde vivía la familia de él, en busca de trabajo. Ella no dejará de escribir —la novela ‘Olor de Santidad’, todavía inédita, la inició allí—. En 1932 se vuelven a Madrid, donde la escritora consigue un puesto temporal de camarera en un Salón de Té. En ese mismo tiempo inicia la novela-reportaje Tea Rooms, Mujeres obreras, que terminará en un año, aunque no conseguirá editarla hasta 1934. Su publicación la consolida como una escritora con voz potente que renovaba y enriquecía el panorama literario, sin embargo, siendo coetánea de la Generación del 27 —y así figure en la placa puesta en 2017 en la casa donde nació y vivió sus primeros años—, nunca la asociaron a ella porque no formaba parte de la clase social acomodada que integraba este grupo. Carnés no escribía de la desigualdad social como observadora, lo hacía como experimentadora, lo que da a su literatura un cariz más directo y comprometido.

Los ingresos que va obteniendo con sus libros y con sus artículos le permiten pagar una vivienda donde se instala con su hijo cuando se separa de R. Puyol en 1935. Estos días de prosperidad —en los que conoce al escritor Juan Rejano, con quien convivirá hasta el final de sus días— terminarán por el estallido de la guerra civil. Desde ese momento participa, vinculada al PCE, en la cultura que defiende la legalidad republicana. Escribe la obra Así empezó —drama que pertenece al llamado “teatro de urgencia”—, estrenada en colaboración con Alberti. Toda esta implicación sin ambages a favor de la II República será la causa de que en 1939 tenga que salir —sin más equipaje que una cartera de piel en la que llevaba sus escritos—exiliada hacia Francia, desde allí, pasando por Nueva York, partiría hacia México con su hijo cogido de la mano, “su mano se acomodaba a la mía como un pájaro en su tibio y redondo nido”.

En México continuó creando relato, novela, ensayo, teatro y artículos, trabajando para varios periódicos, escribiendo contra las injusticias —dictadura, segregación racial…— y a favor de la paz y de la emancipación de las clases desfavorecidas.

Su literatura, transgresora, ofrece una estética realista, denuncia las injusticias sociales sin hacer apología de los orígenes pobres, sino que los describe para que no pasen inadvertidas e induzcan a otro proyecto de vida.

Como periodista —firmando a veces como Natalia Valle en España, y como Clarita Montes en México—, escribió artículos de temática variada en diferentes e importantes periódicos y revistas de la época, siendo la primera mujer reportera española que escribió sobre deportes en AS. En 1933 publicó un significativo texto apoyando a Clara Campoamor en su defensa del sufragio femenino. En Mundo Obrero escribió el primer artículo sobre el Día de la Mujer.

Una noche lluviosa, cuando volvía junto a su familia de participar en un acto en conmemoración del 8 de Marzo, el coche sufrió un grave accidente por el que falleció, tenía 59 años. La tierra mexicana la sigue acogiendo. Dejó numerosas obras inéditas en el cajón y muchas por escribir.

Gracias, principalmente, al escritor Antonio Plaza, que ha investigado su obra, y a través de ella su trayectoria vital, se está recuperando su memoria, desconocida en España durante 60 años. A él se debe la edición de El eslabón perdido (2002). Otras obras publicadas: Juan Caballero, Rosalía de Castro, De Barcelona a la Bretaña francesa, Trece cuentos, Rojo y gris. Cuentos completos I, Donde el laurel brotó. Cuentos completos II y Cumpleaños. Los bancos del Prado. Los vendedores de miedo. Se estima que todavía queda inédita más de un 40% de su producción.

Luisa Carnés mantuvo una permanente autoformación, supliendo así la carencia de enseñanza institucional, lo que demuestra que fue una mujer inteligente que supo evolucionar cuidando de sí misma con las mejores herramientas a su alcance, capitalizando su producción literaria con valentía y coherencia. Creía en ella misma y en sus capacidades por encima de cualquier prejuicio que la sociedad y sus cánones establecidos pudieran esgrimir.

 

 

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