Días nublados
Martes 29 de octubre
Tenía escrita para hoy, a punto de enviarla, una columna en la que ensalzaba la belleza del otoño y de la lluvia. Empezaba así: “Cómo me gustan, después del tórrido verano en estas tierras del sur, estos días nublados y lluviosos, estas brumas del norte… Sí, me gustan las nubes densas, caprichosas, viajeras que se agarran a las cimas de las sierras o las sobrevuelan. Me gustan incluso las tormentas (que aquí también llamamos “nubes”). La estridente sinfonía “heavy metal” de truenos y viento entre relámpagos que cruzan el cielo. También el olor a tierra mojada o ver desde mi ventana los tejados húmedos de las casas del pueblo…”
No sigo. La cruenta y devastadora DANA que se ha cobrado tantas vidas me ha obligado a cambiar el final. Una gota fría sin precedentes que ha arrasado campos, inundado pueblos, anegado calles y casas, y lo peor de todo, dejado decenas de desaparecidos que buscan esforzadamente los equipos de emergencia. Asegura un meteorólogo que “con el cambio climático, el Mediterráneo actúa como un bidón de gasolina y con una DANA el resultado puede ser explosivo”. Lo hemos visto. Y tal vez tendríamos que tomarnos más en serio esta advertencia. Sin olvidar de extremar el rigor en la prevención y en el sistema de alertas.
Otoño bifronte, hermoso y devastador a un tiempo. Lluvia tan necesaria siempre y tan temida en ocasiones. Termino esta columna rectificada, en estos días trágicos, con una rogativa laica. A quien corresponda. La que tantas veces he oído en mi casa. “Que llueva, pero que llueva bien, sin hacer daño”.
Personaje en busca de autor
Viernes 1 de noviembre
No se sabe muy bien a qué fue Feijóo ayer jueves a Valencia, si no es a buscar algo de protagonismo y a hacer un espantoso ridículo. En medio de un estado de conmoción generalizado, cuando todavía quedan personas desaparecidas y muchas otras a la intemperie, el jefe de la oposición quiso aprovechar la tragedia de la DANA para arremeter contra el gobierno central, como si estuviera en una vulgar sesión del control al ejecutivo de los miércoles en el Parlamento. Y lo hizo además esgrimiendo acusaciones manifiestamente falsas.
De Feijóo preocupa, cómo no, su oportunismo político en estas circunstancias, pero produce todavía más bochorno su estrambótica performance, al presentarse en Valencia como un gobernante crucial en la gestión de la crisis, con “contactos” en Bruselas.
No es el momento de entrar en el debate político sobre la gestión de la DANA por parte de la Generalitat valenciana. Ya habrá tiempo. Solo una cosa para desmentir los bulos del presidente del PP. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) lanzó una alerta roja el martes a primera hora de la mañana. Mazón advirtió a la población del riesgo a las ocho de la tarde. ¿Tardó demasiado tiempo? Entre medias, a la una, comunicó en un tuit que el temporal se desplazaba hacia la Serranía de Cuenca.
A Feijóo le puede la ansiedad. Está convencido de que el tiempo corre en su contra. Atrapado en las garras de Ayuso, no ve la forma de imponer un espacio político propio. Y ese sinvivir lo condena a la errancia política. Como un triste personaje en busca de autor, incluso en lo más crudo de una tragedia.
Maldita riada
Lunes 4 de noviembre
Visto lo visto en los últimos tiempos, y lamentablemente también en las dramáticas inundaciones de estos días en Valencia, no parece que el PP destaque por ser un buen gestor de catástrofes. Nadie lo es, en realidad. Las grandes tragedias desbordan casi siempre cualquier capacidad de reacción. Pero hay grados y grados, y el partido de Feijóo, en esto, se lleva la palma.
Como apunta el catedrático Ignacio Sánchez-Cuenca, basta recordar los casos Prestige, Vacas Locas, el accidente del Yak-42 o en el metro de Valencia, los atentados yihadistas del 11-M… para comprobar que en todos ellos hubo un mismo patrón de conducta: ocultación de información, desconfianza hacia los criterios de los expertos y una incapacidad compulsiva para reconocer errores. Lo mismo que ahora.
El problema es que este tipo de actuación tiene sus consecuencias. Consigue, entre otras cosas, que en lugar de centrar todo el esfuerzo en la coordinación de las administraciones para socorrer y acompañar a las víctimas, y en el análisis de las causas para evitar futuras tragedias, se desvía torticeramente la atención para eludir responsabilidades politizando la catástrofe, lo que hace que muchos afectados se sientan olvidados y ninguneados.
Legítimamente indignados, vecinos de Paiporta expresaron su rabia y dolor ayer domingo increpando a las autoridades. Pero algunos fueron más allá. Espoleados por la antipolítica y los bulos de la extrema derecha aprovecharon el dolor y la desolación para actuar con violencia, en una visita real, todo hay que decirlo, poco afortunada.
Esa extrema derecha, por cierto, que en las trágicas inundaciones de 1946 en Murcia, recibió al dictador con la insólita pancarta: “¡Bendita la riada que nos ha traído a Franco!”