Mi Ruta 66
Mi Ruta 66 empezó en la Cieza de mi infancia y se completó el pasado domingo en la de mi madurez. Si en algo se parece a la mítica Ruta 66 que recorre Estados Unidos de Este a Oeste es que ambas, cada una a su manera, son sinónimo de un maravilloso viaje en el tiempo. El mío, dejando en una primera etapa la ciudad rodeada por el Río Segura para alcanzar otra bañada por el ancho Ródano. Y transitar luego, entre otros lugares, por el Londres y el París del 76, la Roma del 77, el Nueva York o La Habana de este milenio, la sufrida Palestina de la colonización… He conocido, cómo no, en este ya largo periplo a buenas gentes. Y otras lenguas, tal vez, junto a la escritura, el más fabuloso de los inventos humanos. Me he acercado a libros y películas memorables, descubierto canciones que amenizaron el variopinto trayecto, admirado cuadros que recreaban con otra luz los paisajes que desfilaban por la ventanilla. Y escrito yo mismo algunas páginas sobre cosas que he ido encontrándome en el camino. También he criado y amado, reído y llorado. Solo pido, siguiendo los consejos del poeta Kavafis, que el camino que resta hasta Ítaca sea largo, y que sean muchos los días en que siga llegando a puertos nunca vistos antes.
Entrelazados
Imagínese la que puede caerle circulando con un carné de conducir que expiró hace más de cinco años. Ese mismo tiempo lleva funcionando el Consejo General del Poder Judicial con mandato caducado, pero en este caso -no se sabe muy bien por qué- sin que pase nada. Es más, hasta se ofende su presidente interino cuando el jefe del Ejecutivo, como es su obligación y establece la Constitución, insta a renovar, sin más dilación, este órgano finiquitado. De “aterradora”, llega incluso a calificar la propuesta. Digamos las cosas como son. El PP, primero con Pablo Casado y después con Feijóo, no ha estado dispuesto en ningún momento a perder la mayoría conservadora que le correspondió en 2011 en el CGPJ cuando Rajoy ganó por mayoría absoluta. Por lo que se ha negado con los pretextos más peregrinos y ridículos a renovarlo de acuerdo con las mayorías parlamentarias de las sucesivas elecciones generales, como prevé la Constitución. Da igual que para ello haya tenido que pisotear insistentemente la democracia y las leyes. Lo más esperpéntico: clamar por la separación de poderes cuando partido y órgano judicial, en este caso, están tan entrelazados que parecen fundidos el uno en el otro.
Palestina en el corazón
“Los hombres de mi generación hemos tenido a España en nuestros corazones”, dejó escrito Albert Camus en L’Espagne Libre. Y así fue. Hay corazones tan grandes, nos enseña la historia, que puede caber en ellos todo un pueblo. En el del poeta y médico Pascual López Sánchez, eso y mucho más. Puede caber Palestina, con las lágrimas que ahora le niegan quienes sufrieron lágrimas y silencios, pero también la mucha sangre llorada desde Camboya a Siberia, pasando por Praga, los Andes, Sudáfrica y tantos otros lugares. Cuando no paran de llegar desde Gaza las más trágicas noticias, que se repiten como un mar sin cesar empezando, que diría Paul Valéry; ve la luz este hermoso y doloroso libro de Pascual. Este canto a Palestina. Entre bombas que destruyen casas, escuelas y hospitales, el hambre que mata o en medio de los miles de niños gazatíes inhumados con sus mortajas blancas, clama Pascual con sus versos, cálidos y acerados a un tiempo, contra un genocidio que estremece al mundo. Al menos, al mundo digno de compadecerse del sufrimiento ajeno. La presentación del magnífico poemario Palestina en el corazón (La Fea Burguesía Ediciones) se llevó a cabo el pasado miércoles en el Club Atalaya-Ateneo de la Villa de Cieza.