Los articulillos sueltos de Antonio Balsalobre

La gota gorda

En su época dorada, Rajoy cuestionaba el cambio climático y restaba importancia al calentamiento global por consejo de un primo suyo científico. Ahora que la Columbia Británica canadiense ha rozado los 50ºC y que tanto las llamas de los incendios forestales en la zona como la cifra de 500 muertos han impactado al mundo, no sabemos si los primos habrán cambiado de opinión. Aunque tampoco es que nos importe demasiado, a decir verdad. Lo que si sabemos es que vamos a sudar cada vez más la gota gorda en muchas partes del planeta   (aquí nos espera una buena la próxima semana), y que la relación entre este desajuste devastador y el calentamiento global de origen humano está cada vez más acreditado. Y lo que todavía es más preocupante, que el cambio climático va muy rápido, demasiado rápido, y que muchas especies no podrán adaptarse. A la vista está lo que le ocurrió a Rajoy.

Pasado democrático

No parece que la guerra civil sea cosa de un pasado tan lejano y tan “carca”. Actualizándola, hasta el propio Casado saca de ella conclusiones históricas, Eso sí, equiparando, en sus caso, república democrática y fascismo y situándose en una sospechosa equidistancia (“democracia sin ley y ley sin democracia”) entre un régimen legítimo emanado de las urnas y el golpe de estado franquista. Pero por mucho que le pese, no hay debate historiográfico sobre esto. Casanova, catedrático de Historia, lo deja muy claro: “La Guerra Civil la provocó un golpe de Estado. La República no era un imperio sin ley. Hizo reformas profundas en el ejército, para separar la Iglesia del Estado, en la educación, en la agricultura, en la aprobación del voto femenino… Si no reconoce eso, está planteando una mentira sobre el pasado”. Un pasado constitucional y democrático.

Calderilla

De tanto manosearlas y pervertirlas, las palabras se debilitan a veces hasta consumirse. Es lo que ocurre con términos como “Ilegítimo” y “traidor” que la derecha utiliza a discreción contra Sánchez. Se lo recordaba el otro día Aitor Esteban, pragmático y equilibrado siempre que el sentido de Estado (español) lo requiere, a Casado. A fuerza de llamar gratuitamente al ejecutivo “gobierno ilegítimo” (dentro del populismo más trumpista) cuando éste cuenta con una amplia mayoría parlamentaria, y “traidor” (un término militarizado y grueso) cuando lo único que busca es soldar, unir una España rota por uno de sus costados por culpa de políticas infaustas de un lado y de otro, estos epítetos insidiosos acaban perdiendo su sentido más profundo. Acertó Alberti al decir que cuando en “los tuétanos tiembla despabilado el odio/ y en las médulas arde continua la venganza,/ las palabras entonces no sirven: son palabras”. En verdad, son calderilla.

Chiringuito

A Ayuso no le parece que el chiringuito que ha montado en forma de Oficina del Español en Madrid sea algo descabellado. Y mucho menos que el político que ha puesto al frente de esta “metida” sea Toni Cantó, que carece de formación para ello. Cantó, cuyo travestismo político es proverbial al haber cambiado en los últimos años cuatro veces de partido, se propone el objetivo, dice, de “hacer de Madrid la capital del español en Europa”, un reto colosal habida cuenta de la desventaja con que parte la capital de España en esta empresa. Y para la que, según parece, deberá bastarse a sí mismo. «El chiringuito es lo que ves, soy yo, no hay más estructura», ha apostillado el actor, o lo que sea. Hace seis meses no paraba de tuitear: “Me pienso pasar el día criticando los chiringuitos de los ayuntamientos y de las comunidades autónomas”. Pues adelante.

 

 

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