Los articulillos independientes de Balsalobre

Alfaqueque

Hay quienes se dedican a rescatar tesoros y el ciezano Fernando Fernández Villa es uno de ellos. Por eso ha llamado a su editorial independiente, que pronto cumplirá quince años, Alfaqueque. En la España del siglo XV, los alfaqueques desempeñaban el oficio de redimir o liberar esclavos y prisioneros de guerra. A Fernando le gusta decir que su misión como editor consiste en rescatar y liberar libros. Libros de aquí y de allá, de la Región y del mundo. Hermoso oficio el de estos héroes en unos tiempos en que la cultura está probablemente más confinada que nunca. Duro trabajo el de estos esforzados de la edición que siguen luchando a brazo partido contra la depauperación cultural que nos amenaza. No desfallezcáis, pues como bien dice el poeta León Felipe, los tesoros que buscáis, que queréis rescatar, no están en el seno del puerto “sino en el fondo del mar”.

Homo faber

Proyectos “locos”, disparatados, que dan la medida de la capacidad creadora o destructora de la humanidad, siempre los ha habido. Leo en ‘L’Obs’ que en los años veinte del siglo pasado un arquitecto, Herman Sorgel, propuso, nada más y nada menos, que separar el Mediterráneo del Atlántico uniendo Gibraltar con la costa marroquí mediante una presa descomunal. Un dique faraónico que permitiría bajar el nivel del Mediterráneo hasta unos doscientos metros y producir con la caída de las aguas electricidad para toda Europa. Desde entonces, con diferentes matices, esta idea “descabellada” ha sido retomada y reformulada por otros arquitectos. Como los tiempos han ido cambiando, se esgrime ahora su utilidad ante las consecuencias catastróficas del cambio climático que se avecina, la subida del nivel del mar o la necesidad imperiosa de energías limpias. Mi admiración ante la capacidad creativa del homo faber que somos y que no para de hacer o fabricar; y mi desasosiego ante nuestra ilimitada capacidad destructora del planeta.

Camino de libertad

Veo una autocaravana aparcada junto a la orilla del mar, en una cala retirada. Es antigua y algo desvencijada. El blanco descolorido de su carrocería está adornado con flores. Luce en la parte trasera un eslogan que reza: “Be a realist, remain a dreamer”. Por edad llegué tarde al hippismo, pero debo reconocer que siempre sentí una cierta simpatía por ese movimiento contracultural, libertario y pacifista que abogaba por la propia revolución personal y contra el consumismo. Admito que todavía me fascina el rock sinfónico y el folk contestatario. Que sigo escuchando con interés a aquellos grupos legendarios que participaron en el 69 en el Festival de Woodstock. Y que los míticos Pink Floyd y Triana aún figuran entre mis grupos favoritos. Una pareja como salida de los 60 se sube al vehículo y emprende su camino de libertad. El eslogan trasero va dejando su estela: para ser realista hay que seguir siendo un soñador. Podría ser. 

Sea como sea

Sabíamos que existía la crisis posvacacional. La vuelta al trabajo, a la rutina, después del paréntesis estival siempre ha necesitado de un cierto periodo de adaptación que cada cual lleva como puede. Algunos estudios aseguran ahora que también existe el síndrome prevacacional: “un malestar físico y mental, con dificultad para concentrarse y aumento de la ansiedad que se manifiesta justo antes de empezar las vacaciones”. Y por si esto no bastara, reputados sociólogos insisten igualmente en que debemos llevar cuidado con lo que ellos llaman “crisis existencial estival”. Esto es, las vacaciones en sí. Periodo en que cambia nuestra relación con el tiempo y el espacio, cuestionamos más que nunca desde el trabajo hasta la pareja, la alimentación o la relación con los demás, y estamos más predispuestos que nunca a pegarle una patada al kiosco. ¿Peligroso, el veraneo? Podría ser. Pero sea como sea, no pienso renunciar a unos días de descanso. Así que felices y asintomáticas vacaciones y hasta pronto.

 

 

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