Los articulillos independientes de Antonio Balsalobre

Política ficción

Si en España tuviéramos un presidente del gobierno como, pongamos por caso, Boris Johnson, que hubiera andado de fiesta en fiesta mientras confinaba a sus conciudadanos, estaríamos oyendo decir: ¡Esto solo pasa aquí! En países civilizados como el Reino Unido hace tiempo que hubiera dimitido. Pues no. Estas cosas pasan en Albión (y en otros sitios, y mucho más de lo que nos creemos) y el primer ministro todavía sigue en pie. Aunque solo sea por una vez, quiero imaginarme a una periodista de The Guardian, por ejemplo, escribiendo: si lo que ha hecho Boris Johnson lo hubiera hecho el presidente del Gobierno de España hace tiempo que por dignidad política ya hubiera dimitido. Entre otras cosas, porque sus compatriotas no le hubieran permitido seguir en el cargo ni día más. Es política ficción, pero no siempre podemos estar autoflagelándonos creyendo que somos los últimos de la clase.

Trabajo

Agrada oír que los macrodatos de empleo, asimilables a la etapa anterior a la crisis de 2008, son buenos, incluso excelentes, dicen algunos. Mucho más, cuando aún no hemos salido de esta pandemia devastadora. Cuando no hace tanto corría el desánimo en el mundo del trabajo y por extensión en todos los demás. Cuando parecía que la vida se había parado y el futuro se desdibujaba en un espejismo negro e incierto. Las prometedoras cifras de la EPA del último trimestre, que contabiliza 20,2 millones de empleados y 840.000 ocupados más, son pues, en sí, una estupenda noticia para nuestra economía y para nuestro país. Un logro de todos, por supuesto, pero, convendría no olvidarlo, capitaneado por un gobierno de coalición progresista con Nadia Calviño al frente de Economía y Yolanda Díaz, de Trabajo. ¿Es oro todo lo que reluce? Claro que no. Sigue habiendo un índice de paro elevado, pobreza laboral y precariedad, demasiada precariedad, en el empleo. De modo que, pese a los buenos datos, que aplaudimos, trabajo para mejorar el trabajo no falta.

Asalto

Alentado por el PP y Vox, el asalto violento por parte de un grupo de ganaderos al Pleno del Ayuntamiento de Lorca es todo un calco del perpetrado por las hordas trumpistas al Capitolio. Ambos son producto de la desinformación, la manipulación y el intento de doblegar por la fuerza la voluntad y representación democráticas. Lo sorprendente en este caso es que, paradójicamente, lo que se iba a aprobar (la reglamentación de la distancia mínima a la que los cebaderos de cerdos deben situarse de viviendas, consultorios médicos, colegios y manantiales) había sido consensuada previamente por los representantes políticos y ganaderos. Pero ni con esas. Cierta derecha anda abonada a una crispación que no debe cesar. En cualquier caso, los vecinos afectados lo han dicho bien claro para quien quiera oírlo: “No estamos en contra de los ganaderos, ni lo hemos estado nunca. Pero sí contra un sistema de ganadería salvaje. Lorca es muy grande y exigir que los cebaderos estén a unas distancias mínimas de las viviendas es más que razonable”. Totalmente de acuerdo.

Mayoría absoluta

El Partido Socialista barre en Portugal. Con su inesperada mayoría absoluta, António Costa desarbola a su izquierda, con la que ha gobernado hasta que le tumbó con tanta razón como inoportunidad política los Presupuestos, y hunde definitivamente al candidato de la derecha, Rui Rio, a quien aboca a la dimisión. Emerge, eso sí, en este nuevo panorama político una ultraderecha que pone fin, lamentablemente, a la excepción portuguesa. Ha sido, no cabe ninguna duda, la victoria brillante y rotunda de un político que en momentos tan duros como los que se están viviendo con la pandemia ha sabido conectar con las clases populares y aglutinar lo que se conoce como voto útil. No debería olvidar, sin embargo, que algunos de los escollos que impidieron la aprobación de las cuentas siguen ahí: el refuerzo del Sistema Nacional de Salud, la revalorización de las pensiones, el aumento de la inversión en educación o la actualización del salario mínimo. O sea, algunos de los pilares básicos del estado de bienestar.