Algunos
Autoexiliado, según cierta prensa francesa; “de vacaciones” o “huido”, según otros, el emérito no deja ser noticia por mucho que se encuentre en el lejano y desértico Abu Dabi, donde reside desde el verano de 2020, rodeado de lujos pero, como la princesa de la sonatina de Rubén Darío, triste. Entre “suspiros de España” (“bastaría tomar un avión” para volver a palacio) le ha contando a la periodista Laurence Debray lo “contento” que están “algunos” de que se haya marchado. Con ese “algunos” no debe de referirse obviamente a los sectores republicanos o cívicos que preferirían que estuviera aquí sometiéndose, como todo hijo de vecino, a los rigores de la Justicia, al estar investigado por la Fiscalía del Tribunal Supremo por el supuesto cobro de comisiones millonarias en el extranjero. ¿Quiénes son entonces esos “algunos”? No hace falta ser ningún politólogo para llegar a la conclusión de que lo que está haciendo Juan Carlos es pedirle cuentas al rey.
Sangre derramada
Emotivo, conmovedor, espeluznante, lo oído el otro día en el juicio por la matanza yihadista en el Bataclán en 2015. “Mi hermano puso su cuerpo para protegerme de las balas”, dijo Alicia ante el tribunal. Su hermano Aristide y ella fueron gravemente heridos, aunque, según sus propias palabras, acabaron salvándose del tiroteo mutuamente. Este testimonio viene a resumir, quizá, como ningún otro, el infierno, el caos, el tormento vivido aquella noche pero también los destellos de humanidad y fraternidad que resplandecieron. Tenían poco más de 20 años. Disfrutaban de una noche agradable de noviembre y algunas calles de París eran una fiesta. Ella era equilibrista en un circo, su hermano jugador de rugby profesional. De pronto se vieron sorprendidos por la saña terrorista. En la plaza abarrotada, dicen, había jóvenes de distintos orígenes y color de piel. “Era hermoso”. Su hermano la “placó” y la tiró al suelo para protegerla. Recibieron una primera ráfaga y la sangre empezó a derramarse…
Intereses espurios
Lo peor que le puede pasar a un presidente autonómico es que se le vaya la olla y acabe creyéndose un reyezuelo. Abadejo de un reino de taifas que solo existe en sus ensueños. Le pasó a Puigdemont y va camino de pasarle a López Miras. Puigdemont proclamó su insubordinación a España, y el Supremo lo anda persiguiendo (con poco éxito de momento, es verdad, señor Pedraza). López Miras, patriota de usar y tirar, se propone declarar a la Región en rebeldía contra la próxima ley de vivienda del Gobierno cuya finalidad no es otra que, en un mercado inmobiliario extremadamente tensionado, facilitar el acceso a una vivienda digna. Sobre todo a los jóvenes. Con los precios del alquiler disparados en Murcia, Miras, defendiendo no se sabe que espurios intereses, se propone, según todos los indicios, mantener a la Región en la jungla del pelotazo y de la especulación inmobiliaria. ¡Viva el capitalismo salvaje!
Capitalismo
Creen algunos que, por sustentarse en las estructuras más instintivas del hombre, es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Podría ser. Pero, como defienden otros, el hombre no es solo un ser instintivo. Puede ser también solidario, cooperativo, social, empático o fraternal. De hecho, existe incluso cierta derecha (cosa meritoria) que se propone acotarlo, y una izquierda que ha intentado y sigue intentando (¡qué menos!) domarlo, civilizarlo y humanizarlo. Con la economía social de mercado y el estado de bienestar, por ejemplo. Aunque con resultados desiguales, es verdad. Con sus conquistas sociales y su lucha contra las injusticias pero también con sus renuncias, su travestismo ataviado de puertas giratorias (la de Carmona nos ha dado a todos un buen trompazo en los morros, estos días). El neoliberalismo, por el contrario, sin tapujos, pretende llevarlo a su máxima potencia. Para muestra, un botón: las eléctricas y el desorbitado precio de la luz.