Los articulillos de independientes de Antonio Balsalobre

Lesmes

Lesmes lleva tres años al frente del Supremo y del CGPJ con el mandato caducado pero no parece que tenga muchas ganas de irse. No me sorprende. Motivos tiene. 142.000 euros brutos de sueldo al año son, desde luego, un buen pegamento que adhiere a cualquiera casi indisolublemente a un buen sillón. Pero hay más. Porque no sólo de cuestiones pecuniarias vive el hombre. Mantener en esos órganos en estos tiempos de gobiernos progresistas y de izquierdas una mayoría conservadora y de derechas prescrita. Si de verdad pensara, como dijo el otro día, que es “insostenible” el bloqueo (dicho así de forma genérica para no molestar al PP que es quien lo viene generando), lo más sencillo sería que presentase su dimisión, lo que de inmediato propiciaría la renovación del órgano que preside. Se limitó a pedir, eso sí, “a las fuerzas políticas concernidas”, “patriotismo constitucional y generosidad”. Lo que hay que ver, lo que hay que oír.

Sueños

Juguemos a soñar. Lo ha propuesto Infolibre, un periódico de alcance nacional, y yo me he apuntado. Se cumplieron el sábado pasado 58 años del día en que Martin Luther King expresó al mundo su sueño durante la Marcha en Washington por el trabajo y la libertad. Sabemos que la histórica frase «I have a dream” fue un momento decisivo para el reconocimiento de los derechos civiles en EEUU, y que traspasó fronteras y se hizo universal. Se trata ahora de emular al Nobel de la Paz formulando nuestro sueño para un mundo mejor. “Haber amado más a quienes he dicho que amaba, haber defendido más a quienes tanto he presumido de haber defendido y haber trabajado más en aquello en lo que he puesto mi pasión creyendo que había llegado al límite”. Me encanta este deseo de Rosa Regás que suscribo sin reservas, pero no por ello eludo expresar el mío, que es y ha sido el de tantos otros: Libertad, igualdad y fraternidad.

Lectores

Imaginémonos a dos personas cómodamente sentadas, cada una en su sillón, leyendo. Una cierta serenidad reina en la estancia. Ningún ruido, ningún alboroto vienen a alterar el profundo ensimismamiento de los lectores. La imagen no puede ser más sencilla y austera. La economía de medios no puede ser mayor: un hombre y un libro, una mujer y un periódico. Pero está calma es solo apariencia. En nada se corresponde con las turbulencias que agitan sus pensamientos. Cada capítulo del libro, cada noticia del periódico los transportan a mundos reales o ficticios que se van construyendo a medida que van pasando las páginas. En el bar mientras desayunas, en la intimidad de tu sala de estar,  en el vagón del tranvía que te lleva a alguna parte, a ti también, lector, es probable que los garabatos de este artículo que vas devorando con cierta curiosidad te estén haciendo, por un momento, soñar.

Bataclán

París. Martes 15 de septiembre. 11 de la mañana. Los 30 minutos que he tardado en recorrer andando el trayecto que separa la sala de espectáculos Bataclán y el Palacio de Justicia, situado en la isla de la Cité, me han resultado tan emotivos como perturbadores. Son dos kilómetros y medio que unen el hermoso y legendario edificio rockero, donde cayeron asesinadas 89 personas (130 en total, en la capital, en varias explosiones y tiroteos en aquel noviembre de 2015), y la histórica sala de audiencias que acoge a 1.789 comparecientes, constituidos en parte civil, 330 abogados y centenares de periodistas, donde se busca impartir justicia. Contemplo el imponente edificio, de una sobria y cartesiana belleza, entre cuyas paredes Francia, y no sólo Francia, vuelve a enfrentarse a sus monstruos y a revivir con dolor el trauma por los ataques yihadistas, y me pregunto si su interior podrá albergar tanta barbarie cometida.

 

 

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