Lo que no cuentan
Las valoraciones, que todavía colean, sobre la participación y resultados de las recientes elecciones al parlamento europeo son la perfecta constatación de lo que, desde una placentera soledad, vengo advirtiendo desde hace tiempo.
La derecha y sus altavoces hacen lo que buenamente pueden pues, por propia y suicida decisión, andan en franca desventaja respecto de la izquierda que, secularmente, ha gozado de mayor esparcimiento y sabiduría para matar moscas con el rabo.
A Dios gracias, mi mundo se ha ido achicando poco a poco y apenas salgo del barrio, rebosante de gente joven y trabajadora que sabe bien lo que cuesta un café, o el aceite. Realidad y sabiduría a flor de piel que ofrecen vistas muy elocuentes.
En los recientes comicios europeos, la participación ha sido del 49,21%; es decir, casi doce puntos por debajo de la registrada en 2019, que fue del 60,72%.
La derecha española en su conjunto (PP y Vox) y la agrupación de electores Se acabó la fiesta) ha logrado una subida, respecto de las anteriores elecciones, de catorce escaños. Alvise, como eurodiputado, percibirá un salario neto mensual de unos 8.089,63 euros + 4.950 euros de dietas mensuales para gastos generales + una dieta diaria de 350€ para gastos de permanencia en el Parlamento europeo+ gastos de viaje de ida y vuelta al Parlamento Europeo (tarifa aérea clase business o billete de tren en primera clase) + 4.886 euros anuales para compromisos en el extranjero que no formen parte de reuniones oficiales del Parlamento + 28.696 euros mensuales para la contratación de asistentes + indemnización de hasta dos años cuando deje el cargo + una pensión al cumplir los 63. Y dice ALVISE que viene a acabar con la fiesta cuando en realidad viene a iniciar la suya. EL RESTO DE EURODIPUTADOS ESPAÑOLES SE LLEVAN IGUALES PASTIZALES Y DISFRUTAN DE IDÉNTICOS Y OBSCENOS PRIVILEGIOS PERO, AL MENOS, SE COBIJAN BAJO ACRÓNIMOS Y NOMBRADÍAS NO TAN FARISÁICAS.
El batiburrillo de ERC-EH BILDU-BNG +ARA MÉS (fichaje de última hora) ha repetido resultado: 3 escaños. Aquí están, según sus respectivos quejíos y cantes jondos, las naciones sin estado. Pobres ¡Qué orfandad tan desgarradora!
El PSOE, pese a los pesares internos, que no son pocos, y la vista del descalabro de sus tocayos europeos, ha mantenido el tipo perdiendo sólo una peana bruselense.
Los resultados desvelan que el interés de los ciudadanos por Europa sigue en caída libre, que la derecha ha crecido lo suyo y que la social-democracia, y en mayor proporción la izquierda más siniestra y los fundamentalistas ecológicos y animalistas, han sufrido considerables retrocesos. Pero ¿qué esconden estos datos? ¿Por qué el elector ha premiado o fustigado a unas u otras opciones? ¿Ser o estar? He ahí la cuestión. A la vista de las crónicas y editoriales de estos últimos días o de los análisis de tertulianos de aquí y de allá, se colige que eligieron las trincheras antes que campo abierto. En las primeras se acumula el auténtico fango; no el que invoca el marido de Begoña para tapar sus vergüenzas. En la campiña, los colores cohabitan en sana vecindad, el viento libera al aire de impurezas y la lontananza se adivina cercana. Cursilerías aparte no exentas de verdad, permítanme orear mi hartazgo por tanto ladrón, sinvergüenza, mentiroso, amoral, bienduchado y asaltatrenes que nada serían sin la complicidad necesaria de papeletas y redacciones. El derecho al sufragio universal, libre, igual, directo y secreto costó sangre, sudor y lágrimas y pareciere que partidos y ciudadanos andan decididos en transfigurar un derecho, que es también una responsabilidad, en un armisticio democrático y ético. Respeto la fidelidad a unas ideas, incluso a las que no funcionan. Imagino la carga existencial que todos llevamos a nuestras espaldas y que, en buena medida, moldea nuestros caracteres y voluntades. Lo que no puedo entender es por qué validamos en las urnas a impostores y cuatreros que usan la política como un mero señuelo para enriquecerse. Me preocupa esta reflexión pero no tanto como las respuestas. No importa el qué sino el quién. No debe ser azaroso que los Siglos de Oro de nuestras letras alumbraran la novela picaresca que, con tan irónica maestría, delatara la degradación de las instituciones de la España imperial. Los caballeros, mitrados y opulentos burgueses de turno vivían en una realidad muy distinta a la de los menesterosos y desheredados. Los primeros se guarecían tras la exaltación de un imperio que entretenía y contenía a la plebe.
La picaresca, en tanto reproche satírico, delataba los ardides de un pueblo, encarnecido en el truhán de turno, obligado a sobrevivir en una atmósfera de hirientes contradicciones morales, religiosas y sociales. Nuestro tiempo no es muy diferente de aquel salvo en algunos aspectos no menores: hay formación, información y elecciones libres. O eso dicen.
No es suficiente con ser astuto para sobrevivir. Puede que lo sea para un solo hombre pero es el pueblo español y su futuro lo que anda en juego. La picaresca no es un antídoto global. Nunca lo ha sido.
Mucho se habla de la radicalidad y de su apremiante ostracismo de la vida de los hombres. Y estoy de acuerdo pero ¿qué debemos entender por extremismo? Es un lugar obscuro y húmedo donde la religión mal entendida anula la razón y que antes de hermanar, descose. Un hediendo tabernáculo en el que supura el odio, la ignorancia, la intransigencia, la xenofobia, el rencor y la violencia. Pero también es un lugar donde se homologa la traición, la mentira y la corrupción público-privada, convirtiendo las conquistas antes reseñadas (formación, información y elecciones libres) en rendiciones de indeseables consecuencias. Ignoro las razones pero tenemos una tendencia al gregarismo partidista y presuntamente ideológico que, tan pronto nos atrapa, neutraliza cualquier atisbo de pensamiento crítico. Sólo desde esta cesantía pueden entenderse los refrendos populares para las más contumaces patrañas y corrupciones.
¿Qué hay de igualitario al tratamiento dispar de los territorios de España? ¿Qué hay de social-demócrata en las alianzas con los albaceas del terrorismo, nacionalistas o xenófobos? ¿Alguien atisba algún resquicio de Justicia en la despenalización, indulto y amnistía por meras razones de supervivencia política? ¿De veras aprueban la corrupción de quien lideró y ganó una moción de censura contra Mariano Rajoy? Corría el 31 de mayo de 2018 y Pedro Sánchez, encaramado en el ambón del Congreso de los Diputados, dejó dicho:
“Señorías:
La corrupción actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Disuelve la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita en consecuencia a los poderes del Estado. Pero también ataca de raíz a la cohesión social, en la que se fundamenta la convivencia de nuestra democracia, si a la sensación de impunidad y a la lógica por la envergadura de los hechos que están siendo investigados, la lógica respuesta lenta de la Justicia, se une la incapacidad de asumir las más mínimas responsabilidades políticas por los actores concernidos. La corrupción merma la fe en la vigencia del Estado de Derecho cuando campa a sus anchas o no hay una respuesta política acorde a la entidad del daño que se ocasiona. Y en último término, la corrupción destruye la fe en las instituciones, y más aún en la política, cuando no hay una reacción firme desde el terreno de la ejemplaridad.”
Hay que tener cuajo y muy poca vergüenza para decir esto y hacer o dejar hacer lo contrario. Reconozcamos que el uso de las papeletas electorales como clínex no está al alcance de cualquiera.
En cuanto a las redacciones, ¿qué quieren que les diga? Que, salvo honrosísimas excepciones, son lacayas palatinas antes que voces del pueblo. La verdad, la justicia o la patria se las traen al pairo. Únicamente andan interesadas en aupar y mantener a los suyos para agenciarse sus trozos del pastel. Son mesnaderos de la desinformación y la propaganda con carné de periodistas.
Sé bien el significado de la voz extremismo del que, por cierto, participan los tirios y troyanos más escorados ¿De veras fue acertada la política de puertas abiertas? ¿Acaso es infinita nuestra capacidad de acogida e integración? ¿De veras culturas diametralmente antagónicas pueden convivir sin más? ¿Acaso Europa aspira a una peligrosísima dependencia energética y alimentaria? ¿Por qué coexisten, en viciada lid, los controles de calidad a los productos europeos con la vista gorda o cansada a los importados? ¿Por qué los burócratas europeos han olvidado el sustrato cristiano y humanístico de la mejor Europa conocida? ¿Alguien piensa que los elevados niveles de bienestar, cultura, seguridad y prosperidad europeos surgieron por generación espontánea? ¿A qué intereses sirven las inversiones y ayudas europeas para el desarrollo agrícola de Marruecos? ¿El bajo coste del suelo y de la mano de obra es del agrado de poderosos e influyentes empresarios? ¿Qué buscamos? ¿La deslocalización de la agricultura y ganaderías europeas?
En fin. Pregúntense quiénes y por qué vienen aplicando políticas suicidas mientras repudian las correctas y acuciantes. Plantéense por qué nuestros políticos tienen más empeño en neutralizar la Justicia independiente que en esquivar el delito. Pregúntense por qué el sistema público de pensiones renquea mientras que Sus Señorías gozan de retiros anticipados y dorados. Si somos intelectualmente honestos, hallaremos las claves de los resultados europeos que, más pronto que tarde, se reeditarán en España.
O tal vez no. Porque uno mira a un lado y a otro y no le gusta lo que ve. Nunca ha habido reconquistas éticas sin sacrificio y nadie parece estar dispuesto a blandir nuestra bandera con ejemplo, honor y dignidad.