Llévate nuestro orgullo, por Diego J. García Molina

Llévate nuestro orgullo

Una famosa canción de Iron Maiden comienza con un salmo religioso escrito por el escritor inglés G.K. Chesterton; el poema dirigido a Dios es muy interesante y termina con el verso (traducido al español): “No quites el trueno de nosotros, pero llévate nuestro orgullo”. El sentido está claro, no merece mayor aclaración, y viene a cuento por las declaraciones realizadas por la jueza Manuela Carmena respecto a la ‘ley del sí es si’, la cual ya ha reducido las penas a más de 200 agresores sexuales y liberado a más de 20. Opina la veterana comunista que sus antiguos compañeros “no tenían mala intención, pero [la ley] no está bien redactada”; faltaría más que lo hubieran hecho a propósito. Orgullo es sinónimo de soberbia, y también cree que el motivo de no corregir los problemas de esta chapucera ley es “soberbia infantil”. No puedo estar más de acuerdo; antes de publicar la ley en el BOE (por cierto, Carmena puntualiza que el BOE está lleno de rectificaciones) se advirtió públicamente que esto iba a suceder pues los jueces no iban a tener más remedio que aplicar la ley, recibieron informes del consejo de estado en el mismo sentido, etc., no obstante, se empeñaron en que la ley estrella del ministerio de igualdad debía salir adelante sin tocar una coma. Aunque el PSOE no puede salir indemne de este desastre, dado que la ley se aprobó en el consejo de ministros, con mayoría de los socialistas, y donde tres ministros de este partido son jueces, y cuando el propio presidente Sánchez dijo que está orgulloso de la ley la cual iba a ser modelo para otros países. En fin, la arrogancia es otro sinónimo de la lacra que Chesterton quería alejar de sí, y es esa arrogancia con la que finalmente parece que se va a promulgar la ley animalista que no deja de ser otra reglamentación confeccionada sin la aquiescencia de las partes implicadas, con una persona sin experiencia alguna, exceptuando el activismo animalista, como valedor único del despropósito.

Estuve en la concentración en la plaza cardenal Belluga de Murcia, la de la catedral, cuando el escándalo de la manada, con aquella joven violada durante las fiestas de San Fermín por cuatro o cinco chicos en 2016. El sentimiento era de rabia por lo sucedido, y que había que hacer algo. A mí, sinceramente, lo único que se me ocurría era elevar las penas, nunca pensé que lo que sucedería sería todo lo contrario, reducirlas. No hace falta estudiar en Oxford para ver, no ya a priori, sino ahora, que la ley no está funcionando y no faltan las voces que piden su inmediata rectificación, de ahí que no se entienda, no solo que no se acepte el error y se arregle el fallo, sino dimisiones por la metedura de pata sideral, habiendo sido avisados, insisto, de las consecuencias, desde dentro y desde fuera del gobierno. Porque no es solo lo que está sucediendo con los ya condenados, es que los futuros delincuentes tendrán unas penas menores si no se enmienda el error; y no me quiero imaginar lo que pasará si alguno de los liberados reincide, ¿qué le van a decir a la mujer afectada? ¿La intención es lo que cuenta? Si lo aprobado no es correcto o tiene fallos, rectificar es de sabios, sal inmediatamente a la palestra, reconoce el error, si lo ves conveniente, pero soluciónalo. Creo que todos estaremos de acuerdo con que, si una ley no es justa, y los resultados que da no son los esperados cuando se confeccionó, es lógico al menos analizar que está sucediendo e intentar buscar algún ajuste para mejorarla, el paso de los años no debe ser óbice para aceptarla tal cual como mal menor. Como por ejemplo la llamada ley de violencia de género, todo el mundo la ha aceptado como algo válido. No porque nadie la combata o hayan pasado años deja de ser injusta e inconstitucional: por un lado, porque discrimina al hombre frente a la mujer ante el mismo delito; imaginen que por motivo de religión tuviera trato distinto ante un crimen un católico que un budista; y por otro, porque invierte la carga de la prueba, el hombre debe demostrar que es inocente en cuanto la mujer denuncia, propiciando multitud de situaciones injustas, incluso a veces fomentadas por los propios abogados para obtener ventaja ante un posible juicio.

Lamentablemente, no ha funcionado, ojalá lo hubiera hecho mas no ha servido para nada, se ha mantenido el número de mujeres asesinadas por sus parejas y las soluciones aplicadas no han dado resultados, sin embargo, hasta la oposición prefiere no mentar siquiera su revisión por temor al qué dirán, al ser un tema tabú. Por otro lado, lo cierto es que los que cuando gobernaba el PP exigían dimisiones cuando morían mujeres a manos de sus maltratadores, ahora echan balones fuera al ser ellos los que gobiernan y tras cuatro años en el poder no solo no han sido capaces de mejorar la situación, sino que son asesinadas más mujeres que antes de la moción de censura a Rajoy. Es decir, no niego que exista el problema de la violencia de género, que exista el maltrato del hombre a la mujer en situación de convivencia o sin ella, no obstante, las propuestas realizadas, como esta ley, no son la solución, como tras casi 20 años de aplicación de la norma podemos apreciar. ¿Qué se podría hacer entonces? Son muchas las voces que lo piden, en vez de seguir despilfarrando el dinero, utilizarlo para proteger a las mujeres valientes que se atreven a denunciar poniendo su vida en peligro. Hasta las propias asociaciones feministas han denunciado como se tira el dinero en ese ministerio inventado para dárselo como juguete a la pareja del líder del partido que sostiene al gobierno. Dicho ministerio, el cual antes no existía, tiene un presupuesto de 547 millones de euros en 2023, un 10% más que el año anterior (para eso son nuestros impuestos). Pues bien, con esos millones daría para pagar más de 12.000 policías nacionales anualmente. Si murieron 54 mujeres el año pasado, ¿no se le podría haber asignado 108 policías para proteger a esas mujeres a doble turno y sobrarían 11.892 policías para otros menesteres? Como proteger a las mujeres por la calle, en los parques, paseando por la noche, en carreteras de montaña para que puedan hacer deporte con tranquilidad, para que puedan salir de una discoteca de las afueras por la noche con la seguridad de que no las van a acosar o perseguir porque hay policía en la puerta y por el camino de vuelta a casa. No hace falta tanto estudio, ni tanto taller, ni tanta reeducación; todavía no he oído en ningún juicio que un señor diga que violó o maltrató a una mujer porque se equivocó, o porque pensara que no es delito, o que no estaba mal. Cuando una persona lo hace sabe que está delinquiendo, y que puede ir a la cárcel por ello. Nadie piensa que esté bien, o que no sea delito, lo que hay es delincuentes, como gente que roba, gente que mata, gente que estafa, es algo inevitable y lo que hay que hacer es intentar prevenirlo con todos los medios a nuestro alcance y al que lo haga y se le pueda condenar con pruebas, que todo el peso de la ley caiga sobre ellos sin ningún beneficio penitenciario si no hay arrepentimiento sincero y vigilancia a partir de ese momento para que no vuelva a reincidir. Medios para ello en la era de la tecnología y telecomunicaciones hay a nuestro alcance de forma sencilla y barata. Y no son pulseras electrónicas.