Rosa Campos Gómez
Pintar la vida en alguna de sus fases, impregnarle la sensibilidad que posee a través de pigmentos en certera coordinación tras suceder de manera instantánea a la escucha profunda, abordando el tema con calidad y frescura, con energía y delicadeza, desde la genuina intuición, es lo que María Joaquina Sánchez Dato ha hecho con la obra que se expone en el mejor espacio para ser mostrada, el Museo de Siyâsa, que alberga arquitectura y arte de nuestro ayer hispanomusulmán para compartirlo desde el cuidado.
Sánchez Dato conjuga magistralmente la abstracción con lo figurativo percibiéndose con toda nitidez en esta exposición titulada ‘En Movimiento’, donde evoca lo que hace la ingeniería cuando se une a las fuerzas de la naturaleza para procurar fecundidad a la tierra, alimentos para los humanos y belleza al vivir, introduciéndonos en lo intangible del sentir que su pintura nos transmite, y abriéndonos al conocimiento de la forma, de lo que es tangible, ya desde aquel monumental y mesopotámico invento que fue la rueda y que cambió la historia de la humanidad, medida que se fue poliformando hasta ser también “máquina de agua” o molino, denominado en árabe “nā’urā”, de donde deriva noria.
Estas norias en expresivo movimiento, que tienen sus enclaves desde hace siglos en nuestra tierra, las ha llevado a soporte de lienzo y de tabla en grandes, medianos y pequeños formatos. Pinturas en las que se ven emerger las diferencias que marcan las estaciones del año, y en las que los azules refrescan, sacian la sed y tienen el poder de envolvernos en un aire cuya respiración nos libera, también están los verdes que tejen sabiamente lo que germina, los ocres que anuncian con sigilosa hermosura el paso de los días, la cálida potencia del bermellón y del carmín, lo espiritual del malva, la elegancia del blanco y negro… Todo es un reclamo para la mirada que nos hace reconocer la gran proeza que deparaban estas norias, con el uso de ignitas tonalidades complementadas con las frías para contarnos la fortaleza de lo férreo e invitarnos a descifrar el enigma de una época que nos unía en este fértil Valle de Ricote, donde ellas, con sus formidables cangilones, regaban extrayendo las aguas de nuestro amado Segura y sus acequias.
Y si la literatura de Cervantes, Rilke, Mendoza o Sampedro, impulsan a Sánchez Dato a crear, también, y como una de sus esenciales fuentes, la estimula el entorno, lo cotidiano, el paisaje con figura y su secular huella humana, de pueblo…, factores que traen a la memoria estos versos del poema La noria, de Antonio Machado: “El agua cantaba / su copla plebeya / en los cangilones / de la noria lenta”.
Sánchez Dato es una artista cuya dedicación constante e incansable a las artes plásticas otorga maestría a su obra, habitada de esa percepción de lo valioso que encierra el detalle de las cosas que capta su mirada, y de la vitalidad que su manera de dialogar con los colores genera. Sus lienzos tocan lo hondo, desencadenando la emoción que llega sin preámbulos, para hacernos partícipes de lo comunicado, es decir, para calarnos. En ellos se redescubre la belleza que confiere la acción humana, la geografía y el clima.
Su espléndido trabajo da protagonismo a las norias de este especial valle, pero también a la vegetación, ese sabio contraste entre la pátina del tiempo sobre el hierro y la madera y el poder invasivo de una vegetación que nunca duerme, como los sueños, volviendo a emerger en un terreno que cedió para ser regado y producir, si ya no lo hace, y que retoma antes que dejarlo en eterno páramo.
Para ella, que su mejor estudio es la calle, aunque posea buenos espacios cerrados donde trabajar, pintar del natural es el gran lujo que se permite y con el que disfruta. Los bocetos, realizados in situ, en los que se parecía su gran dominio del dibujo y uso de la gama cromática, ya poseen el encanto de las vísperas, de eso que acontecerá y que será una celebración, la de los lugares reflejados con sus singularidades, con sus tramos históricos que nos comunican que somos pasado y que tenemos presente donde contagiarnos con la nostalgia que nos legó lo bello, realidad que María Joaquina Sánchez Dato sabe recoger con la destreza de sus trazos, ya sean de pincel o de espátula, para introducirnos en esa eternidad a la que pertenecemos, con un lenguaje pictórico poético compuesto de armonía y ritmo, como una música visual que nos reconforta.