Las horas del opositor, según María Bernal

Las horas del opositor

Horas y horas. Esta es la palabra que angustiosamente pronuncia un docente opositor durante el curso en que le toca salir al ruedo, porque al igual que al toro cuando sale a la plaza le faltan escasas horas para morir, al opositor durante ocho o nueve meses de preparación también le van a faltar horas para sobrevivir.

Decía Miguel Hernández en uno de sus versos que “como el toro he nacido para el luto…”; así estamos los interinos. Asumimos el riesgo de opositar y pasamos todo ese curso bajo una sumisa especie de luto impuesta por un sistema que de manera descabellada pasa revista a la labor docente todos los años en la enseñanza pública; unos para Primaria, otros para Secundaria. Un periodo de tiempo sombrío, de inestabilidad emocional, de pensar en “si suspendo qué”, de no atreverse a salir porque la conciencia te martiriza para decirte que si sales, estás perdiendo esas horas por las que luego te vas a lamentar.

Y devorando leyes cambiantes, resumiendo y empollando temas del año catapún, preparando una parte práctica que luego nada tiene que ver con lo que te ponen en el examen, mucho menos se relaciona con lo que enseñas en el aula, corrigiendo trabajos y exámenes, esnifando burocracia minuto a minuto, atendiendo a la diversidad e intentando comprender por qué las generaciones de hoy y las que estén por venir son tan sumamente indecibles, a merced de unos padres que los están atontando y convirtiéndolos en seres inservibles y esclavos de las pantallas, por las que son capaces de atacar un banco.

Exigimos hasta sesenta veces por minuto que nos faltan horas. La conciliación familiar pasa a un tercer o cuarto plano si queremos preparar dignamente un número de temas considerados. Por no hablar de otras preocupaciones terrenales, que también ayudan a que este luto te hunda todavía más en esa vorágine de sufrimiento que tal vez pueda tolerarse y gestionarse acudiendo a la química, tan estigmatizada y a su vez tan necesaria por prescripción médica.

Lo paradójico de esta situación es que esos de allá arriba, o sin irnos más lejos, esos de la capital nuestra, que dicen llamarse nuestros políticos, implantan sin tener la más remota idea un dudoso, ilícito y obsoleto sistema de oposición que atenta contra la educación pública.

Y como la política da más asco que placer, me colocan en los distintos cargos a personas que van a hacer todo lo posible por hundir más aún  la escuela pública y con ello, a los opositores que saben que, aunque aprueben, va a ser complicado trabajar, porque ya se llevan los dineros. “Poderoso caballero es don dinero…” como decía Quevedo, los que a ellos les convienen. Y entre recortes y recortes, se lucran los otros compañeros, los que no opositan y reciben su nómina de las arcas públicas.

Y entre esa lucha de docentes de la privada y de docentes de la pública no podemos extraer un denominador común, porque hay una diferencia muy significativa entre los que son contratados a dedo (empresa privada) y los que se dejan la piel en un año de oposición durante la mayor parte de su vida (educación pública). No, hombre no, no hay comparación alguna entre el sacrificio de unos y la suerte de otros, y si esto supone una ofensa para alguien, más menosprecio es para los interinos quedarnos con cara de idiotas después de haber aprobado una oposición a sabiendas de que va a ser difícil ejercer.

Opositar es renunciar a la vida, es perderse momentos que nunca volverán, es llorar en muchas ocasiones, es estar sumisos a episodios de ansiedad, es acostumbrarse a un ritmo cardíaco alterado, es vivir en la nube de la incertidumbre y es ver cómo tus listas se paran porque la tijera es santo de la devoción de nuestros gobernantes murcianos, para poder pasar por la máquina el pespunte que se dejaron hilvanado a la hora de concertar bachilleratos.

Las horas son cruciales en este camino de amargura que supone todo proceso de oposición. Las horas son determinantes y mientras que estamos hartos ya de tener que pasar una ITV cada dos años; otros acceden a su puesto de trabajo tocándose los cocos, como dicen mis alumnos de 1 de ESO.

La queja nuestra es coherente; la inquina de los otros no está justificada, principalmente porque los que se encolerizan no saben lo que es opositar ya que el yugo solo es para los de la pública. Así que a los interinos nos toca seguir luchando para que el dinero público sea primero para el sector público, para los que se ganan a pulso un puesto en la Administración. Y como dice Mago de Oz: “El que quiera entender que entienda”.

 

 

2 thoughts on “Las horas del opositor, según María Bernal

  1. Esfuerzo/recimpensa

    Ganarse la vida es duro.
    Ser campeón olímpico es duro lleva mucho trabajo y sacrificio
    Pues el que quiera ser funcionario, igual.
    Nada de regalar plazas porque yo lo valgo.
    Que pasen los mejores, así luego no dirán que si la educación patín o la educación pararán.

  2. Mª Dolores Recio

    Perdona pero ¿he leído que el sistema de oposición es ilícito?, pero esta chica qué quiere, ¿que le regalen la plaza porque «ella lo vale»?
    No, hombre, no.
    Si quieres tu plaza para ti tendrás que demostrar primero que lo vales, y segundo que lo vales más que el resto de aspirantes.
    ¡Que coño es esto de ir dando plazas a vagos, a maestros con faltas de ortografía o que piensan que están por encima del resto porque sí!
    Venga hombre…

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