Las batallas que merecen ser ganadas, por María Bernal

Batallas que merecen ser ganadas

No hay mayor condena para el ser humano que padecer una devastadora  enfermedad. No hay mayor impotencia que enfrentarse a un sistema que parece olvidarse de la investigación en el terreno de la salud, porque los dirigentes de este país tienen que ocuparse antes de subirse los sueldos, de insultarse con el resto de partidos, sacando pecho como si leones feroces parecieran, de tener asesores y así un listado de absurdeces que muestran la incompetencia de estas personas, o más bien, por no calificarlos de esa manera, porque yo tampoco es que sea muy docta en mi trabajo, voy a escribir mejor que nos enfrentamos a un listado de absurdeces que reflejan el mamoneo al que estamos sometidos los españoles .

Esos mandatarios, que dicen ser nuestros gobernantes, esos que en plena época de campaña electoral nos quieren tanto y nos prometen el oro y el moro y al final, ni oro, ni moro ni nada, solo pelean por sentarse en un silla bien situada en cuanto a poder se refiere sin importarles realmente el hecho de hacer una gestión que sea políticamente correcta.

Y mientras tanto, esta España tan dejada de la mano de quienes son los responsables de asegurarnos una estabilidad, y no precisamente de manera gratuita, porque ya pagamos bastantes impuestos, se va a la mierda día tras día porque no responde a las necesidades de sus ciudadanos.

No sé quién se está cargando exactamente nuestra Sanidad y el terreno de la investigación. Pero lo que está claro es que tenemos una Sanidad que puede presumir por activa y por pasiva de tener a grandes especialistas. Sin irnos muy lejos, en Murcia, en el hospital Virgen de la Arrixaca (nombre que hace referencia a la primera patrona de Murcia y sobre la que Alfonso X el Sabio escribió la cantiga 169) trabajan grandes especialistas. Es más, siguiendo la línea de este periódico, que informa sobre el municipio de Cieza, este hospital cuenta con la profesionalidad de muchos médicos.

¿Cuál es entonces el hastiado problema? La falta, quizá, de infraestructura, la falta de inversión y el agotamiento de los que trabajan por nuestra salud por culpa de unas exigencias horarias que son casi insostenibles debido a la precariedad de personal para realizar turnos moralmente católicos.

Y ante esta nefasta situación, están las personas enfermas. Esas que son dignas de admirar por esa fuerza inesperada y extraordinaria que muestran ante la lucha con su puñetera enfermedad.  Y, en muchos casos, la vida se ensaña de tal manera con ese ser que sufre latigazos continuos en todas las partes de su cuerpo, que las personas que están a su alrededor sienten una impotencia desmesurada al ver el sufrimiento de ese ser y de ver cómo no hay investigación por culpa del dichoso dinero.

Y es que parece ser que una enfermedad es el pretexto perfecto para que  la farmacéutica aumente su ganancia. Y claro, tiene su malvada y supuesta lógica: a la industria de la farmacéutica le conviene fundamentalmente que la enfermedad sea crónica, así habrá que estar pagando una medicación de por vida, un tratamiento, que por culpa de los recortes, esos tijeretazos que se cargan muchas vidas todos los días, es excesivamente caro para los ingresos de muchas familias. Pero quizá, no hay que sacar conclusiones tan concretas e indagar más sobre este asunto. Mientras tanto, somos marionetas que nos movemos de forma caprichosa y movidas por los hilos de un sistema que parece olvidarse de lo que vitalmente necesita el hombre.

Y ante esta triste realidad, están las personas enfermas. Esas que nunca pierden la esperanza a pesar de que el cielo se ponga gris. Esas que valoran la vida por encima de todas las gilipolleces que tenemos que escuchar día tras día. Esas que pasan desapercibidas porque su única misión es luchar, vivir y recuperarse. Y cuando tratas con una de ellas, y te maravillas por los mensajes que son capaces de transmitir,  te vienen a la mente esas personas tontas de remate que solo saben interpretar un papel funesto que muestra  mediocridad al lamentarse (como si no existieran otras preocupaciones en el mundo) porque a su hijo, por ejemplo, la maestra le manda muchos deberes para casa. ¿Y a mí qué narices me importa? Acto seguido, observas la gran cantidad de argumentos absurdos que la gente  puede emitir cuando tiene tiempo libre (que al parecer hay mucho en este mundo)  o muchos no son capaces de darle importancia a su día a día.

Y ante este lamentable escenario, están las personas enfermas. Esas que tienen un escudo inimaginable,  que les permite batallar continuamente, sin desesperarse, ‘despacico y con buena letra’. Esas a las que yo les estaría aplaudiendo hasta que se me cayeran las manos a pedazos, porque para mí son auténticos héroes, sin capa (no les hace falta),  pero con la valentía de afrontar de una manera excepcional lo que la vida, de manera injusta,  les ha puesto por delante.

No valoramos lo que tenemos, por muy poco que sea. Siempre soltamos palabras de “ya no me voy a quejar más”, pero luego caemos en el error de estar lamentándonos constantemente, como si nuestra realidad fuera la más catastrófica. Como si se fuera a acabar el mundo por una situación que a diferencia de una enfermedad terminal, sí tiene solución. Porque siempre queremos ser el centro del universo y, sinceramente, cansan, aburren y habría que darles una patada en el culo a todos aquellos que viven todo el santo día con la queja ilógica en la boca.

Urge un ejercicio de reflexión, un cambio de actitud para ser personas que vivan en armonía, conformándose con las alegrías que se le presenten día tras día y siendo conscientes de hasta dónde puede llegar nuestro límite. Pero,  principalmente, es necesario y vital que haya tratamientos capaces de erradicar, de una vez por todas, el tormento que está acabando con la vida de tantas personas.

Si es maravilloso vivir, es asombroso coincidir con esa gente guerrera que no hace de su enfermedad una tragedia, sino un motivo de superación constante. Ojalá todo cambie, ojalá todo sufrimiento se vea premiado al final del túnel y ojalá todas las personas enfermas sigan multiplicando sus fuerzas para ser claras vencedoras de una batalla que merecen ganar sin duda alguna.

 

 

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