Fotografía de barbería ciezana de ‘Gije’ en los años 40
Los barberos: de las sanguijuelas al corte al cazo
Miriam Salinas Guirao
Si os hablara de barberos, en la mente abundarían imágenes de cabellos, barbas, afeitados, navajas y tijeras. No sería habitual imaginar un barbero sacando una muela o poniendo sanguijuelas a los desventurados. Al menos no ahora, pero antes si lo fue.
Barbero-cirujano
El barbero funcionaba, incluso en lugares pequeños, como la única persona medianamente considerada para realizar intervenciones, el barbero-cirujano, que igual acomodaba el cabello que extraía un bulto de la pelvis. Como aparece en un artículo de ABC, siguiendo al médico e historiador de la medicina español Luis Sánchez Granjel, autor de una centena de artículos científicos y numerosas monografías, se pueden diferenciar tres tipos de cirujanos. “En primer lugar, los ‘cirujanos latinos’, que no estaban licenciados en medicina, pero habían recibido algún curso en la universidad y podían operar e, incluso, recetar medicamentos. Estos cobraban tanto o más que los médicos. En segundo, los ‘cirujanos romancistas’, cuya formación se había basado en acompañar, observar y ayudar al ‘maestro’ del gremio desde los 13 o 14 años, con un contrato de aprendizaje, pero que no tenían conocimientos de latín. Y en tercero, los mencionados ‘barberos-cirujanos sangradores’, también conocidos como ‘flebotomistas’, que estaban ya autorizados a realizar cirugías, sacar dientes y muelas, poner ventosas y sanguijuelas y sangrar a los pacientes enfermos que así lo requerían”.
Ya fuera haciendo de cirujano o arreglando los bigotes, los barberos reunían a la sociedad en sus locales. Y en estos lugares podía ocurrir de todo, hasta el crimen, pero de eso nos encargaremos más adelante.
Los barberos de Cieza
Nos queda un testigo vivo de hace más de un sigo: la prensa. Los anuncios de barberías se dejaban ver en los periódicos locales. Así quedó grabada la Nueva Barbería da Pascual ‘Ortelano’ en la calle ‘Empedrada’ número 33 (El Orden, 18 de marzo de 1893), que con un regio lema pasó a la posteridad: “Economía y aseo”.
Y es que fue en una barbería de la calle Érica del Hospicio, en una barbería precisamente, donde una riña familiar elevó el escándalo a la prensa regional. Según relataba el corresponsal de El Diario de Murcia, el 16 de octubre de 1890, el día 12 del mismo mes, un vecino de la villa, apellidado Penalva, en compañía de su cuñada, fueron sorprendidos por dos hijos de aquel, una hija y su esposa, “arrojándose el mayor de sus hijos sobre su propio padre, puñal en mano, con intención, sin duda, de herirle, lo que hubiera llevado a efecto a no ser por la pronta intervención del alguacil de esta alcaldía, Juan Camacho Martínez, que con arrojo quitó el arma al agresor evitando, de esta manera, uno de esos crímenes tan horrendos que aterrorizan hasta a los más abyectos”. A la defensa de los paisanos salió una voz del periódico local El Combate (19 de octubre de 1890), que matizaba lo relatado en aquella barbería de la calle Érica del Hospicio. Al parecer, ni el alguacil ni ningún otro pudo impedir “que un hijo matase a su padre”. Cuando el alguacil llegó al lugar del suceso ya había pasado la riña, cuando el padre dio parte a la guardia civil de la agresión. “No hay que colgarle a nadie medallas. El hecho ocurrió a puerta cerrada; y los motivos porque los hijos y esposa de Pascual Penalva, que así se llamaba el acometido, se atrevieron a su padre, son porque este, que ha estado bastante tiempo trabajando en Alicante, proyectaba, de nuevo, marcharse, cosa que no quieren ni los hijos ni la esposa”.
Hubo dos conocidas barberías con gran afluencia de público a finales del siglo XIX (La Atalaya, 28 de julio de 1889), la barbería de Eugenio Guillén, en la calle Cartas y la barbería y peluquería de Diego López en la calle Cánovas.
No solo en prosa se hablaba de las barberías, La Voz de Cieza, el 12 de abril de 1896, relataba la siguiente historia llamaba ‘A la vecina de mi barbero’, firmado por el ciezano R. C.: “Yo inocente en paz vivía, sin sentir ningún cuidado, cuando entré en la barbería que hay al lado de tu casa, cierto día. Y al salir niña hechicera, te vi asomada al balcón tan alegre y placentera, que sin que yo lo sintiera, me robaste el corazón. Tú me amaste y yo te amé; y desde aquel feliz día, ni un solo instante dejé de frecuentar, vida mía, la calle donde te hallé. Pasó el tiempo: tu escuchabas de mi amor la ardiente queja, y mi pena mitigabas, y anhelante me esperabas por las noches, en la reja…”
Más barberos se anunciaban en la prensa local, como fue el caso de Juan Ros Bermúdez (La Voz de Cieza, 8 de septiembre de 1901), practicante de cirugía, que ofrecía al público los servicios de su profesión en su salón de Barbería en la calle de Puigcerver, número 2, “servicio esmerado, honorarios módicos”. En La Luz del obrero (29 de abril de 1905) se anunciaba el traslado de “la acreditada barbería de Antonio López”, que estaba establecida en la calle de la Libertad y se reabrió en la calle de San Sebastián, núm. 1.
Quizás a algún lector le suene la Barbería de ‘Gije’, frente a La Moderna, fábrica de alpargatas de Alonso Ortiz (Cencerra), en la calle Cartas. Lugares repletos de historias, oficios esmerados y trabajados, que igual acicalaban lo de fuera, que cuidaban lo de dentro, con una charla amena o con algún que otro escándalo…