¿Land Art?

Todas las semanas nuestros lectores y lectoras pueden disfrutar de la sección La mirada de Tete Lucas, donde el célebre fotógrafo local lleva a cabo un análisis de las mejores fotografías que ha realizado de la localidad

Tete Lukas

Cuando estudié en la Escuela de Arte de Murcia tenía una asignatura llamada Fotografía Artística, donde cada mes hacíamos un proyecto artístico sobre un tema propuesto: moda, producto, reportaje social… pero el último mes el tema era libre, así que aproveché para llevar a cabo una idea que me rondaba la cabeza hacía tiempo.

Mi propuesta fue un trabajo conceptual donde comparaba el gran parecido de obras de arte abstracto con imágenes de satélite de plantaciones agrícolas obtenidas de Google Earth. Y es que las imágenes de satélite siempre me han parecido de una gran belleza y de un impacto visual muy potente, tanto los patrones de la naturaleza como los creados por el ser humano en las ciudades y en la agricultura. La idea era hacer una reflexión sobre los límites del arte ¿Podemos considerar arte algo hecho de forma involuntaria? La profesora solo me puso un 5, argumentando que no había tomado ninguna imagen con mi cámara. Le contesté que tuve que tomarlas prestadas, ya que no podía subir al espacio y hacerlas yo mismo. No le convenció mucho y, muy en desacuerdo, seguí pensando que la idea no era mala. Cuando tomé la imagen que veis, la idea volvió a mi cabeza, tratando de establecer un paralelismo entre la acción del hombre y la industria agrícola en el paisaje con el Land Art.

El Land Art, o arte terrestre, es un movimiento artístico que surgió a finales de la década de los 60 como una manifestación artística revolucionaria que trasciende los límites convencionales del arte. Surgido en el contexto de una sociedad occidental agitada por movimientos contraculturales y una incipiente conciencia ecológica, este movimiento propone una dialéctica entre la intervención humana y la inmensidad del paisaje, desafiando la noción misma de lo que el arte puede ser y dónde puede existir.

Lejos de galerías y museos, el Land Art se arraiga en territorios agrestes: desiertos áridos, llanuras infinitas, cauces fluviales y montañas imponentes. Sus creadores, armados con palas, tractores o simplemente sus manos, moldean la tierra, desplazan rocas, trazan surcos en el suelo o erigen estructuras que dialogan con la topografía. La materia prima es el propio planeta. Piedras, agua, hielo, arena o vegetación se convierten en pigmentos y lienzo, fusionando arte y geología en una coreografía efímera o permanente.

Sin entrar en el tema del ecocidio que supone, y centrándome nada más que en aspectos visuales y estéticos, me pregunto si la actividad agrícola, con su geometría impuesta, sus ciclos de siembra y cosecha y su transformación radical del territorio, puede interpretarse como una forma de Land Art involuntario, donde el ser humano, guiado por la necesidad o la tradición, genera patrones estéticos que rivalizan con las obras de Land Art. Estos diseños, nacidos de la repetición funcional -surcos paralelos, alineaciones de árboles y terrazas curvilíneas-, se convierten en composiciones visuales donde la eficiencia productiva se traduce en ritmo, textura y color.

Este fenómeno no solo revela la ambigüedad entre utilidad y belleza, sino que también cuestiona los límites de la autoría y la intencionalidad en la creación artística.

Paz, amor y decrecimiento.