La vida en la calle ‘Empedrá’

Retrato de los hermanos Raimundo, Antonio y Manuel Moxó Ruano sobre dos bicicletas y un caballito de juguete en el patio de su casa de la calle «Empedrada». Primer tercio del siglo XX.  Archivo General Región de Murcia

Recorremos la historia de un memorable lugar de Cieza a través de sus comercios

Miriam Salinas Guirao

He oído a alguien decir que la vida se mide en momentos… y los momentos de antes eran casi siempre en las calles. Calles estrechas, abiertas, con las sillas en el portal, tomando el fresco, o el calor, con la comba o el cuartete, de chismes, de besos furtivos, de prisas, de encuentros, de olvidos, calles.

Vista de la procesión del Corpus Christi a su paso por la calle Empedrá esquina Buitragos de Cieza. Primer tercio del siglo XX. Archivo General Región de Murcia.

Hay una calle que en Cieza nunca se pronuncia como se escribe, la calle ‘Empedrá’; Empedrada para planos y visitantes. Decenas de comercios abrieron y cerraron sus puertas ahí, desde la venta de telas hasta vinos, todo podía caben en la ‘Empedrá’. A comienzos de 1843, la calle olía a pan recién hecho. Allí se estableció un “horno de pan de cocer” arrendado por una renta íntegra por quinquenio, tasada en 5.476.

Las manos de los comerciantes

El nombre ‘calle Empedrada’ se repite en cientos de municipios españoles. El nombre podría hacer alusión al pavimento hecho con piedras. Quedó constancia de que las civilizaciones construidas junto al mar Egeo pavimentaron sus calles utilizando rocas. Lo hicieron los cartagineses y los romanos. El empleo de pavimento en las calles permitía que no se embarrara la superficie y se gozara de una mayor limpieza, evitando la acumulación de residuos o su filtración. El Proyecto de Ley Orgánica de Sanidad pública española de 1821 disponía que “en todos los pueblos donde hubiese proporción se empedrasen sus calles y plazas, y que en las poblaciones donde no hubiese proporción o fondos para ello, se solasen con cascajo o escombros. El empedrado de cascajo menudo, seco y escogido, confeccionado por el método de Mac-Adam es tan sólido como el común de piedra o de solas, más fino y más hermoso” (Elementos de Higiene Pública, de Pedro Felipe Monlau).

El vino quedó como recuerdo en la hemeroteca, el ‘Depósito de vinos de Jumilla’ al por mayor y al por menor: vinos de mesa, desde 22 reales la arroba y 20 céntimos el cuartillo en adelante. Con especialidad en aguardientes superiores de puro vino, oiga, desde 13 pesetas la arroba y 40 céntimos el cuartillo en adelante, en el número 38 se encontraba (1891, El Combate).

También sabía dulce la calle, pues el café ‘La Unión’ ofrecía sorbetes de mantecado, leche amerengada, fresa, horchata, limón, melocotón, café y quesillos de todo tipo (El Combate, 1893). En este bello local se celebrarán, tras el cierre del café, bailes. La Voz de Cieza contaba en 1896 cómo en los bajos de la Cooperativa, se celebró un baile en los días de carnaval con un “esmerado” servicio de restaurant y con el sonido de la orquesta dirigida por el pianista José María López. En el 1900 se anunciaba la venta de todos los inmuebles de la Sociedad Cooperativa de Obreros incluyendo el café de la calle Empedrada.

El ajetreo reinaba en la calle en las celebraciones del Corpus Christi: los ciezanos llenaban los espacios para celebrar la festividad como quedó reflejado en diferentes documentos gráficos.

Todo cabía en la calle ‘Empedrá’

En la esquina del Santo Cristo estaba ‘El Japón’, establecimiento de géneros del país y extranjeros de Matías Ruano. “Novedades para la presente estación, en satenes, batistas, percales, indianas, cretonas, permobles, cubiertas, pañuelos crespón de la china, hilo, seda y algodón. Gran surtido en colchones doble ancho, sábanas de una pieza, patenes, muselinas, lienzos, retores y otros muchos géneros imposible de enumeras y a precios muy económicos. Gran surtido en sombreros”, rezaba el anuncio (El Combate, 1893). En el número 13 ‘Pipas’, el taller de Pascual Caballero (conocido por Anacleto) que preparaba toda clase de composturas, arreglos y reparaciones, “economía en los precios y solidez garantizada” (El Combate, 1892).

En los números 23 y 25, en la casa de Juan Bernal, se vendían lámparas de 3, 5, 10 y 16 bugías. También se hacían instalaciones con pantalla al precio de 8 pesetas, no excediendo de 10 metros de hijo (La Voz de Cieza, 1900). El acicalamiento tenía cabida en la calle, allí regentaba la barbería Pascual ‘Ortelano’, en el número 33 con el lema “Economía y aseo” (El Orden, 1893).

Curiosamente también sufrió un cambio de nombre… (Las Provincias de Levante, 9 de junio de 1902) acordando el Ayuntamiento otorgarle el nombre de Domingo Muguruza, como testimonio de “gratitud merecida a los servicios especiales” que prestó como ingeniero director de las obras de defensa contra las inundaciones.

En 1909 se subastaba la casa lindante a la derecha con el hogar de los herederos de José Salmerón; a la izquierda con la de Antonio Pérez espalda con las de Alejandro Pérez y José Lucas. Se valoró en siete mil doscientas treinta pesetas (Eco del Segura, 1909).

Tristemente los comercios anunciaban su partida de la alegre calle ‘Empedrá’. La relojería de Miguel Marín se mudó a la calle de Mesones y el almacén de vinos de Salvador Molina a la de la Tercia.

Enriqueta Moxó Ruano en la puerta de su casa de la «Calle Empedrada». Primer tercio del siglo XX. Archivo General Región de Murcia.

La poesía de la calle

Aunque la actividad local se fue desplazando hacia otro conjunto de calles, con el crecimiento de la población, la calle ‘Empedrá’ no pierde el encanto, y es que en la literatura española el “empedramiento” y las “calles” han tenido aires de poesía: “El tema poético de la calle empedrada aparece en cantares relacionados con el amor: ya sea en rondas de los mozos a las mozas, ya en los que se cantan en vísperas de la boda (como las alboradas, los ramos de las novias…) o los que se entonan en la misma celebración de los esponsales (al ir a la iglesia, al salir de ella, durante el banquete…)”, (El tema poético de la calle empedrada, de José Luis Puerto).

Se crean metáforas que pululan en el imaginario popular para enlazar el camino con el amor, una prueba de ello es el cantar: “Esta calle está empedrada,/ las piedras las truje yo;/las piedras bien me conocen/ pero tus amores no” recogida en el libro de Agapito Marazuela, Cancionero de Castilla.

Ese alguien que decía que la vida se mide en momentos… quizás pensara en las calles, en los instantes compartidos, en las sillas en el portal, tomando el fresco, o el calor, con la comba o el cuartete, de chismes, de besos furtivos, de prisas, de encuentros, de olvidos, calles…

 

 

One thought on “La vida en la calle ‘Empedrá’

  1. Maria Verdejo Miñano

    Yo que he crecido en la calle
    Empedra como me suena toda esa informacion ,pero que gusto recordar lo conocido por mi familia ya ausente pero relacionada con la familia Moxo.
    Si conoci personalmente a Dña Enriqueta ,la señora de la foto de abajo

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