Todas las semanas nuestros lectores y lectoras pueden disfrutar de la sección La mirada de Tete Lucas, donde el célebre fotógrafo local lleva a cabo un análisis de las mejores fotografías que ha realizado de la localidad
Tete Lukas
Si hace unas semanas hablé sobre el diafragma (un sistema mecánico dentro del objetivo con unas laminillas o palas móviles que, emulando al iris del ojo humano, podemos abrir o cerrar para permitir que la luz entre en la cámara en mayor o menor medida, según queramos), esta semana quiero hablar sobre otro elemento clave en fotografía: el obturador.
Si el diafragma controla la cantidad de luz que entra en la cámara, el obturador determina el tiempo durante el que llega la luz al dispositivo fotosensible. Estos dos dispositivos, junto a la sensibilidad de la película o sensor, constituyen los pilares básicos de la fotografía y son la clave para una correcta exposición.
El obturador consiste en un mecanismo con una o más hojas de metal pivotantes que no permiten que la luz penetre a través del objetivo y llegue a la película, pero que cuando presionamos el botón de disparo se mueven dejando entrar la luz durante el tiempo requerido para realizar la exposición, y posteriormente se cierra. A este tiempo se le llama velocidad de obturación y se expresa en segundos y fracciones de segundo, siendo 1 segundo y 1/1000 una milésima de segundo.
Conocer y dominar la velocidad de obturación es indispensable para generar dos efectos muy interesantes en fotografía: congelar el movimiento o generar la sensación del mismo. Para lo primero se usarán velocidades de obturación rápidas y para lo segundo velocidades lentas.
Las velocidades de obturación que permite una cámara de gama media y profesionales van desde 30 segundos hasta velocidades tan rápidas como ¡¡ 1/16000!! ¿No es increíble? A semejante velocidad se pueden congelar movimientos que se escapan a la visión humana. A partir de velocidades de 1/250 ya podemos congelar, por ejemplo, a una persona corriendo o a un coche que no circule muy rápido. Para poder congelar las gotas de agua que veis en la imagen utilicé una velocidad de 1/600.
Si por el contrario queremos generar sensación de movimiento, debemos utilizar velocidades más lentas, teniendo en cuenta que no podemos mover la cámara o, de lo contrario, toda la foto saldrá movida. Normalmente, para poder hacer una foto a pulso y que no salga movida podemos usar como máximo una velocidad de 1/60 o 1/30, y esto teniendo buen pulso, aunque hoy en día las cámaras cuentan con un estabilizador de imagen que nos permiten disparar a estas velocidades sin ningún problema.
Un ejemplo donde aportar movimiento a la imagen podría ser la de una persona tocando la guitarra, la cual está parada, pero su brazo está en movimiento. Usando la velocidad adecuada, conseguiremos congelar todo en la imagen menos el brazo del guitarrista, que generará una estela, reforzando la sensación de que está tocando la guitarra y consiguiendo así una imagen más atractiva.
Un ejemplo de exposición lenta son las imágenes de fuegos artificiales que todos hemos visto alguna vez. En este caso necesitaremos un trípode, ya que mantendremos el obturador abierto durante varios segundos, tiempo necesario para captar las estelas de colores de los fuegos.
Seguro que alguna vez también han visto alguna fotografía ‘circumpolar’, que son aquellas impactantes fotografías nocturnas donde se capta el movimiento de las estrellas en estelas que forman círculos concéntricos. Esto se consigue gracias a la rotación de la tierra sobre su eje, lo que da la sensación de movimiento en las estrellas. Estas imágenes se realizan con tiempos de exposición muy largos, de hasta una hora, por lo que necesitamos una cámara que cuente con el modo B o Bulb, el cual nos permite mantener el obturador abierto el tiempo que queramos.
Espero no haber resultado cansino esta semana, ya que me he puesto un poco técnico y, por el contrario, haber despertado en alguien la curiosidad por la fotografía y las ganas de salir a hacer fotos.
Paz y amor.